miércoles, 29 de agosto de 2007

El afán de protagonismo de Alan García

x Camilo Torres

La actuación del presidente García en el terremoto que sacudió la costa peruana ha sido bastante lamentable. No me refiero únicamente a su falta de información, sino también, y peor aun, a su voraz apetito mediático.

Por ese afán, García tenía que ser el primero en llegar, el primero en salir en la foto socorriendo a nuestros desafortunados compatriotas del sur. Por culpa de ello, la ayuda oficial se postergó hasta su llegada al lugar del desastre. García acudió acompañado por sus ministros, quienes evidentemente eran más útiles en Lima que en el lugar del desastre (señores, para eso están el ejército y la cruz roja).

Pero ese afán de figurar, lo sabemos todos, no es reciente. Lo vimos en su primer gobierno. García era un showman. Un día era piloto de helicóptero, al otro conductor de tanque, jinete y, por si fuera poco, trovador e intérprete de “El Rey”. Y claro, a veces era presidente. Ahora es menos histriónico pero igualmente figureti. García sigue creyendo que lo sabe todo, que tiene la palabra precisa y la sonrisa perfecta, que conoce todas las disciplinas, todas las artes, todas las letras. Por eso a cada instante da cátedra, a cada momento corrige a sus ministros, a cada rato da lecciones de buen gobierno. García no sólo es presidente, sino ministro, socorrista, bombero, utilero y aguatero. Lo es todo. Es un victorinox. Un genio de botella. El inspector truquini. MacGyver. Es James Anderson, el protagonista de “Papá lo sabe todo”.

García parece ignorar que no necesitamos un presidente que sepa más que sus ministros. Necesitamos un presidente que tenga una visión clara de hacia dónde quiere conducir al país. Que sepa escuchar a sus ministros. Que no salga todos los días en la radio y en la televisión. Que no se sienta obligado a opinar de todo y por todo. Que sea menos insolente con la prensa. Que no tenga sed de figurar. En otras palabras, que no tenga el afán de ser admirado e idolatrado. Que tan sólo tenga el afán de servir sin tanto aspaviento y recursos mediáticos. Y que, por sobre todas las cosas, recuerde que es falible y humano.

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