jueves, 15 de noviembre de 2007

E. A. Poe

x Carlos Tovar

“Soy nervioso, extraordinariamente nervioso, lo he sido siempre, pero ¿por qué dicen que estoy loco? La enfermedad ha agudizado mis sentidos, pero no los ha destruido ni embotado. De todos ellos sobresale el oído en agudeza y firmeza. Con él he escuchado muchas cosas del cielo, de la tierra y bastantes del infierno, entonces ¿cómo puedo estar loco? Escuchen con que calma, con que serenidad puedo contarles esta historia…” (Edgar Allan Poe, “El Corazón Delator”)

De esa forma soberbia comienza el “Corazón Delator”, uno de los relatos más celebres de Edgar Allan Poe (Boston 1809-Baltimore 1849), el genial e influyente escritor norteamericano, quien muriera trágicamente a los 40 años de edad bajo efectos de Delirium Tremens.

Poe es increíblemente actual y moderno. Ha abarcado diversas ramas y géneros de la literatura. Fue cuentista, poeta y ensayista, y aunque escribió relativamente poco (una sola novela, cerca de setenta cuentos, cincuenta poemas, además de una serie de ensayos) abarcó muchos géneros como el de miedo, el policíaco, el de aventuras y, aunque les cause sorpresa, el humorístico. Justamente, en esta nota quiero resaltar diversidad de la obra de Poe, específicamente en su faceta de cuentista.

La magnitud y trascendencia del legado literario de Poe fue enorme. Basta decir que ha influido, de distintas maneras, en una serie de escritores como Doyle, Verne, Stevenson (muy crítico, pero a la vez admirador de Poe), Lovecraft, Bradbury, Borges, Cortázar, Quiroga, entre otros.

En el género de miedo, del cual es considerado fundador, Poe escribió notables relatos como “La caída de la casa Usher”, “El Barril de Amontillado”, “El Gato Negro”, “El Corazón Delator” (ver dibujo de adaptación al cómic de Alberto Breccia), “El Pozo y el Péndulo”, “Entierro Prematuro” y “El Demonio de la Perversidad”, por mencionar sólo algunos. En este género Poe siempre es un referente inevitable y es fácil reconocer su influencia en otros autores. En sus relatos el miedo proviene fundamentalmente de la psiquis de sus personajes, más que del mundo que los rodea. Y como la fuente del miedo que sienten está en ellos mismos, les es difícil, sino imposible, escapar de él. Sus hombres son atormentados, delirantes, afiebrados. Medio paranoicos. Bordean la locura, sufren alucinaciones (el protagonista de “El Gato Negro” padece de alucinaciones visuales; el de “El Corazón Delator” de alucinaciones auditivas), deforman la realidad, viven atormentados por el miedo a la muerte, por la pérdida de la mujer amada (“Eleonora”, “Ligeia”, “Berenice” y “Morella”). Por su parte, sus mujeres son frágiles, pálidas, enfermizas. Fantasmales, casi inexistentes. Efímeras. Condenadas a una muerte repentina o, peor aun, a una gradual y lenta. Vagan en los cuentos como almas en pena. Estos personajes y sus fobias crean un clima bastante denso y agobiante, e irreal a veces, en el que sólo tenemos certeza de que alguna desgracia acecha a los protagonistas. Al narrar estos cuentos en primera persona, Poe, deliberadamente, no nos permite saber si las circunstancias que los envuelven ocurren tal cual son narradas por ellos o están alteradas por sus mentes delirantes.

En el género policíaco (¡del cual también él es considerado fundador!) Poe escribió tres cuentos “Los asesinatos en la calle Morgue”, “La Carta Robada” y “El misterio de Marie Roget”, los cuales marcaron el inicio del género policiaco y en los que dio vida a Auguste Dupin, indiscutible precursor de Sherlock Holmes, como el propio Conan Doyle admite. En estos cuentos Poe hace gala de su extraordinaria mente analítica. Aunque “Los asesinatos en la calle Morgue” es el más conocido y seguramente el mejor de los tres (Según Borges y Bioy Casares, Poe “No podía prever que inauguraba un género nuevo; no podía prever la vasta sombra que esa historia proyectaría"), “La Carta Robada” es un brevísimo pero exquisito relato donde el talento analítico y de acucioso observador de Dupin se pone en acción para resolver un asunto que a todas luces parece muy singular pero que, como el genio de Dupin demuestra, resulta siendo bastante trivial. “El Misterio de Marie Roget”, aunque de menor calidad que los dos primeros, revela la asombrosa capacidad analítica de Poe; su enorme inteligencia. Como se sabe, Poe se inspiró en el asesinato de Mary Rogers, –una joven que fuera asesinada en los alrededores de New York–, de cuyos sucesos se enteró únicamente a través de la prensa. Lo asombroso es que la hipótesis que Poe elaboró sobre el asesinato de la joven (que versaba en si el asesinato de la joven fue llevado a cabo por un individuo solo o por un grupo de individuos) fue corroborada prácticamente en su totalidad por declaraciones de dos testigos claves, tiempo después que este cuento saliera a la luz (según el recopilador de su obra Edward H. O’Nell). ¡Poe había resulto el crimen sin estar en la escena de los hechos!

En el género de aventuras Poe escribió uno de sus relatos más brillantes, “El Escarabajo de Oro”, un cuento en el cual, con una lógica y precisión matemática asombrosa, un grupo de personas logra descubrir dónde se hallaba escondido un tesoro en forma de escarabajo. Por otro lado, en “La incomparable aventura de un tal Hans Phaall” Poe, haciéndolas de precursor de Julio Verne, narra la travesía de este hombre (Phaall) a la Luna. Por su parte, en “Las aventura de Arthur Gordon Pym (de Nantucket)”, la única novela que escribió, narra la travesía por mar y tierra de un hombre, Pym, quien por una serie de fatales circunstancias se ve envuelto en los más extraños sucesos, enfrentándose a lo desconocido (como los seres que habitaban el interior de la tierra) y a la muerte, que lo acechan a lo largo de su atribulado viaje. (Esta novela quedó inconclusa, justo en una ya célebre parte en la cual el personaje, encontrándose en uno de los polos de la Tierra, ve un enorme objeto blanco. Ese final, o la ausencia de él, dejó muchas dudas sobre lo que Poe quiso escribir y abrió paso a una serie de especulaciones sobre lo que exactamente vio Pym).

El género humorístico, finalmente, ha sido el menos explorado por Poe. Tiene, no obstante, algunos relatos bastante interesantes. Dos ejemplos de ellos son “Los Anteojos” y “El Aliento Perdido”, para mi gusto los más destacables que tiene Poe en este género. En el primero de ellos, cierto día, un hombre joven, quien pese a ser sumamente miope se resiste a usar anteojos, se enamora a primera vista de una mujer a quien cree bella y joven... En “El Aliento perdido” Poe juega con la extraña situación de un hombre que un buen día (mal día, en realidad) pierde el aliento y con las extrañas y no poco jocosas circunstancias que se originan en su vida a partir de ese momento...

Cada quien tiene una propia forma de recordar a sus escritores favoritos. Cuando yo pienso en Poe pienso en atmósferas agobiantes y personajes atormentados, medio paranoicos; en giros inesperados; en situaciones extremas y finales imprevistos; pero, sobretodo, pienso en una mente brillante, increíble y rigurosamente racional, lúcida como pocas. Para mi gran suerte el primer cuento que leí de él (“El Corazón Delator”) cayó en mis manos cuando yo era aún niño, husmeando un libro de texto de Literatura de uno de mis hermanos mayores. Fue en cierto modo providencial que reparase en la foto de un hombre de rostro asimétrico y mirada triste y adusta. Aun más, leer el comienzo del cuento que acompañaba su foto (narrado en primera persona) y notar que el personaje que estaba a punto de contarnos su historia estaba notoria e irremediablemente loco…

Como el cuervo aquel (del poema “El Cuervo” de Poe) que entró por la ventana a los aposentos de un hombre que acababa de perder a su amada y le repetía sin cesar “Nunca más”, sus cuentos también llegaron para decirme que no se irán de mis recuerdos, que no se alejarán jamás, nunca jamás.

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