jueves, 23 de diciembre de 2010

Gracias Señor, gracias hermanos



Pronto serán cuatro años desde que abrí NdE en febrero del 2007, primero en una versión tradicional de página web y luego, a partir de agosto del 2007, en versión blog. He escrito, con la limitada habilidad para eso que poseo, parte de las pocas cosas que sé y me interesan; mayormente por diversión, pero no pocas veces, también, especialmente ahora último, para los amigos o a la gente que quiero. Viendo hacia atrás lo que he escrito a lo largo de estos años es evidente que mis temas de interés han variado. Los asuntos relacionados a mi fe, por así llamarlos, han, poco a poco, copado cada vez más espacio en mis intereses. Todo ha sido un proceso.

Al poco tiempo de abrir la versión blog de NdE, en octubre de 2007 para ser más preciso, asistí por primera vez a Grace, una iglesia cristiana en Washington DC (aunque, en realidad, Grace estaba en el estado de Virginia, pero dentro del perímetro del metro de DC). Entonces, por la situación personal que estaba atravesando, yo estaba más abierto a escuchar lo que iría a predicar el pastor de turno de la iglesia a la que asistía Al, un por entonces reciente, y ahora entrañable, amigo. La verdad, sin embargo, no esperaba escuchar una prédica con tanto contenido, con tanta sabiduría y humildad que quedé impactado (a los 13 o 14 años había asistido a una iglesia cristiana de mi barrio, pero, al cabo de unos meses dejé de hacerlo y desde entonces sólo de vez en vez escuchaba la palabra, cuando mis dos hermanas, So y Si, la compartían conmigo, en su intento, de cerca de dos décadas, de acercarme a Jesús).

La prédica de aquella mañana de domingo en Grace era sobre relaciones y toda ella, absolutamente toda, tenía base bíblica. La prédica no me dejó la extraña sensación que temía de que, una vez terminado el culto, nada de lo que había escuchado se parecía a la vida real. Por el contrario, encontré un mensaje sustancial, relevante, que me servía tras haber cruzado las puertas de la iglesia. Y quise más de aquel pasto fresco que el Ps Jo, ése era el nombre del pastor líder de Grace, dio aquella mañana a las personas presentes. Y volví. Y volví otra vez más. Desde entonces, no exento de indecisiones o compromisos a medias, acepté que necesitaba de Jesús en mi vida y decidí quedarme en Grace y conocer más de Dios. Persistí.

Unos 9 meses después, y luego de vivir cinco años en los Estados Unidos, volví al Perú y pasé por una pequeña iglesia que me dio lo que en ese momento necesitaba para avanzar: aliento y, sobre todo, sana doctrina. Un año después, primero por sugerencia de Al, mi entrañable amigo cristiano de DC, quien, gracias a Dios, había sido enviado de regreso a Lima, empecé a ir Camino, una iglesia tan relevante como Grace y liderada por el Ps Ro, a quien he llegado a querer y admirar tanto como al Ps Jo. Camino era justo lo que necesitaba para avanzar y el Señor, a través de mis amigos, me había llevado ahí.

El último año en Camino ha sido para mí de mayor fruto en mi vida, porque empecé a vivir mi vida cristiana día a día, no sólo esperando el culto de fin de semana. Empecé a vivir y buscar cada día al Señor y ya no a tratar de hacer las cosas a mi modo (increíblemente, en menor medida que antes, pero persistía en ello) sino al Suyo (en este punto, seguro, algunos lectores no cristianos se estarán preguntando ¿cómo puedo saber cuál es el modo de Dios?, a lo que sólo puedo responder que se puede, si los buscas).

Durante todo este tiempo he recibido del Señor lo que necesitaba y en el momento más oportuno. El señor ha sido fiel conmigo (¡siempre lo es!) aun cuando durante los dos primeros años, pese a estar convencido y fascinado de todo el evangelio, anduve zigzagueando, con avances y retrocesos, en mi vida cristiana. Ahora miro atrás y veo que he experimentado muchos cambios, tal vez no tan evidentes para muchos, pero sí para mí porque son cosas que llevaba conmigo: pienso y siento distinto de lo pensaba o sentía antes, y mis mayores sueños, anhelos y afanes son ahora otros. Toda mi forma de ver el mundo ha dado un giro sin retorno. En realidad he vuelto a donde pertenecía (Lucas 19:10 y Juan 10:27).

Desde adolescente solía tener héroes en las ciencias, las artes y los deportes, hombres a quienes admiraba con evidente devoción, por su inteligencia y talento para hacer lo que hacían, de la manera que sólo ellos sabían hacerlo (Bobby Fischer, E. A. Poe, Hugo Pratt, Carlos Giménez, Cerati, Woody Allen, Kubrick, etc., etc., etc.). Ahora ninguno de estos héroes significa mucho para mí, siendo mis héroes, más bien, hombres de carne y hueso, pastores y maestros de las tres iglesias a las que he ido, personas con una enorme capacidad de servicio, que son héroes porque buscan hacer la voluntad de Dios, poniendo la suya a lado. Y a través de ellos he aprendido cosas de mucho más valía que aquellas que mis profesores del bachillerato o maestrías me pudieron enseñar. O de lo que yo, autodidactamente, aprendí de los libros. No he hecho mejor inversión de tiempo en mi vida para aprender que sentarme a escuchar al Ps Jo o De de Grace o al Ps Ro de Camino predicar, por mencionar sólo a personas a las que especialmente admiro y respeto, y no sólo porque haya sabiduría en ellos (que la hay, porque usan la sabiduría de Dios) sino porque tienen vocación de servir y predicar la palabra de Dios, renunciando incluso a su comodidad. Personas generosas. A ellos, y también al Ps Be de mi pequeña segunda iglesia, mis héroes de fe, les tengo enorme gratitud y por eso este post de agradecimiento, aunque no lleguen a leerlo.

Gracias, también, a mis maestros y pastores del Seminario; al Ps Da, por su inteligencia y claridad (y buen sentido del humor); al Ps He, por su unción y sencillez; al Ps Os, por su ecuanimidad y paciencia; al Ps Pe, por ser un soldado de Dios y por tener esa pasión contagiante; y al Ps Pa, por su trato directo y franqueza. Y al Ps Jo, por todo su esfuerzo para que el Seminario sea lo bueno que es. También, a mis entrañables maestros de la RED, Wi, Pe y Gi. Hombres de distintas formaciones en la vida, pero todos héroes de fe, humildes. A Ca, quien sin conocerme me convenció de ir a la RED; a quien, no lo dudo, Dios puso en mi camino aquel día que apuradamente salía de Camino rumbo a mi casa.

También, cómo no, a mis amigos y hermanos en Cristo que el Señor me ha regalado este año. A Ju, quien de la noche a la mañana se ha convertido en uno de mis mejores amigos, mi hermano en la fe, mi entrañable gordo de buen corazón, que me ha compartido tanto, quien me honra por llamarme amigo, quien quiere lo mejor para mí y quien tiene un gran sentido del humor que muchos desconocen. Y ahora, más recientemente a Ma y Lu, dos hombres de Dios cuya actitud y testimonio admiro y aprecio, y a través de quienes he visto el amor de Cristo hacia los demás y hacia mí. A todos ustedes gracias. Tengo mucho que aprender de ustedes. Y gracias también a mis compañeras y compañeros de Camino, del Seminario, de la RED o de los días de culto, porque, aunque no lo sepan, he aprendido mucho de ustedes. Y, especialmente, gracias a ti, porque tengo claramente en mi memoria tu imagen adorando al Señor durante las alabanzas; porque, sumado a las demás virtudes que en ti veo, se trasluce tu amor a Él por sobre cualquier otra cosa.

Y gracias, por sobre todo, a ti Señor, por este año que pasó, un año que no olvidaré, y por los que seguirán, en los que quiero que tú, en todo momento, seas lo primero en mi vida y estés presente en cada detalle de ella, desde el más simple hasta el más complejo. En mis pensamientos, en mis gustos, en mis decisiones y en mis actos. Mi anhelo es ser completamente dependiente de ti, completamente libre contigo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El peor de los inventos


No hay peor ni más inútil, insufrible, incómodo e innecesario invento humano que la corbata. Si tuviera que elegir un año para eliminarlo de la historia de la humanidad ése sería el año 1660, cuando, supuestamente, los soldados croatas empezaron a usarla y que, por esas cosas sólo explicables por la moda, su uso se hizo popular gracias a los franchutes (cuándo no). No me extraña que el ejército croata de entonces haya fracasado en su intento de independizarse de Austria. Los líderes croatas fueron ejecutados (imagino que estrangulados con su invento) y sus tierras dadas a nobles extranjeros. Digo, si alguien es capaz de usar voluntariamente semejante invento, no creo que tenga la más mínima habilidad para ganar la más mínima escaramuza. Los evolucionistas (a quienes no les creo nada) dicen que el dedo meñique desaparecerá en unos miles de años. Yo creo que lo único que puede demostrar que evolucionamos, pero como civilización, es la supresión del uso de la corbata de la faz de la Tierra. Estoy seguro que en el futuro la corbata será dejada de lado cuando la gente se dé cuenta, al fin, de que no sirve para nada. Y si algo bueno nos traerá el calentamiento global será la imperiosa necesidad de dejar aquellas cosas que no hacen nada más que aumentar la temperatura de nuestro cuerpo. La corbata, confío, será una de esas cosas. Mientras, no me queda sino evitar, por todos los medios, usar corbata. Confío que en el futuro se destierre su uso en el trabajo. Después de todo, no soy más hábil si uso corbata, ni mi capacidad de análisis mejora, ni la calidad de mi trabajo aumenta, si acaso, sólo empeora porque existe, de eso estoy seguro, una relación directamente proporcional entre mi grado de comodidad y la calidad de mi trabajo. Aun cuando algunos dicen “pero luce bien”, no creo en el tipo de moda que sacrifica lo funcional por lo estético, llegando, incluso, a causar incomodidad (como si no se podría crear algo estético y funcional al mismo tiempo). Si mañana más tarde se pone de moda un paraguas con huecos, jamás lo usaría porque por encima de todo está la funcionalidad del paraguas. ¿Me explico? Si los diseñadores de moda quieren hacer obras de arte, pues que pongan la corbata en un museo (ahí, dicho sea de paso, es dónde me gustaría verla). En la moda de vestir, como en la arquitectura o en el diseño industrial (a diferencia del arte puro, como la pintura o la poesía), a mí parecer, se debe combinar lo artístico con lo funcional, si no, no sirve (aunque este parecer no sea universalmente aceptado). La corbata no sólo no es funcional sino que es incómoda. O, mejor dicho, no es lo primero precisamente por lo segundo. Así que ya está decido: este fin de año, entre las cosas que quemaré, será al menos un par de corbatas, por inservibles e incómodas.

:P

martes, 30 de noviembre de 2010

Digno eres Señor

Esta canción de Marcos Barrientos tiene un significado muy especial para mí. La escuché en un momento que decidí que Dios sea Señor en mi vida. Eso implicaba someterme a su autoridad.

Antes la idea de someterme a Dios me causaba cierta alergia intelectual porque la identificaba como falta de carácter y consideraba una renuncia inaceptable de mi libertad. ¿Por qué yo tenía que someterme a alguien? Total, si Dios me había creado con libre albedrío ¿por qué Dios me tendría que pedir que me someta a su voluntad? Yo, me decía a mí mismo, si trataba de llevar una vida correcta, no necesitaba “ser controlado” por nadie.

La verdad es que estaba equivocado. Partía de la premisa de que someterme a Dios era perder mi libertad, cuando, en realidad, termina siendo todo lo contrario porque junto a Él uno encuentra libertad. Solía rechazar a Dios como Señor pesando que yo no podía someterme a ninguna persona, ignorando que Esa persona me amaba, lo sabía todo y conocía más de mí que yo mismo. E ignoraba que Dios sólo tenía pensamientos buenos para mí.

Si tuviste una infancia feliz, entenderás que la tuviste porque te sentías protegido y amado por tus padres, pese a que entonces no tenías nada de lo que erradamente llamamos “libertad” (hacer lo que queremos sin rendirle cuentas a nadie). La realidad es que una infancia feliz trae un sentimiento de libertad. ¿O no? Si no tuviste una infancia feliz, con Dios como Padre puedes vivirla. Dios es un padre bueno y sometiéndote a Él encontrarás protección, gozo, paz y libertad. Hay que empezar reconociendo que Dios es digno de toda autoridad sobre nuestras vidas. Mientras antes uno decida reconocer su autoridad y hacer su voluntad, más rápido veremos cómo actua en nuestras vidas. El Señor es digno.

Marco Barrientos: Digno eres Señor

domingo, 10 de octubre de 2010

Daniel F, más subterráneo que nunca...

Este video de Daniel F en la estación subterránea y central del metropolitano es una joyita. Más subterráneo que nunca, Daniel F interpreta una de sus canciones más lindas. La gente que iba de paso se va quedando a escucharlo, encantada por su música. La resolución de la imagen está, además, muy buena.


Daniel F - En la travesía de su ausencia

domingo, 3 de octubre de 2010

You never let go...

Mis ovejas reconocen mi voz y nadie las apartará de mi mano, dijo Jesús hace como dos mil años…

Never Let Go - Matt Redman

domingo, 5 de septiembre de 2010

Llenando el vaso con el agua correcta


El pasaje de Jesús con la mujer samaritana siempre me había gustado porque en él Jesús rompía con dos barreras culturales importantes de su época. Primero, hablaba con una mujer de igual a igual y, segundo, con una samaritana, quien pertenecía a un pueblo enemistado con los judíos.

Recientemente, a través de un buen amigo, comprendí que este pasaje tiene aun mucha mayor riqueza. Nos habla de saciar nuestra sed con el agua correcta. Muchas veces buscamos llenar nuestra vida, nuestra sensación de vacío, con algo o alguien, sin darnos cuenta de lo realmente necesitamos y, como resultado de ese error, al poco tiempo volvemos a tener la misma sensación de vacío que teníamos al principio. El pasaje de Jesús y la mujer samaritana trata precisamente de eso.

Como se sabe, Jesús se sentó al lado de un pozo y en eso una mujer samaritana llegó para sacar agua de él. Jesús le pidió a un poco de agua y la mujer, sorprendida, le respondió: ”¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?”. Jesús le contestó “Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida”. Más adelante, Jesús le dijo “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna”.

Jesús llevó la conversación hasta develar que la mujer había tenido cinco esposos y, además, que quien tenía en ese momento por compañero no era su esposo. Las palabras precedentes de Jesús tenían mucha relación con lo que vivía la mujer: ninguna de sus relaciones previas había funcionado porque con ninguna de ellas había llenado su verdadera necesidad. Ella había tenido cinco esposos pero, al cabo de un tiempo, se había separado de todos ellos para volverse a casar. Siempre había vuelto a sentir sed. Ninguno de sus cinco esposos había llenado su real necesidad, ni su actual compañero tampoco. Jesús sabía que lo ella necesitaba era de Él, de su palabra, del amor de Dios, aunque ella ni siquiera lo imaginaba. Jesús le ofrecía darle de beber un agua que iba a saciar su sed definitivamente.

Seguramente la mujer se sorprendió que Jesús la abordara directamente, pero más aun cuando le ofreció saciar su sed para siempre. Quizás hasta entonces los hombres se habían acercado a ella con otras intensiones, pero Jesús, quien conocía (conoce) el corazón de las mujeres y de los hombres, lo hizo para ofrecerle el agua que ella andaba buscando sin saberlo.

Estoy convencido que todos necesitamos de Dios, que sin Él estamos incompletos y vacios. Aunque por épocas podamos tener satisfacciones que nos hagan sentir felices, todas ellas nos brindan satisfacciones temporales que al cabo de un tiempo se desvanecen. Ni las riquezas, ni aun siquiera el sabernos amamos y queridos termina por llenar ese espacio que sólo puede ser llenado por Dios. Solo Jesús puede saciar esa sed, sólo es cuestión de probar.

domingo, 18 de julio de 2010

Cancer Vixen de Marisa Acocella

Un amigo se preguntaba, medio sorprendido, por qué casi no había lectores de historietas mujeres. Durante su estadía en la Feria Nacional del Libro de Lima 2009, Ariel Olivetti daba una interesante explicación de que las mujeres eran menos susceptibles a las imágenes, a lo visual, en comparación con los hombres, explicación que, sin embargo, no comparto del todo. Y no estoy de acuerdo porque, por poner un ejemplo, encuentro más mujeres que hombres que se sienten atraídas hacia la pintura o el cine. Además, porque la historieta no es sólo imágenes sino argumento, drama, historia. Habría, creo yo, que ensayar otra explicación y antes, incluso, comprobar si en realidad las mujeres lectoras de historietas son tan pocas. En mi experiencia personal sólo puedo decir que la mayor de mis sobrinas ha heredado mi fascinación por las historietas, mas no mis sobrinos, y que una de las personas más acuciosas y conocedoras de historietas que conozco es una mujer, gracias a quien he conocido una serie de historietas notables que tenía fuera de mi radar. Una de estas historietas es, como para darle mayor significado a lo que hablo, un estupendo cómic autobiográfico escrito y dibujado por una mujer, Marisa Acocella, titulado Cancer Vixen.

Cancer Vixen es una historieta autobiográfica, en la cual su neoyorquina protagonista de 43 años, -cartonista de The New Yorker, New York Times, y Glamour magazine-, la propia Marisa Acocella, repentinamente se ve enfrentada, a sólo tres semanas antes de casarse, a una cruda realidad: descubre que tiene cáncer de mama. A partir de ahí todo en la historieta es intenso. Las emociones de la protagonista son narradas con una enorme sensibilidad (іla de la propia protagonista!) y con una competencia impresionante que, me atrevería a decir, suelen ser, generalmente, mejor captadas por mujeres que por hombres.

Hay una enorme riqueza no sólo en cómo transcurren los hechos en la vida de Acocella sino también, y principalmente, en cómo trascurren sus pensamientos y emociones, los cuales son tanto o más intensos que los hechos de la vida misma. No se trata sólo de lo que vive la protagonista, sino de cómo lo vive. A la tragedia de conocer la terrible noticia le sigue el desaliento, la depresión, la renuncia a ciertos sueños y la desesperanza; y a éstos, el valor, la energía y los deseos de vivir. A todo ello se sobrepone un enorme aprecio por la vida y el amor de Silvano Marchetto, su amigo y compañero fiel en toda circunstancia, (de quien uno podría llegar a pensar que no existe, que es parte de la ficción que se ha permitido la autora para narrar su biografía y hacerla menos pesada, a no ser que el tal Silvano sí existe y tiene un restaurante italiano en el centro de Manhattan llamado Da Silvano). Como resultado de todo esto, la historieta, lejos de tener un tono gris (lo digo en sentido literal y figurado), está llena de colorido, de esperanza, de deseos de vivir. De una lucha por la vida. (Antes de que llegue la historieta a mis manos, yo había esperado encontrarme con un libro de tonos grises, menos con el que tenía al frente mío, uno lleno de colores rojos, rosados, amarillos, etc., pintando viñetas que más parecían captar imágenes de una fiesta para niños).

La cruda realidad que le significó saber que tenía cáncer le permitió a Acocella valorar la vida y a sus seres queridos, incluida su pintoresca madre. Enfrentarse a la muerte, nos dice Marisa Acocella, fue una experiencia “que me ha cambiado para siempre”. “Soy aún más afortunada de lo que piensan” dice también Acocella, para dejar en claro cómo esta tragedia le hizo sacar lo mejor de sí misma, como su sentido de solidaridad. En efecto, Acocella cuenta que, mientras escribía su memoria gráfica, supo que el 49% de las mujeres que eran diagnosticadas con cáncer de mama y no tenían seguro médico tenían un mayor riesgo de morir por este mal, dado que el costo del tratamiento era de 200 mil dólares. Conocer esa cruda realidad (que afortunadamente para ella no fue la suya, porque su esposo, sin que ella lo supiera, la había incluido en un seguro médico) la llevó a establecer la Fundación Cáncer Vixen, para ayudar a mujeres que padecen esta enfermedad y que no cuentan con un seguro. Los lectores podemos decir, también, que gracias a esa “tragedia” Acocella nos ha regalado una de las mejores historietas autobiográficas de los últimos años.

Salón del Cómic en la 15ta Feria Internacional del Libro de Lima 2010

Empieza la Feria Internacional del Libro de Lima 2010 y el día de su inauguración, el jueves 22 de julio, también se inaugura el Salón del Comic. El acto de inauguración será a las 2.30 pm y estará presente, como invitado especial, nada menos que el dibujante argentino Enrique Alcatena (ilustrador de DC y la Marvel, pasando por Skorpio en los 80s). Este año la feria se realizará en las instalaciones del Parque de los Próceres (Matamula). Como para no perdérselo.

La organización del Salón del Comic está a cargo de la Cámara Peruana del Libro, Perú21, El Blog La Nuez y la librería Contracultura. El curador de la muestra es nuestro querido historietista Javier Prado, actual ilustrador del diario El Comercio y autor de la recordada gallinita Clo-Clo.

domingo, 11 de julio de 2010

La verdad de cada uno





Cada vez se escucha más que cada uno tiene que descubrir su verdad. La verdad, valga la redundancia, es que hay una enorme diferencia entre encontrar un propósito en la vida de cada uno y en creer en una verdad que se ajuste y acomode a la vida de cada uno. Hablo de la verdad en el sentido de lo justo, de lo correcto e incorrecto. Podemos contestar y decir que lo justo para uno no necesariamente es percibido como justo para otros, pero que haya esa diferencia de percepciones ¿acaso implica, necesariamente, que no exista una verdad sobre lo que es correcto o no?

Al respecto, Tim Keller cuenta, en su libro "En Defensa de Dios", lo siguiente: «Durante muchos años, después de los servicios del domingo en la mañana y en la noche, permanecí una hora adicional en el auditorio para responder las preguntas de centenares de feligreses. Una de las frases de que escuchaba con mayor frecuencia era: “Cada persona tiene que definir lo que es correcto y lo incorrecto por sus propios medios”. Yo siempre respondía preguntando: “¿Hay alguien en el mundo que haga cosas que tú crees que ellos deberían dejar de hacer, sin importar en lo que crean que es su conducta adecuada?”. Ellos decían invariablemente: “Sí, por supuesto”. Yo les preguntaba entonces: “¿No significa eso que tú crees que existe algún tipo de realidad moral que está ahí, que no es definida por nosotros, y que debe ser obedecida sin importar lo que sienta o piense una persona?”. Casi siempre, la respuesta era un silencio, ya sea porque se quedaban pensando o porque se ponían de mal humor». (En Defensa de Dios, pág. 48].

El problema de pensar que cada uno puede definir su verdad es que ignora que el sentido de lo correcto o incorrecto de cada uno afecta a otros. Resulta limitante, también, porque uno puede creer en algo porque le es absolutamente funcional, porque le da mayor comodidad, y validar así una serie de acciones extremadamente egoístas que sólo funciona para uno, pero que es mala para los demás. El problema de optar por una verdad que nos es funcional es que sólo nos es funcional a lo que somos ahora, y si lo que somos ahora es, por ejemplo, una persona egoísta, esa “verdad” nos condenará a serla por mucho tiempo, a no ser que algo cambie radicalmente en nuestra vida. Bajo esa lógica un criminal puede también encontrar su verdad (la verdad como sinónimo de lo justo) y no tendrá (ni él ni nosotros) ninguna esperanza de que cambie. Su verdad lo hará sentirse bien consigo mismo y con los demás, sin tener que llevar encima de él algún cargo de conciencia que lo invite a cambiar. O sea, ajustando la verdad al camino que optó por seguir, en lugar de ajustar su camino a la verdad.

Aunque determinar qué es correcto e incorrecto no es sencillo, ello no debe ser motivo para no buscar lo correcto. Sólo reconociendo que hay una verdad que va más allá de lo que es funcional para mí, incluso aunque no sepa cuál es esa verdad, me permite considerar entre mis acciones aspectos que tomen en cuenta el bienestar de otros. Ahora bien, si somos capaces de pensar que hay una verdad que va más allá de lo que nos es meramente funcional, independientemente de que sea complicado hallarla, y tratamos de actuar conforme a ella, puede ser que al principio no nos sea funcional y que, acostumbrados a vivir de determinada manera, nos traiga más problemas en la vida, pero estos problemas estarán presentes sólo hasta que logremos adecuarnos a la verdad, como sentido de lo correcto.

Pensemos otra vez en el criminal que quiere regenerarse y que por ello deja de lado lo funcional de su verdad (la que le permitía mentir, robar y abusar de los más débiles sin sentir cargo de conciencia). Al principio su deseo de regenerarse le traerá conflictos, angustias y privaciones, pero una vez terminado ese proceso, la verdad le será completamente funcional. Lo que quiero decir es que la diferencia entre nuestra verdad y la verdad es que la primera me será funcional siempre, porque se adapta a las situaciones que más me convienen, pero con ella dejo de lado lo que es correcto y justo para con los demás, porque sólo busco mi propia satisfacción. Mientras, la segunda, si bien puede no serme funcional al inicio, terminará siéndolo luego de un tiempo, con la enorme diferencia de que no sólo será mejor para mí sino para el resto. No habré adaptado mi sentido de lo correcto a mis conveniencias y forma de vida, sino mi forma de vida a lo que es correcto.

De otro lado, la supuesta tolerancia expresada en que cada uno descubre su verdad no es compatible con pensar y creer, por ejemplo, que en el mundo existen injusticias que deben ser combatidas porque, en ese caso, no habría forma de alegar que la justicia es más que la perspectiva de unos cuantos. Bajo la situación anterior, sería cuestionable tratar de imponerla al resto, a no ser que crea que haya algo que trasciende a la forma de pensar de cada uno, como en el pasaje que cité del libro de Keller.

Decir que cada uno debe encontrar su verdad, finalmente, puede ser una forma muy cómoda de no asumir compromisos de conducta que nos obliguen a cambiar. Hay un tema muy emparentado con toda esta filosofía y es que, cuando relativizan lo correcto, las personas tienden a separar su sentido de justicia sobre lo privado y lo social. Mucha gente, por ejemplo, suele ser muy moralista socialmente hablando (en términos de justicia social, igualdad de derechos, solidaridad, etc.) pero muy relajada en términos de ética privada (en términos, por ejemplo, de la ética de pareja o ética entre amigos) porque simplemente los cambios en esta última esfera de su vida le obliga a realizar modificaciones de conducta que le exige asumir compromisos y esfuerzos mucho mayores que en la esfera social, en la cual muchos cambios pueden llegar a realizarse sin que la persona que luche por ellos, por la justicia y los derechos humanos, tenga que hacer profundas modificaciones en su estilo de vida y en lo que le es funcional en su vida diaria. Es mucho más difícil ser justos y honestos con las personas que nos rodean que luchar y bregar por un cambio en la sociedad. Eso es así, creo yo, porque la gran parte de las grandes injusticias sociales se dan por pequeñas concesiones que hacemos todos y cada uno de nosotros para tolerar que se den esas injusticias, por tanto, también, se pueden lograr grandes cambios sociales sin que haya, necesariamente, grandes cambios en el estilo y forma de vida de las personas que la integren. Pero, en nuestro ámbito más íntimo, si queremos suprimir algún tipo de injusticia de la que somos objetos o, peor incluso, somos la causa, la cosa es muy distinta: los cambios que tenemos que hacer son notorios. Por eso mismo, creo, para mucha gente resulta atractivo separar su sentido de justicia social de su sentido de justicia privada, relativizándolos. Ello porque es más difícil luchar por una sociedad más justa, siendo también personas más justas en nuestra vida privada, que luchar por la justicia social, pero seguir actuando en nuestra vida privada injustamente.

lunes, 28 de junio de 2010

Tim Keller y su libro para escépticos







Hace un tiempo, estando en el Crisol del Óvalo Gutiérrez, me llamó la atención un libro publicado por el Grupo Editorial Norma, de caratula negra y letras plateadas, llamado “En Defensa de Dios”. Su autor era un tal Timothy Keller. Al leer más detalles de la contratapa del libro caí en cuenta que el libro no era otro sino la traducción en español de “The Reason for God”, un libro que un amigo, quien había conocido a Keller en persona mientras vivía en la ciudad de Manhattan, me había recomendado leer un tiempo atrás (curiosamente el título del libro de Keller en Español es el mismo con el que han traducido el libro de Karen Armstrong, “The Case for God” de Paidós).

El libro de Tim Keller fue, según la lista del New York Times, un best-seller, ubicándose como el séptimo libro más vendido en marzo de 2008, entre los libros de no-ficción, razón suficiente para que Editorial Norma lo haya publicado en español. Hace unos pocos días, en todos los crisoles de Lima, quedaban poco menos de treinta ejemplares. Hoy día, pasando por el Crisol del Óvalo Gutiérrez, pude constatar que sólo quedaba uno en ese crisol.







“En Defensa de Dios” está principalmente dirigido a escépticos, agnósticos y ateos, y ha sido escrito con mucha acuciosidad, lucidez y cuidado, tomando en cuenta diversas disciplinas como la historia, la filosofía, la física, entre otras. Keller plantea una serie de argumentos en pro y en contra no sólo sobre la existencia de Dios, sino también, en forma más específica, sobre el cristianismo, y sobre aspectos que a mucha gente le resulta difícil de entender como qué implica la salvación por gracia y el porqué del sacrificio de Jesús. Hay también una rica reflexión sobre temas como la libertad, el amor, el relativismo moral. Sorprendente y lúcida es, también, la explicación que hace Keller sobre la esencia de un Dios de amor y su estrecha relación con la idea de un Dios trino.




Su deseo de llegar a un público escéptico lo llevó instalarse, a fines de los 80s, en Manhattan, quizás una de las ciudades con la población más escéptica en todo los Estados Unidos, y levantar su ministerio allí. Hoy en día, 20 años después, su red de ministerios tiene cerca de 6000 asistentes cada fin de semena. Su libro, según cuenta Keller, es, en gran parte, resultado de la interacción con todo ese grupo de gente, sumamente instruída y escéptica que llegó a su iglesia.




En la introducción de su libro, Keller cuenta sus primeras dudas teológicas, -algunas con las que me siento identificado, aunque sin reaccionar con la lucidez que caracterizó a Keller-, así como las distintas visiones cristianas a las que fue confrontado siendo adolecente. Hay, sobre todo, un deseo de buscar y encontrar respuestas a sus dudas y no adormecerse por la duda o por una respuesta que sea simplemente funcional, pero que carezca de sentido y profundidad. Así, en la introducción de su libro, Keller cuenta que:

«Cuando llegué a la adolescencia, a comienzos de los años 60, asistí al curso de confirmación, de dos años de duración, que cubría creencias y prácticas e historia cristianas. Su objetivo era hacer que los jóvenes tuvieran una mayor comprensión de la fe y se comprometieran públicamente. Mi maestro durante el primer año fue un ministro retirado. Era bastante tradicional y conservador, y hablaba con frecuencia sobre los peligros del infierno y la necesidad de tener más fe. Sin embargo, en el segundo año, el instructor era un joven clérigo recién salido del seminario. Era un activista social y albergaba dudas profundas sobre la doctrina cristiana tradicional. Fue casi como recibir instrucción sobre dos religiones diferentes. En el primer año, estuvimos ante un Dios santo cuya ira solo podría aplacarse luego de grandes esfuerzos y de pagar un precio alto. En el segundo año, nos hablaron de un espíritu de amor en el universo, que básicamente nos pedía que trabajáramos por los derechos humanos y la liberación de los oprimidos. La pregunta que más quería hacerle a mi instructor era: “¿Quién de los dos está mintiendo?”. Sin embargo, no se es tan atrevido a los catorce años, así que mantuve mi boca cerrada.

Posteriormente, mi familia asistió a una iglesia más conservadora, perteneciente a una denominación metodista. Durante años, esto fortaleció lo que podría llamarse como el “fuego infernal” de mi formación religiosa, aunque el pastor y los feligreses eran personas maravillosas. Y luego asistí a una universidad de buen nivel, liberal y pequeña del noroeste, que no tardó en echarle agua al fuego infernal de mi imaginación.

Los departamentos de historia y filosofía estaban radicalizados socialmente, y fuertemente influidos por la teoría crítica neomarxista de la Escuela de Frankfurt. En 1968, esto era algo muy emocionante. El activismo social era particularmente atractivo, y la crítica de la sociedad burgesa estadounidense era convincente, pero sus postulados filosóficos me resultaban confusos. Yo parecía estar ante dos alternativas, y ambas tenían algo completamente errado. Las personas más apasionadas por la justifica social eran relativistas morales, mientras que los virtuosos en términos morales no parecían interesarse en la opresión que reinaba en el mundo. Yo me sentía atraído emocionalmente por la primera opción: ¿quién no lo haría? İLiberar a los oprimidos del mundo y acostarse con la persona que deseabas! Pero siempre me hacía la misma pregunta: “Si la moralidad es relativa, ¿por qué no lo es también la justicia social?”. Esto parecía una fuerte inconsistencia de mis profesores y sus seguidores. Sin embargo, pude ver la gran contradicción de las iglesias tradicionales. ¿Cómo podía refugiarme en el cristianismo ortodoxo que apoyaba la segregación en el sur de los Estados Unidos y el apartheid en Sudáfrica? El cristianismo comenzó a parecerme muy irreal, aunque yo era incapaz de encontrar otra forma de vida y de pensamiento que fuera viable.

En aquel entonces no lo sabía, pero esta “irrealidad” espiritual surgía a partir de tres obstáculos que había en mi camino. Durante mis años universitarios, dichos obstáculos se desmoronaron y mi fe se consolidó, influyendo en mi vida. El primer obstáculo era de carácter intelectual. Una serie de preguntas profundas sobre el cristianismo me confrontaban: “¿Qué pasa con las demás religiones? ¿Qué pasa con el mal y el sufrimiento? ¿Cómo puede un Dios bondadoso juzgar y castigar? ¿Por qué creer en algo?”. Comencé a leer libros y argumentos en pro y en contra, y de una manera lenta pero segura, el cristianismo comenzó a tener más y más sentido. En este libro expongo porqué sigo pensando esto.

El segundo obstáculo era interior y personal. Cuando somos niños, la credibilidad de una fe puede descansar en la autoridad de los demás, pero cuando alcanzamos la edad adulta, también hay una necesidad de tener una experiencia personal y de primera mano. Aunque yo había “elevado mis plegarias” durante varios años, y a veces experimentaba una sensación espiritual y estética de asombro al contemplar el mar o las montanas, nunca había sentido personalmente la presencia de Dios. Esto no requería un gran conocimiento de las técnicas para rezar, sino un proceso en el cual aceptara mis propias necesidades, defectos y problemas. Fue doloroso, y como es usual, fue una consecuencia de mis fracasos y decepciones. Necesitaría escribir otro libro para abordar dichos aspectos. Sin embargo, tengo que decir que las experiencias relacionadas con la fe nunca son simples ejercicios intelectuales.

El tercer obstáculo era de carácter social. Necesitaba encontrar a toda costa una “tercera opción”, un grupo de cristianos que se preocuparan por la justicia en el mundo, que estuviera basada en la naturaleza de Dios y no en sus pensamientos subjetivos. Cuando encontré a esa “banda de hermanos” y hermanas (¡igualmente importantes!), todo empezó a cambiar para mí. Estos tres obstáculos no desaparecieron rápidamente y con un orden predeterminado; más bien, estaban entremezclados y dependían mutuamente. No los confronté de un modo metódico. Solo en términos retrospectivos puedo ver cómo actuaban juntos estos tres factores. Como siempre había buscado esa tercera opción, me interesé en conformar e iniciar nuevas comunidades cristianas. Esto significa ministerio, así que entré a él pocos años después de terminar la universidad.»

Comparto mucho de lo que Keller manifiesta. Yo he experimentado de manera especial los dos últimos obstáculos que él señala. Pero, lo más increíble de todo es que, como Keller dice, sólo he podido identificar de manera retrospectiva que estos eran obstáculos importantes para mí. La ironía de todo es que muchas veces no sabemos realmente cuáles son los obstáculos que no nos permiten avanzar y nos mantienen estáticos e inmovilizados.

Más adelante, Keller da un argumento para que tanto escépticos como creyentes se animen a leer este libro:

«Yo les recomiendo dos procesos a mis lectores. Invito a los escépticos a confrontar la “fe ciega” que no ha sido examinada y en las que está basado el escepticismo, y ver lo difícil que es justificar esas creencias ante quienes no las comparten. También invito a los creyentes a confrontar las objeciones personales –y las de la cultura- con respecto a la fe. Al final de cada proceso, incluso si continúas siendo el escéptico o el creyente que has sido, mantendrás tu posición con una mayor claridad y humildad; entonces habrá una comprensión, una simpatía y un respecto por el otro lado que no existían anteriormente. Los creyentes y los no creyentes se elevarán al nivel del desacuerdo en lugar de limitarse a denunciarse mutuamente. Esto sucede cuando cada lado ha aprendido a respetar el argumento del otro en su forma más fuerte y positiva. Solo entonces es seguro y justo estar en desacuerdo. Esto genera civismo en una sociedad pluralista, lo que no es poca cosa».

Un libro altamente recomendable tanto para el ateo, agnóstico y escéptico, así como para el creyente.


domingo, 27 de junio de 2010

Karpov y Kasparov en el Coliseo Dibós

(Karpov y Kasparov al término de la exhibición)

Comparto algunas fotos que tomé y una breve nota de la exhibición de Karpov y Kasparov en el Coliseo Dibós, el martes 22 pasado, organizada por el Instituto Peruano del Deporte (IPD).

Concurrió un buen número de personas y entre ese tumulto de gente pude ver muchas caras conocidas. Fue una gran oportunidad de reencuentro con personas que no veía años. Ahí, confundidos con un público nuevo, estábamos muchos de nosotros, antiguos compañeros y rivales ajedrecísticos universitarios, para recordarnos que nuestro cariño al ajedrez había sobrevivido al paso del tiempo. Algunos no nos veíamos años, pero rodeados de las mesas de ajedrez y los dos enormes pantallas de video a todo color que hacían un zoom de las caras de los campeones, era como si el tiempo no hubiera transcurrido. Ninguno era ya tan vicioso del ajedrez como antaño, pero, como parafraseando aquella canción de Flash Strato, uno podía hasta decir que "era la misma vieja forma, era el mismo viejo vicio". Por un momento, todo era ajedrez, otra vez.

Tuve la suerte, gracias a Carla Córdova del IPD, quien gentilmente se tomó el trabajo de darle a Karpov y Kasparov un par de mis libros de ajedrez que más aprecio, de obtener las firmas de estos campeones. Karpov me firmó el “Mosaico Ajedrecístico”, aquella joya ajedrecística que escribió junto a E. Guik en 1984. Kasparov hizo lo propio con la versión americana del libro que escribió el 2004 sobre Bobby Fischer en la cuarta entrega de la serie “Mis grandes predecesores”. La idea de hacerle firmar este libro a Kasparov la tomé de James Alvis. Me pareció inspirada la idea de obtener la firma de Kasparov en el libro que escribió sobre Bobby, mi ídolo ajedrecístico por años. Dos nombres que, después de todo, están ligados estrechamente aunque los separen 20 años de vida.


(Karpov y Kasparov)

Es imteresante contrastar los dos tipos de firmas. La de Karpov parece haber sido trazada con calma, mientras que la Kasparov de una forma intempestiva. Curiosamente, sus estilos de juego también corresponden a esas características.

Karpov, calmo, mientras meditaba su próxima jugada, alzaba a veces su mano derecha y se tocaba debajo de la oreja como rascándose, pero sin hacer mayores gestos con el rostro. Kasparov, en cambio, se rascaba la nuca como reaccionando a un agudo picazón y no pocas veces gesticulaba y sacudía la cabeza. Dos fortísimas personalidades, diferentes en casi todo menos en su devoción al ajedrez, que por una serie de circunstancias fortuitas coincidían en Lima.



Pasadas unas horas del encuentro, uno de mis amigos me manda un mensaje de texto, como si recién hubiera reaccionado a lo que acababa de ver, el cual decía “no puedo creer que haya visto a Karpov y Kasparov juntos”. No respondo, pero iba pensando en lo mismo...

domingo, 20 de junio de 2010

Recordando tiempos dorados

(Karpov y Kasparov)

Nota: se adelantó el horario de 6:00 PM a 4:30 PM (22/06/10)

Como un sueño hecho realidad, Karpov y Kasparov nos visitarán esta semana para promocionar el ajedrez en el Perú, gracias a las gestiones del Instituto Peruano del Deporte. De paso, las dos Ks vendrán a hacer campaña a favor de la candidatura de Karpov a la presidencia de la FIDE.

Ambos ex campeones mundiales estarán este martes 22 en el Coliseo Dibós desde las 4:30 PM. Una cita infaltable para quienes vimos, por cerca de una década, la disputa por la supremacía mundial entre estos dos extraordinarios jugadores, cuyos nombres están entre los mejores ajedrecistas de la historia, junto a nombres como los de Capablanca, Alekhine y Fischer.

Karpov y Kasparov protagonizaron la más prolongada rivalidad sobre el tablero en la historia del ajedrez. El estilo de Karpov, racional y lógico, con una marcada tendencia hacia posiciones claras en las cuales un cálculo preciso permitía encontrar la variante ganadora, contrastaba notoriamente con el estilo de Kasparov, marcadamente táctico y dinámico, con tendencia hacia posiciones complicadas, en las cuales el cálculo no bastaba para orientarse durante el juego, sino que debía ser auxiliado por la intuición.

La lucha entre las dos Ks fue una batalla de estilos que ha estado presente en toda la historia del ajedrez, desde el match entre Anderssen y Morphy, pasando por el match entre Capablanca y Alekhine. Una especie de choque entre tesis y antítesis que siempre ha producido un significativo avance en el ajedrez.

Para las dos Ks esa lucha terminó. De antiguos rivales han pasado a ser buenos amigos que se tienden la mano. Gracias a ello, tendremos la suerte de verlos juntos este martes. Una cita infaltable con un pasado dorado.

Para terminar esta breve nota, y como estamos en tiempos del Mundial, les dejo un video de Karpov con Maradona, del año 2005, cuando el genio ruso visitó al diez del fútbol más famoso de los últimos tiempos. Luego de su cita con el famoso diez, Karpov fue entrevistado, en el Programa Mañanas Informales de la TV argentina, por Jorge Ginzburg, conductor argentino quien falleciera el 2008.

¿Será que alguien de la TV local se anime a entrevistar a Karpov y Kasparov? Esperemos que sí.


Karpov con Maradona

domingo, 6 de junio de 2010

Final de LOST: See you in another life, brother!


Como más vale tarde que nunca, diré algunas pocas cosas sobre el final de LOST. A buena parte de seguidores de la serie no les gustó el final. Definitivamente no me encuentro en esa parte. El final de LOST me pareció uno de los mejores finales imaginables de la serie. Inteligentemente, creo, descansó no tanto en los secretos de la isla, que terminaron parcialmente revelados, sino en el drama humano de los personajes, que a lo largo de la serie ha sido el elemento principal que la ha distinguido de otras series de aventuras, ciencia ficción y fantasía (porque LOST tuvo de todo esto y más).

Los misterios de la isla, al menos los principales, fueron resueltos en los capítulos previos al final, y aun cuando al final quedaron no pocos cabos sin atar, el drama de cada uno de los personajes quedó resuelto y cerró el círculo. Gian Carlo Román hace un comentario muy interesante al respecto, en su blog el Ciudadano Pop, con el que coincido plenamente:

"Mucha gente se queja que no respondieron preguntas, pero miremos lo que pasa cuando los escritores deciden revelar misterios: terminamos con capítulos como el de Richard o el de Jacob y su hermano. ¿Son buenos? Sí, seguro. Puede ser. Pero no le pisan ni los talones a los mejores capítulos como The Constant y Exodus que tienen particularidad de ser justo dos de los capítulos que nos dejaron con más preguntas”.

El final fue justificadamente emotivo, pero sin caer en el sentimentalismo. El reencuentro entre varios de los personajes, que empiezan a despertar y a cobrar conciencia de que los unía una experiencia pasada y sobre dónde estaban en realidad, fue el principal ingrediente del capítulo final. Creo que fue muy consistente el rol que desempeñó cada personaje en la supuesta vida paralela (casi todo el mundo había asumido que era un mundo futuro alterno o un mundo paralelo, pero, al final, los productores se encargaron de demostrarnos que no era ni lo uno ni lo otro).

Me gustó el rol de Desmond en esta historia paralela, una suerte de Morfeo de Matrix, quien tenía la misión de despertar a cada personaje y hacerle caer en cuenta sobre la realidad en la que está (la muerte). Resultó consistente con sus habilidades en la isla. Me gustó, asimismo, la idea de que Jack haya sido el último en cobrar conciencia de dónde estaba, pues siempre se sintió responsable de sacar con vida de la isla a los seis sobrevivientes y, por tanto, debía ser muy reacio a aceptar que había fracasado (aunque sea sólo en apariencia). También, me gustó el hecho que, de los seis sobrevivientes, sólo Kate y James hayan logrado escapar con vida de la isla, pues eran quienes aún tenían asuntos pendientes con la sociedad. A su vez, me pareció inteligente que haya sido Jack el sucesor inmediato de Jacob (casi no había otra alternativa lógica), pero que terminara pasándole la posta a Hugo. Asimismo, me gustó que quedara bien plasmada la idea de que el paso por la isla de cada uno de los personajes que se reúnen al final en la capilla haya sido el suceso más importante sus vidas, sin importar si lograron escapar de la isla o si murieron en ella intentándolo. Y me gustó, especialmente, que no todos los misterios de la isla hayan sido revelados (¿qué ganábamos con ello?) porque, gracias a que no fue así, la isla preservará su encanto hasta después del final.

See you in another life, brother!

domingo, 2 de mayo de 2010

Reportaje de la TV Israelí sobre Judíos Mesiánicos

Este es un interesante reportaje de la TV israelí sobre los judíos mesiánicos en Israel. Como se sabe, los judíos mesiánicos son judíos conversos que reconocen a Jesús como el Mesías, pero no son considerados como judíos por la mayoría de judíos en Israel. Son, más bien, rechazados. Según el reportaje hay cerca de 15 mil judíos mesiánicos en Israel. Los mesiánicos consideran igual de sagradados el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento y que no hay contradicción entre ambos. Aunque no se les permita predicar con libertad, reclaman su derecho de poder difundir su fe libremente en su comunidad...

domingo, 25 de abril de 2010

Intuición y razón


Es un error nada infrecuente la tendencia a desdeñar el poder de la intuición dentro de un proceso de análisis racional. Un producto eminentemente racional puede haberse servido de la intuición, aun cuando nada en el producto final refleje rastros del aporte intuitivo. La ciencia, por ejemplo, está llena de historias que confirman el poder de la intuición. Muchos grandes inventos y descubrimientos científicos fueron producto de la intuición. De ella se valió Isaac Newton para vislumbrar lo que después, demostrándolo a través de un proceso racional, fue la famosa Teoría de la Gravitación Universal. De ella se valió también Arquímedes para demostrar el principio que lleva su nombre que determina la magnitud de la fuerza de empuje que experimenta un cuerpo sumergido en el agua. Y de ella se valió Einstein para formular su Teoría de la Relatividad. A Einstein se le atribuye, además, haber afirmado que la única cosa realmente valiosa es la intuición.

La intuición permite al científico orientarse hacia el sendero correcto o ver aquello que aún no es visible para el resto de mortales. Una poderosa intuición permite ver toda la figura que se oculta tras la ausencia de ciertas piezas de un rompecabezas, aun cuando haya pocas de ellas. Lo que para algunos puede significar una figura sin sentido, para alguien con un poderoso sentido intuitivo puede significar una figura completa. De la intuición se valen también los ajedrecistas cuando juegan al ajedrez. De ella se ha valido, como lo ha reconocido más de una vez, Kasparov para encontrar secuencias ganadoras durante una compleja partida de ajedrez.

Lo contrario también es cierto; es decir, que la intuición se apoye o fortalezca mediante un proceso racional, aunque esto sea más difícil de comprender. Me explico: nuestra capacidad intuitiva se potencia a medida que crece nuestra experiencia. (Según Kasparov, quien es incluso más radical al respecto, no se puede tener intuición en algo en lo que se tiene poca experiencia). Hay, necesariamente, un mecanismo racional que nos permita procesar nuestra experiencia y arribar a los convencimientos o cuasi-certezas con la ayuda de la intuición, tal vez a nivel subconsciente de manera que somos incapaces de saber que estamos, incluso, razonando. Por ejemplo, las imágenes que captan los ojos de un niño recién nacido significan poco o nada para él porque no puede distinguir las distancias entre objetos ni el sentido tridimensional y, por tanto, las figuras frente de él constituyen una masa sin una forma definida. Sólo la experiencia le permite a un recién nacido reconocer que los objetos se mueven y que tienen dimensiones. Por ejemplo, al captar que un objeto a medida que se aleja se reduce de tamaño y a medida que se acerca aumenta, le permite a éste entender que los objetos tienen dimensiones. Así, mientras mayor es nuestra capacidad analítica, mayor es la posibilidad de aprovechar nuestra experiencia; y mientras mayor es nuestra experiencia, mayor será nuestra capacidad intuitiva. El analizar nuestra experiencia nos permite entender cómo ocurrieron ciertos eventos y encontrar patrones de comportamiento en el mundo que observamos y, por medio de esos hallazgos, desarrollar nuestra intuición, apoyándonos en métodos racionales.

Dicho todo esto, sin embargo, no sabemos qué es primero, si la capacidad de razonar o de intuir, o si, más bien, ambas ocurren simultáneamente. Yo creo que, aun cuando no podamos tener certeza absoluta de la respuesta, lo que resulta innegable es que no sólo el poder de la razón sino también el poder de la intuición nos ayudan a comprender el mundo que nos rodea.

domingo, 11 de abril de 2010

"Dame tus ojos"

“Dame tus ojos”, de Marcela Gándara, tiene cerca de nueve millones de visitas en youtube, un número bastante significativo para cualquier canción, sea del género que sea. No es la única canción de Marcela cuyas visitas sobrepasan los millones, y eso no sólo porque haya un gran número de cristianos para los cuales sus letras puedan tener un significado especial, sino porque ella tiene una bella voz, una voz privilegiada.


Les dejo, además, “Supe que me amabas”, una canción que, a muchos cristianos, nos lleva al momento en que entendimos, al fin, el amor de Dios a través de Cristo.

"Supe que me amabas"

viernes, 9 de abril de 2010

Un lobo en treinta y tres palabras

(Ilustración tomada de la carátula del libro: "El gran libro del lobo feroz")


Últimamente he estado más distraído que de costumbre y dejado prácticamente mi blog de lado, respondiendo sólo algunos comentarios. Tras unas semanillas, lo retomo con un post express de un brevísimo cuento de Ana María Shua (Buenos Aires, 1951) de tan sólo 33 palabras, que extraigo de su libro “La Sueñera” (1984).

“Con una mueca feroz, chorreando sangre y baba, el hombre lobo separa las mandíbulas y desnuda los colmillos amarillos. Un curioso zumbido perfora el aire. El hombre lobo tiene miedo. El dentista también”.

lunes, 15 de febrero de 2010

Anhelo de Libertad



x Carlos Tovar

Una de las cosas que como seres humanos más anhelamos es ser libres. Concebirnos y sentirnos seres libres. Sólo en libertad podemos volcar la esencia de nuestro ser, manifestarla y proyectarla hacia los demás. Existir y sentir plenamente. Ser nosotros.

Lo primero que pensamos cuando anhelamos ejercer nuestra libertad es el poder decidir por nosotros mismos lo que queremos hacer y cómo queremos hacerlo. Ciertamente actuar así puede ser un ejercicio de libertad, pero también de esclavitud. Me explico: la libertar de actuar no es lo mismo que ser libres, aunque se tienda a asumir que se trata de lo mismo. Podemos actuar soberanamente, sin aparentes limitaciones, pero conducidos por nuestros recelos, fobias, impulsos o rencores. Lejos de ser libres terminamos arrastrando cadenas. La libertad, antes que nada, consiste en ser libres de sentimientos que nos encadenan, que nos atan de manera sutil pero profunda, que nos impiden ser verdadera y auténticamente nosotros y ser mejores personas.

La mayor parte de las veces, estos mutiladores de libertad aparecen tempranamente en nuestras vidas, siendo pequeños aún, tanto que muchas veces no somos capaces de darnos cuenta que están allí, que conviven con nosotros y que nos dominan. Con pequeños eslabones van construyendo cadenas que, con el paso del tiempo, tienden a ser gradualmente más largas y pesadas. Parecería incluso que es casi imposible crecer sin arrastrar alguna cadena.

Cuando somos niños somos más libres, pero también más susceptibles a que se nos causen heridas que luego nos quiten libertad, nos predispongan a ciertas conductas en nuestra vida posterior. Las heridas creadas en un niño lo pueden condicionar a actuar en su vida adolecente y adulta de manera destructiva para con los demás y para consigo mismo (lo destructivo termina siendo, además, autodestructivo). Conforme crecemos van haciéndose más fuertes o apareciendo nuevas, producto de malos hábitos desarrollados durante nuestra vida adolecente o adulta, o, repentinamente, producto de un trauma. Algunos podemos terminar siendo esclavos del rencor y la intolerancia. Algunos otros, de la mentira y la infidelidad. Otros, de la ira y los deseos de venganza.

Todos estos sentimientos son cadenas que merman nuestra libertad, y aunque tal vez son menos visibles que aquellas causadas por la dependencia al alcohol y las drogas, pero no menos esclavizadoras que ellas. Entre todas ellas hay tres grandes esclavizadores y mutiladores de nuestra libertad a las que me referiré: la mentira, el rencor y la codicia. Son cercenadores de nuestra libertad porque nos afectan en lo más íntimo y trastocan nuestra capacidad de relacionarnos con nuestros pares, de vivir en paz. Calan tan profundo en nosotros que a veces es difícil saber que están ahí, cimentadas a través de los años, desde niños, pero que, finalmente, terminan reflejándose en nuestros actos y en nuestra forma de actuar con el resto de personas.

El rencor nos ata y une a la persona que nos ofendió de una manera intensa. Por paradójico que resulte la persona que menos queremos tener cerca resulta ser la más cercana mientras guardemos rencor por ella. El perdón, por el contrario, nos libera. Nos libera incluso si la persona a la cual perdonamos no es consciente del daño que nos causó, o aun si ni le interesa nuestro perdón. Sin embargo, como el rencor es un sentimiento tan profundo y entremezclado con otros sentimientos, perdonar es mucho más complicado que el sólo desear perdonar. Sólo cuando nos damos cuenta que el perdón es primordialmente un acto de piedad hacia nosotros mismos, es que tenemos mejores posibilidades de ejercerlo como un acto de libertad. La mentira es también una gran mutiladora de nuestra libertad. Una mentira nos lleva a otra y a otra y a la construcción de una vida basada en el engaño y dependiente de él. Cuando mentimos somos incapaces de ser libres porque no somos capaces ni siquiera de ser libres de nuestras falsedades. Y pueden crecer al punto que llegamos a ser dependientes de ellas y creernos nuestras propias mentiras para poder sentirnos bien con nosotros mismos. Mentir es no aceptarse así mismo, avergonzarse de uno. La verdad, por el contrario, es liberadora y es, como explico luego, la mejor arma para empezar a ser libres. La codicia, por su parte, ata nuestra libertad a los deseos de riquezas, de lo material, matando el valor que debiéramos darle a nuestras relaciones personales porque condicionamos nuestro bienestar a lo material. Cuando codiciamos, nuestra necesidad y dependencia crece. Perdemos libertad. [El dinero no puede comprar nuestra libertad, sino, por el contrario, convertirse en una cadena más de dependencia. Las “libertades” que alcanzamos con dinero son falsas libertades. La comodidad no es libertad]. La codicia nos envilece, nos trae frustración, nos confronta con el resto y con la realidad. Nos trae ansiedad, nos quita paz.

No nacemos con estas cadenas, sino que se agregan nuestras vidas. Debemos sacarlas de nuestras vidas, si queremos ser verdaderamente libres. Para lograr una libertad que dependa más de lo que sentimos que de lo que hacemos, porque la libertad se manifiesta más en lo que sentimos que en lo que hacemos. Una libertad que debiéramos sentir aun si estamos entre cuatro paredes. Solos o acompañados. Con dinero o sin él. Para ello lo primero es aceptar que esas cadenas existen y que nos pesan. Encararlas con verdad. La verdad nos libera, nos quita peso de encima. Cuando nos confrontamos con la verdad es cuando empezamos a ser verdaderamente libres. La verdadera libertad que debiéramos desear, primero que nada, es aquella que aun en ausencia poder decidir a dónde ir o qué hacer, ―ya sea por limitaciones materiales, físicas o circunstanciales―, nos permite recuperar nuestra naturaleza y esencia. Nuestro ser humano. Y vivir en paz.

domingo, 7 de febrero de 2010

La fe no camina sobre cadenas


Probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y disfruta la vida” es, además del slogan de la conocida campaña atea iniciada el año pasado en España, también el título del libro de Gabriel García Volte y Joan Carles Marset, dos escépticos que exponen sus dudas y objeciones a la existencia de Dios, en esta publicación de noviembre de 2009.

En general, tanto los argumentos a favor de la existencia de Dios como los argumentos en contra de ella sirven por igual a quienes creemos en Dios. Los argumentos en contra constituyen, cuando están bien sustentados, una forma de fortalecer nuestra fe, desafiándola y contrastándola. La ponen a prueba. Quizás por ello, cuando vi el libro me apresuré a leerlo para conocer qué razones exponía. Una de ellas es el argumento de que “[s]in la muerte, la religión no existiría, porque resultaría absolutamente superflua. Si el hombre fuese inmortal no necesitaría que nadie le susurrase al oído el sometimiento a ningún Dios” (Pág. 156). Sobre este argumento me gustaría hacer unos breves comentarios.

Para que lo que dicen los autores sea mínimamente consistente debiera suceder que todas las creencias religiosas deberían estar basadas en la creencia de un alma inmortal o una vida después de la muerte. Ello, sin embargo, no ocurre. La historia registra creencias religiosas que niegan la existencia de un alma inmortal y en la vida después de la muerte. Los saduceos, por ejemplo, creían en Dios, en el sentido mosaico, pero no creían en la vida después de la muerte, ni en la resurrección de los muertos. Para ellos la vida terminaba con la muerte, no había nada más ― es muy conocido un pasaje de los evangelios en los que Jesús debate con un grupo de saduceos sobre la vida después de la muerte―. Lo más curioso de todo es que en otra página de su libro, inadvertidamente, sobre otro tema, y como olvidándose del argumento en cuestión, los autores hacen referencia a la existencia de los saduceos, aunque sin nombrarlos. En efecto, cerca de treinta páginas más adelante los autores dicen: “En época de Jesús de Nazareth aún había judíos que defendían que no había vida después de la muerte, pues esta explicación no tenía justificación doctrinal en los textos sagrados” (Pág. 187). Una clara forma de auto dinamitarse el piso por parte de García y Marset. Y es que mientras el hecho que todas las culturas crean en la existencia de un ser superior resulta algo completamente normal para los creyentes, para los escépticos no. Para estos últimos ello tiene que ser explicado por alguna otra razón, distinta a la existencia de un ser supremo. Ese afán, creo, a veces los lleva a crear argumentos forzados como el que cito en el caso de estos dos autores. ¿Se olvidaron éstos de su argumentación inicial? Parece que sí.

Lo notorio, sin embargo, es que la argumentación de García y Marset se basa en una visión negativa de la fe. El consejo “deja de preocuparte y disfruta la vida” asume que la vida de los creyentes es afligida y aburrida. Como si la fe imposibilitara a los creyentes a disfrutar de la vida. Ciertamente, algunos creyentes, antes y ahora, han contribuido a que se tenga esa visión negativa de la fe. Algunas iglesias la han usado como una atadura, pesada y sufrida, que los creyentes deben estar prestos a cargar. Han proyectado un mensaje duro hacia las personas, confundiendo firmeza en la fe con dureza. Pero no son todas, y me atrevería a decir que tampoco la mayoría. Por otro lado, en mi experiencia personal, lo digo con franqueza, he conocido más gente feliz entre mis amigos creyentes que entre mis amigos escépticos. Incluso más libres, porque, aunque los dos autores lo desconozcan, una de las primeras cosas que la mayoría de recién conversos encuentra es la libertad.

martes, 2 de febrero de 2010

LOST: perdidos en la Isla otra vez



Conozco a por lo menos media docena de personas, entre ellas yo, que empezó a ver LOST cuando la serie tenía ya unas tres o más temporadas en el aire y que tuvo que soplarse todas las temporadas previas en una o dos semanas para estar al día con la temporada de ocasión. Recientemente, una amiga para quien LOST no significaba nada hace muy poco acaba de entrar al grupito nada pequeño de seguidores de LOST ¡mirando las cinco primeras temporadas en dos semanas! Y no es que haya estado de vacaciones sino que la serie sencillamente la atrapó. Cuando se trata de LOST eso es completamente creíble. La serie engancha en one.

Todo el mundo, o mejor dicho, para no exagerar, sus seguidores, tenemos muchas expectativas sobre cómo concluirá la historia de LOST. Salvo algunos tropiezos en la segunda temporada, que por suerte no terminaron por malograrla, las demás temporadas etuvieron notables y terminaron de darle consistencia a la serie. Una serie que ha cruzado varios géneros, tantos que bien podrían algunos decir que es una serie de aventuras; otros, de misterio; otros por allá, de historias sobrenaturales; varios otros, de ciencia ficción; algunos otros, de debates filosóficos y existenciales (lo místico versus lo racional, la lucha entre el bien y el mal); y no pocos, de romance (sí, también cabe ese género).

Muchas fichas han sido mostradas ya para la temporada final, pero quedan varias cosas por definir. Conforme se acerque el capítulo final la conclusión se hará más evidente y el final más predecible, por lo menos con respecto a todo el misterio que rodea a la isla. Espero que, en ese respecto, el final sea coherente y que el afán por sorprender al público no termine por crear un final sin sentido o forzado (se pueden hacer giros inesperados cuando quedan muchos capítulos para poner más piezas al rompecabezas, pero no tantos cuando quedan ya pocos). El arte de los creadores estará en manos más de su maestría para contar historias en las que más o menos se puede intuir el final [un arte que, dicho sea de paso, dominan a la perfección, si recordamos varios capítulos con ese corte, especialmente “LaFeur”, uno de los episodios con el final premeditadamente más previsible de la 5ta temporada, pero magníficamente contado de principio a fin], que en su maestría para crear giros inesperados. Además, no lo necesitan: la historia tiene otros elementos, además de los giros inesperados respecto a la isla, como el drama individual de cada uno de los personajes, que nos ha envuelto desde que comenzó la serie, que estoy seguro que el suspenso estará garantizado hasta el fin.

:)

domingo, 24 de enero de 2010

Conversaciones Absurdas (5)


Direcciones
x Carlos Tovar

- Señor, ¿conoce dónde queda el Edificio Valverde?

- Claro, joven, queda cerca. Vaya directo cuatro cuadras, luego doble a la izquierda tres cuadras y en enseguida doble a la derecha tres y llega justo donde está ese edificio. Está justo en la esquina.

- OK, ¡muchas gracias!

- De nada joven… ¡Espere! Otra forma más fácil de llegar es si avanza dos cuadras, luego dobla tres cuadras a la derecha, y finalmente cinco a la izquierda…

- No entiendo…

- ¿Qué no entiende?

- Querrá decir “tres cuadras a la izquierda”, ¿no?...

- No, a la derecha... mmm ¿yo pensé que usted no conocía dónde quedaba el edificio?

- No, no es que conozca sino…

- Entonces, ¿cómo sabe que no es tres cuadras a la derecha?

- Es que si inicialmente me dijo que suba cinco cuadras, doble a la izquierda tres cuadras y avance luego cuatro cuadras a la derecha, termino en el noreste; pero si luego, de la otra forma que me indica, me dice que avance dos cuadras, luego doble tres a la derecha y suba cinco a la izquierda, termino en el sureste. ¿Se da cuenta?

- Tiene usted razón. Es a la izquierda, tres cuadras a la izquierda… ¡Eso!

- Ok, grac…

- ¡Espere! Más fácil aun... ¿Ve esa enorme antena allá?

- Sí, ¿por qué?

- ¡Esa antena está justo sobre el edificio que busca!

- Espere, espere, esa antena está en el sureste, no en el noreste… o sea, en realidad, sí eran tres a la derecha…

- Verdad ¿no?, pero no importa si es sureste o noreste joven, lo que importa es que el edificio que busca está justo debajo de esa antena.

- OK, bueno, de esa manera llego al edificio Valverde… muchas gracias.

- ¿Valverde? ¿No dijo que era Velarde?

- No, no. Dije Valverde… busco el Edificio Valverde no el Edificio Velarde.

- ¿Está seguro?

- ¡Por supuesto que sí! No sé qué cosa será el Edificio Velarde, ¡yo quiero ir al Edificio Valverde!

- Uy, ese edificio no lo conozco, joven, al menos no lo he visto por acá nunca…

- Bueno, menos mal que me di…, digo, nos dimos cuenta a tiempo…

- Si, menos mal que nos dimos cuenta, pero déjeme preguntarle a mi sobrina que ella debe saber dónde está ese edificio que busca…espere un minuto…

- …..

- ¡Joven, ya sé dónde queda! … ¿Joven? ¿Dónde se metió?... Ah, seguro el joven se dio cuenta que sí buscaba el Edificio Velarde…

lunes, 11 de enero de 2010

Pablo recordando su camino a Damasco

(Imagen del filme "Pablo de Tarso, el último viaje", 2009)

x Carlos Tovar

Sudoroso y agitado recordó aquella vez que, complacido, vio morir a Esteban a pedradas. Recordó cómo, con autoridad y soberbia, había asentido la muerte de aquel hombre. Creía, entonces, que tenía que exterminar a todos y cada uno de esos herejes quienes se habían atrevido a seguir a un hombre a quien llamaban Salvador y afirmaban haber visto resucitado tras su crucifixión. A Aquél que se había atrevido a desafiar a los fariseos como él, dejándolos en ridículo más de una vez ante los ojos del pueblo. Recordó cómo, con celo, guardaba, al pie de la letra, los ritos heredados de los padres de sus padres para honrar a Dios, a quien tanto amaba. Recordó también cómo, camino a Damasco, persiguiendo a esos a quienes llamaba herejes, una Luz lo encegueció y oyó una voz preguntarle “¿Saulo, por qué me persigues?”. Y supo que era la voz de Aquél, y recordó que sólo entonces supo que Aquél a quien perseguía era el mismo a quien tanto amaba. Y recordó cómo desde ese día se había convertido de perseguidor a seguidor y perseguido, predicando el mensaje de Aquél a quien antes persiguió. Rememoró como Aquél había advertido que él, ahora perseguido, iba a padecer por Su causa. Y recordó que desde entonces dejó su antiguo nombre, Saulo, el cual significaba “el deseado”, por el otro, Pablo, que significaba “el más pequeño entre todos”, nombre con el que ahora todos los conocían y que llevaba con orgullo. Y se acordó cómo, tras su conversión, su gratitud por Aquél lo había vuelto peregrino, viajero incasable y epistolero en pro de una causa que varias veces, como hoy, lo había puesto al borde de la muerte. Recordó aquellos años que estuvo preso predicando la obra de Aquél, y todas las torturas, hambres y padecimientos que pasó por Su causa. Se dijo así mismo, como una vez se lo había escrito a sus hermanos en Roma, que no se avergonzaba del evangelio, porque era poder de Dios. Recordó las burlas que hacía la gente al mensaje de salvación que predicaba, pero se dijo así mismo, como se lo había dicho a sus hermanos en Corintio, que el evangelio de Aquél era escándalo para los judíos y locura para los gentiles, y se sintió reconfortado al pensar así. Pasó sus manos por sobre las marcas de látigo que le habían dejado sus perseguidores, viejos compañeros quienes antes lo miraban con respeto y ahora buscaban acallarlo, y volvió a recordar que Aquél había advertido lo que él iba a padecer por Su causa. Ahora que estaba punto de morir, se repitió para sí mismo lo que había dicho más de una vez, que el morir le sería ganancia; porque finalmente estaría ante la presencia de Aquel a quien ahora, y desde Damasco, llamaba Salvador. Ahora que se había decretado su muerte, que la sangre de sus hermanos era derramada por todos lados, recordó su viaje camino a Damasco y su conversión, y se sintió agradecido porque desde entonces, aunque había padecido mucho, había conocido a Aquél. Y recordó que ya no tenía de qué afligirse, que en un abrir y cerrar de ojos, cuando la muerte lo cubriese, estaría con Aquél que dio su vida para que él, y todos en los que en Él creen, vivan para siempre.

(Relato basado en la vida de Pablo, el apóstol de los gentiles)

viernes, 8 de enero de 2010

El caso de la FDPA: Hay que saber cuándo abandonar


Asurancetúrix, el bardo de la aldea gala de Asterix, tiene, como la historieta de este último personaje cuenta, las opiniones divididas sobre su talento para tocar la lira: él piensa que es genial y los demás que es un desastre. Me temo que algo así está pasando con el Presidente de la Federación Deportiva Peruana de Ajedrez (FDPA), Milton Iturry, y la comunidad ajedrecística peruana. Y como el pintoresco bardo, Iturry no se da por aludido.

Comprensiblemente, la reciente noticia de desafiliación de Perú de la FIDE, por incumplimiento de pago por parte de la FDPA, ha terminado de derramar el vaso de la paciencia de la comunidad ajedrecista peruana, la cual, a la cabeza de Julio Granda, ha pedido que su presidente dé un paso al costado y deje el cargo. No se trata sólo de un simple descuido, sino de uno que refleja mucho de lo que está detrás: la escasa capacidad gerencial de la actual FDPA. [Antes de proseguir, debo decir que no me agrada lapidar a nadie, y esta nota en nada lo pretende, pero tampoco me siento cómodo quedándome callado en un tema como éste, que viene afectando la carrera de una serie de talentosos jugadores peruanos].

Ya en el 2008 Iturry causó una serie de críticas entre la comunidad ajedrecística peruana porque el Perú, por primera vez en muchísimos años, quedó fuera de las Olimpiadas de Ajedrez celebradas ese año (ver). En aquella oportunidad, lejos de aceptar su error, a través de un comunicado en la página web de la FDPA, Iturry dio explicaciones insatisfactorias y confusas y, en una reacción inverosímil, trató de echar la culpa a dos personas que nada tenían que ver con la directiva y mucho menos con la responsabilidad de gestionar y obtener los recursos necesarios para hacer posible la participación de Perú en las Olimpiadas en Dresde.

En el Perú, los recursos para el deporte ciencia han sido siempre escasos, pero todos los presidentes previos a Iturry consiguieron enviar al equipo peruano a las olimpiadas de turno. Si habían cosas que no podía dejar de hacer una directiva de la FDPA, una de ellas era, precisamente, asegurar la participación del equipo peruano en las olimpiadas. Pero la actual federación fue incapaz de enviar un equipo y ahora, como confirmando esa incapacidad, ocasiona que la FIDE nos desafilie.

Estas dos cosas, la ausencia de Perú en las últimas olimpiadas y la desafiliación, no son hechos aislados. Para nada lo son. Actualmente hay, por ejemplo, también gran descontento entre los ajedrecistas locales ante el bajo número de torneos. La actividad ajedrecista local se ha reducido y no ha aumentado, contrariamente a lo indicado por Iturry. Los resultados logrados por los hermanos Cori y Emilio Córdova nada tienen que ver con su gestión sino, más bien, son productos del esfuerzo individual o familiar de estos jugadores. Sin embargo, ayer, en una entrevista que un diario local le hizo a Iturry, leí con asombro cómo éste acreditaba a su gestión las conquistas de los hermanos Cori, diciendo: “En mi periodo ha habido grandes logros, como los conseguidos por los hermanos Cori” (ver). La verdad es que la actual directiva de la federación de ajedrez tiene tanto mérito en los logros de los hermanos Cori como lo tiene en el de Kina Malpartida, boxeadora peruana quien hace un año se convirtió en campeona mundial en la categoría superpluma.

Iturry ha pedido disculpas diciendo que este impase (la desafiliación) no volverá a suceder, pero ajedrecistas destacados, -basta mencionar entre ellos a Julio Granda, la voz más reconocida-, han pedido su cabeza. El día de ayer al arribar a Lima, Julio ha declarado: “Me parece que es una gran irresponsabilidad de su parte. Él (Iturry) lo sabía con anticipación. Esta es una gestión que no tiene el mínimo apoyo de los ajedrecistas y como tal, lo más sensato sería renunciar” (ver). En otra entrevista, Granda cuestiona también la forma en la que fue elegido Iturry, haciendo referencia a un tema que es vox populi (ver).

Lo increíble del caso es que Iturry no parece darse por aludido por el descontento que ha generado y dice que seguirá a la cabeza de la FDPA. Yo también creo que debe dar un paso al costado. Sería una actitud elegante y una muestra mínima de sensibilidad ante el malestar de la comunidad ajedrecística por todo lo que va de su gestión. Sería un grave error de su parte mantenerse en el cargo, haciendo oídos sordos, cuando casi toda la comunidad ajedrecista peruana pide que se vaya. Sería como seguir jugando una partida absolutamente perdida, con sólo el rey y ninguna otra ficha, como demostrando ignorancia respecto de las leyes del ajedrez y una falta de respeto a su rival.

Iturry debería evitar hacer con la comunidad ajedrecista lo que Asurancetúrix hace con la aldea gala: persistir en tocar su lira aun cuando toda su aldea le pide que no lo haga. En el ajedrez (y en la vida) hay que saber cuándo abandonar.

martes, 5 de enero de 2010

"Un cactus suaviza..."



Como el año pasado, abro mi primer post del año con una canción. Entre tantas canciones es difícil escoger una, así que me limité a escoger una de uno de mis cantantes favoritos, Gustavo Cerati. Se trata de "Cactus", de su último disco, Fuerza Natural (2009). Para mí, esta canción es una de las mejores de este artista, en cuanto a letra y música. El video corresponde al concierto que dio Cerati hace poco en Buenos Aires, el 20 de diciembre último, y lo acaba de subir JeanmDC al youtube.