martes, 15 de abril de 2008

El Ajedrez: un juego aleccionador

x Carlos Tovar

“El ajedrez es la vida”
Bobby Fischer

“Veo en la lucha ajedrecística un modelo pasmosamente exacto de la vida humana, con su trajín diario, sus crisis y sus incesantes altibajos”
Garry Kasparov

“El ajedrez es semejante a la vida”
Miguel de Cervantes


El ajedrez es un juego bastante complejo, más incluso de lo que la mayoría de no-aficionados pensaría. Muchos se sorprenderían al saber que la práctica profesional del ajedrez requiere de muchas horas de estudio y preparación (los jugadores profesionales, por ejemplo, entrenan cerca de ocho horas diarias); que existen millares de libros sobre teoría ajedrecística; que el número de partidas que pueden surgir desde la posición inicial es tan vasto que ninguna computadora del mundo puede recorrerlo y juzgarlo con precisión; y que los ajedrecistas profesionales necesitan prepararse físicamente para resistir las agotadoras sesiones de partidas en un torneo.

Toda esa complejidad ocurre, sorprendentemente, en un pequeño mundo de 64 casillas, −8 de largo por 8 de ancho−, en el cual dos bandos, cada uno compuesto de 16 piezas, −6 tipos de ellas, distintas en valor y poder−, luchan por alzarse con la victoria. Un mundo diminuto que posee tres características: se rige por principios o leyes; es eminentemente lógico, y es inagotable para la mente humana. Y además, como si fuera un modelo simplificado de la vida misma, tiene como ella, un espacio para el azar, para lo fortuito. Sin duda hay más de una actividad humana en la que podamos encontrar todos esos elementos, pero en pocas actividades ellos son tan relevantes como en el ajedrez. Debido a esa similitud con la vida misma, el ajedrez puede aportar mucho a nuestro desarrollo cognoscitivo y personalidad. No es de extrañar, por ejemplo que, Garry Kasparov, campeón mundial de ajedrez entre 1985 y 2000, publicó el libro “Cómo la vida imita al ajedrez”, en el cual nos cuenta cómo la práctica del ajedrez le ha servido para desarrollar su carrera política y convertirse en líder de un partido que busca ganar las elecciones presidenciales en Rusia.

El ajedrez nos enseña que para triunfar debemos trazarnos un objetivo claro y contar con un plan para lograr dicho objetivo. Nos demuestra que un bando sin plan o estrategia está destinado al fracaso. Asimismo, nos enseña que cada una de las acciones que tomemos sobre el tablero debe guardar relación con nuestro plan y contribuir a realizar nuestro objetivo.

Para diseñar un plan, el ajedrez nos invita a hacer un diagnóstico de la posición. Nos incentiva a preguntarnos: ¿en dónde reside la fortaleza del bando rival?, ¿en dónde la mía?, ¿cuál es la naturaleza de mi ventaja/desventaja?, ¿mi ventaja/desventaja es permanente o temporal?, ¿el juego es equilibrado o alguno de los bandos tiene opción real de alzarse con la victoria?, entre otros. Luego de realizado el diagnóstico, nos incentiva a diseñar un conjunto de acciones para mejorar nuestras oportunidades de victoria, es decir, a idear un plan. Nos estimula a preguntamos: ¿cómo puedo mejorar la posición de mis piezas?, ¿de qué medios dispongo para alcanzar mis objetivos?, ¿qué combinación en el uso de ellos es la que me da mayores oportunidades de alcanzarlos?, ¿cuál es el orden lógico de jugadas?, y desde luego, ¿cuál es el mejor plan para mi rival?

La práctica del ajedrez nos estimula a hacernos estas preguntas e incrementar nuestra capacidad de análisis. Para formularlas y responderlas, el ajedrecista se basa continuamente en el cálculo y el análisis, dos actividades que hace simultáneamente desde que empieza una partida hasta que la termina. El cálculo nos permite visualizar una serie de jugadas y prever cuál sería el resultado sobre tablero de optar por una determinada jugada. Pero no es factible calcular todas las jugadas posibles a partir de una posición. Gracias al análisis, el ajedrecista es capaz de descartar automáticamente miles de variantes posibles y quedarse con unas pocas (tres o cuatro) que le brinden una solución superior. Todo ese ejercicio nos ayuda a pensar lógica y estratégicamente, aumenta nuestra capacidad para resolver problemas de múltiples soluciones y, también, aquellos en donde existe sólo una solución.

La práctica continua del ajedrez estimula nuestra memoria, recordando, por ejemplo, líneas de jugadas. La retención de líneas –en el caso de un buen ajedrecista– pasa primero por entender las ideas detrás de ellas (“entiende las ideas, no memorices líneas”, decía Bobby Fischer, campeón mundial entre 1972 y 1975). El entendimiento de las ideas nos facilita el proceso retentivo, el cual viene casi automáticamente, sin forzarlo.

El ajedrez también puede ayudarnos a formar nuestra personalidad al enseñarnos a no ser impulsivos, a ser prudentes, a prever, a ser precisos. Porque nos enseña que antes de emprender alguna acción debemos ubicar nuestras fichas en las mejores casillas posibles. Porque nos acostumbra a proyectarnos en el tiempo y analizar cuáles pueden ser las consecuencias (digamos en cinco o seis jugadas) de una acción (jugada) que tomemos en el presente. Porque nos exige a repensar nuestras jugadas para ser más precisos (“si encuentras una jugada buena, espera, puede que haya otra mejor”, decía Emmanuel Lasker, campeón del mundo entre 1894 y 1921). Y aun más importante: nos enseña a aprender de nuestros errores; a esforzarnos permanentemente y analizar luego dónde estuvo nuestro error o el de nuestro rival. Ello quizá porque al practicar ajedrez somos conscientes que lo que está en juego son nuestras ideas y, de alguna forma, nuestro ego. A diferencia de otros juegos o deportes, en el ajedrez no existe mucho espacio para la especulación, porque la mayor parte de las veces, de una manera matemática y casi irrefutable, podemos demostrar dónde nos equivocamos. No hay pretextos y excusas que valgan porque ellas quedan desnudas ante la lógica del juego (“en el tablero de ajedrez, la mentira y la hipocresía no sobreviven” decía Lasker). De esa forma, este juego nos enseña a ser objetivos.

Por todas esas virtudes, el ajedrez resulta muy instructivo y aleccionador, y su práctica puede reportarnos muchas satisfacciones. En el ajedrez, como en las artes o ciencias, mientras más penetramos en sus secretos más disfrutamos de él. No sin razón León Tolstoi dijo sobre el ajedrez “al aprendiz le causa alegría; al veterano le lleva al sumo placer".

Termino con una cita de Siegbert Tarrash, notable ajedrecista polaco del siglo XIX, quien expresó la satisfacción que puede brindar la práctica del ajedrez: “El ajedrez es una forma de producción intelectual, y es allí donde reside su peculiar encanto. La producción intelectual es una de las más grandes satisfacciones (si no la más grande) de la existencia humana. No todos pueden componer una pieza musical, construir un puente, o incluso hacer una buena broma; sin embargo, en el ajedrez todo el mundo es intelectualmente productivo y, por consiguiente, puede experimentar satisfacción. (…) El ajedrez, como el amor, como la música, tiene el poder de hacer feliz al hombre”.

martes, 8 de abril de 2008

Separando la paja del trigo del libro “La puta de Babilonia” de Fernando Vallejo

x Carlos Tovar

Recuerdo bien la primera vez que, cuando niño, escuché sobre la Santa Inquisición. Fue la primera ocasión que supe que se asesinaba gente por pensar distinto. Quedé muy confundido al saber que todo ello se hacía en nombre de Dios, de alguien que se suponía nos amaba. Algún tiempo después, supe la historia de un niño de mi colegio que había sido perseguido por el resto de sus compañeros de aula por confesarse ateo. Fue acorralado en una esquina del patio de la escuela. La intervención de un profesor lo salvó de ser agredido físicamente. Recordé la historia de la Inquisición y pensé que, de haber ese niño existido en la época de la Inquisición, confesarse ateo hubiera sido lo último que habría hecho.

Con el tiempo aquel niño y yo nos convertimos en mejores amigos. Él era, en cierta forma, una persona bastante afortunada. Desde muy pequeño fue testigo de debates y discusiones familiares en torno a diversos temas como política, religión y arte. Tenía, además, una gran biblioteca; la más grande que yo había visto hasta entonces. Entendí que su ateísmo venía de ver los errores que la iglesia, como institución, había cometido en su historia. Yo por entonces sólo alcanzaba a cuestionarme si alguna iglesia en particular podía proclamar ser la Iglesia de Cristo en la tierra.

Con los años descubrí, para mi asombro, que la crítica más contundente que se le podía hacer a los episodios oscuros de la iglesia en el pasado (por ejemplo, la Santa Inquisición, la alianza con el poder, etc.) provenía de los propios evangelios que narran las enseñanzas de Jesús. Por tanto, no era correcto atribuir los errores cometidos por la iglesia a través de su historia al propio mensaje de Jesús.

Cuando leí el libro de Fernando Vallejo, “La puta de Babilonia”, quedé algo sorprendido, porque Vallejo, quien supuestamente debía haber leído los evangelios antes de escribir su libro, hace deliberadamente esa atribución. “La puta de Babilonia” [1] es una suerte de ensayo histórico escrito con estilo visceral e irreverente. Lo más trascendente, sin embargo, es el hecho que mezcla una serie de verdades y mentiras.

Hay que separar la paja del trigo. Vallejo hace una crítica feroz dirigida especialmente a la Iglesia Católica, destacando una serie de injusticias cometidas a través de la Santa Inquisición. Además, a la fe Cristiana al sostener que la Biblia no es fiable, que Jesús no existió, que fue un invento de Roma, una copia de dioses paganos. Muchas afirmaciones audaces, pero ninguna nueva, discurren en el libro de Vallejo, así que hay que ir por partes. No pretendo hablar de cada una de las inexactitudes del libro en un solo artículo, pero si dar una idea de cuán inexacto es.

Identidad entre los principios cristianos y los errores de la iglesia

Al hacer una identidad entre las ideas de Jesús y los errores de la iglesia, Vallejo termina atribuyendo a la fe Cristiana los crímenes cometidos, por ejemplo, por la Santa Inquisición. La historia de la humanidad está plagada de revoluciones y guerras hechas en nombre de la libertad y la justicia, las cuales, muchas veces, terminaron privando a la gente de la libertad y generaron más injusticia. Sin embargo, a nadie se le ocurriría decir que la culpa de todo la tienen la libertad y la justicia.

Vallejo, siguiendo la idea de la Iglesia Católica de ser la iglesia fundada por Pedro, y de que el Papa es su sucesor y el representante de Cristo en la Tierra, realiza un feroz ataque contra la Iglesia Católica, el Cristianismo en general y Cristo. Cabe mencionar, no obstante, que los registros históricos ni la Biblia señalan que Pedro tuvo un sucesor. Tampoco que Roma fue centro de la iglesia primitiva del siglo I DC. Ni que Pedro fue cabeza de la Iglesia, rol que el Nuevo Testamento da más bien a Cristo [2]. Pedro ejerció su apostolado de forma especial entre la nación judía (Gálatas 2:7,8) no en Roma [3]. Asimismo, la iglesia primitiva no tuvo jerarquías (en un principio los títulos de obispos y ancianos no reflejaban distintas jerarquías sino se usaban como sinónimos). Las jerarquías aparecen recién en el siglo II DC con el catolicismo, con la idea de establecer una sucesión apostólica para hacer frente a otros movimientos, que, sobre la base del cristianismo, introdujeron variantes a la fe [4].

En cualquier caso, lo esencial de todo esto es que no existe nada en la prédica de Jesús que pudiera respaldar o justificar una institución como la Inquisición y su larga serie de crímenes a lo largo de la historia. Todo lo contrario. Basta leer alguno de los evangelios. Tampoco tiene fundamento cristiano el vínculo de la Iglesia con el poder y las riquezas. No tiene cabida en la fe Cristiana, la cual separa la iglesia del poder y las riquezas. Basta recordar la frase de Jesús «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» (Mateo 22:21; Marcos 12:17; Lucas 20:25) o «Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6:24). Existen más ejemplos que se pueden exponer, pero los citados bastan para ilustrar la separación entre el poder y la fe cristiana.

Los supuestos errores o contradicciones del Nuevo Testamento

Vallejo afirma que los evangelios tienen claros errores o contradicciones. Veamos algunas supuestas contradicciones. Menciona, por ejemplo, las diferencias entre las genealogías de Jesús presentadas por Mateo y Lucas. Estas “diferencias” se conocen desde la Época de Eusebio, historiador cristiano nacido en el tercer siglo de nuestra era. Se sabe que Mateo tiende a rastrear la genealogía de Jesús por José y Lucas por María. Además, los parentescos se basan en vínculos naturales o de ley (hijos políticos), que, en el caso de judíos, donde los matrimonios se daban generalmente entre personas de una misma comunidad, no era mayor problema no hacer distinción entre ambos vínculos [5]. En cualquier caso, si los evangelios hubieran sido fruto de una conspiración, de una farsa, como argumenta Vallejo, ¿no creen que sería muy sorprendente que quienes los inventaron hayan sido tan ingenuos como para pasar por alto las supuestas diferencias entre las genealogías de Jesús presentadas por Mateo y Lucas? Muy difícil de creer.

Por otra parte, Vallejo afirma que en el Nuevo Testamento hay como tres versiones de Jesús. Una la que presentan los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), la otra la que presenta Juan y la otra la que describe Pablo (Págs. 183-184).

El evangelio de Juan, escrito en un estilo sencillo y aparentemente luego de los evangelios sinópticos, es más espiritual, quizás con un acento más teológico, pero no está contrapuesto a los evangelios sinópticos. Los énfasis pueden diferir. Incluso los mismos evangelios sinópticos ponen distintos énfasis lo cual tiene su razón. Mateo escribió principalmente para los judíos, por eso puso más énfasis en que Jesús cumplía las profecías del Mesías escritas en el Antiguo Testamento; Marcos escribió básicamente para los romanos; y Lucas para los griegos. Asimismo, tampoco hay contradicción entre el Jesús descrito por Pablo, que, según Vallejo, pese a que resucita, aparece como una «entidad teosófica casi sin carne y huesos» (Pág. 184) y el Jesús descrito, por ejemplo, en los evangelios sinópticos. Según narra Pablo, en su viaje a Damasco, una luz del cielo relampagueó a su alrededor y escuchó a continuación la voz de Jesús (Hechos, 9:2-6) [6]. El hecho que Pablo y la gente que lo acompañaba no hayan podido ver a Jesús y sólo visto una luz no quiere decir que Jesús apareció como espíritu. La experiencia de Pablo no está en contraposición del Jesús descrito en los evangelios. Los sinópticos, sin ir muy lejos, narran también una ocasión, acaecida antes de la muerte y resurrección de Jesús, en la que una poderosa luz lo envuelve. El pasaje es conocido como la transfiguración de Jesús, el cual cuenta que su rostro «resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz» (Mateo 17:2, también narrado en Lucas 9:28-36 y Marcos 9:2-13). De la lectura de los cuatro evangelios y Hechos de los Apóstoles (Hechos) se puede observar que no existen distintas versiones de Jesús.

Dicho sea de paso, el Lucas que escribió el evangelio sinóptico que lleva su nombre es el mismo Lucas que escribió el libro Hechos, en el cual relata cómo Pablo describe su encuentro con Jesús resucitado. ¿Podría haber una diferencia entre el Jesús narrado en Hechos y el del evangelio sinóptico, sin que el propio autor de ambos lo note? Es muy fácil comprobar que no. No obstante, para Vallejo lo más simple es decir que el autor del Evangelio de Lucas no es el mismo autor de Hechos, aun cuando en la introducción de cada uno de estos libros el autor se dirige a Teófilo. Vallejo “resuelve el problema” diciendo que seguramente se tratan de dos Teófilos, porque por aquella época «de éstos hubo muchos» (Pag 114) y que, además, en el Evangelio de Lucas el autor se dirige a un “excelentísimo Teófilo” mientras que en Hechos se dirige a un “querido Teófilo” (Pág. 114). En primer lugar, si uno compara la introducción de ambos libros es fácil notar que se trata de un mismo autor y que éste dirige ambos libros a una misma persona [7]. Compruébenlo ustedes mismos. En segundo lugar, no tiene nada de raro que en el Evangelio de Lucas el autor use “excelentísimo Teófilo” y luego, en un libro escrito con posterioridad, se dirija al mismo destinatario como “querido Teofilo” (la traducción más apropiada parece ser “estimado Teofilo”). Lo raro hubiera sido al revés ¿No creen? En tercer lugar, existen evidentes cuestiones de estilo entre ambos libros que apuntan a que fueron escritos por un mismo autor: ambos se caracterizan por tener una estructura narrativa muy ordenada, contienen varias citas históricas, hacen referencia a lugares geográficos, entre otros detalles.

Otro argumento de Vallejo para afirmar el Evangelio de Lucas y Hechos fueron escritos por distintos autores es el famoso pasaje sobre el bautismo de Jesús en manos de Juan el Bautista narrado en ambos libros (Lucas 3:16 y Hechos 13:25, respectivamente). Lucas 3:16 narra así este pasaje: «16 —Yo los bautizo a ustedes con agua —les respondió Juan a todos—. Pero está por llegar uno más poderoso que yo, a quien ni siquiera merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego». Mientras, en Hechos 13:25 el autor narra así: «Cuando estaba completando su carrera, Juan decía: "¿Quién suponen ustedes que soy? No soy aquél. Miren, después de mí viene uno a quien no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias» [8]. Los hechos descritos son esencialmente los mismos, pero Vallejo hace un gran caso del hecho de que, entre otras cosas, en la versión en griego no se use exactamente las mismas palabras (ejemplo merezco y digno) ¿Por qué tendría un autor que usar siempre las mismas palabras cuando cuenta un mismo hecho? ¿Lo hace Vallejo a lo largo de su libro? Obviamente, como cualquier otro autor, no.

Otro tema que Vallejo trae a colación son las supuestas citas incorrectas que hace el Nuevo Testamento del Antiguo Testamento. Al respecto Vallejo dice: «El evangelio de Marcos empieza diciendo: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: “He aquí que envío a mi mensajero para que te preceda y prepare camino”. Pues está equivocado Marcos. Lo que se cita no es Isaías sino Malaquías: es el comienzo del primer versículo del capítulo tercero del libro de éste» (Pág. 96). Lo que en realidad hace Marcos es citar lo dicho por ambos profetas, Isaías (Isaías 40:3: «3 Una voz proclama: “Preparen en el desierto un camino para el Señor; enderecen en la estepa un sendero para nuestro Dios”») y Malaquías (Malaquías 3:1: «Yo estoy por enviar a mi mensajero para que prepare el camino delante de mí»), no obstante, como era la costumbre de la época, Marcos hace referencia al mayor de ellos, en este caso Isaías.

La falta de sustento histórico de la existencia de Jesús y fiabilidad del Nuevo Testamento

Otra afirmación de Vallejo es que no existe sustento histórico de la existencia de Jesús y que el Nuevo Testamento no es confiable. Contrariamente a la creencia popular, en la actualidad existen pocos académicos que negarían la existencia de Jesús. Asimismo, la documentación sobre el Nuevo Testamento es, por mucho margen, abundante.

Sobre la historicidad de Jesús existen fuentes distintas del Nuevo Testamento que hacen referencia a él, como por ejemplo la del historiador judío Flavio Josefo [9], nacido en el año 37 DC, es decir poco después de la crucifixión de Jesús. Resulta curioso que, en contextos distintos, en una parte de su libro Vallejo diga que Josefo «es la máxima fuente (por no decir la única) de la historia de Palestina del siglo I de nuestra era» (Pág. 93) y en otra, cuando discute la cita de Josefo sobre Jesús, diga «Espurio o auténtico, el testimonio de Flavio Josefo sobre Cristo no vale un comino. Y punto» (Pág. 111).

Asimismo, Tácito (o Tacitus), nacido en el año 55 DC, considerado el más grande historiador de Roma, habla de la crucifixión de Jesús. En su obra “Anales”, Tácito, quien era un historiador secular, cuenta que para librarse de la acusación de haber incendiado Roma «Nerón hizo aparecer como culpables a los cristianos, una gente a quienes todos odiaban por sus abominaciones, y los castigó con muy refinada crueldad. Cristo, de quien tomaban su nombre, fue ejecutado por Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio» (Anales, 15.44) [10]. Existen más referencias de fuentes seculares, como la de Suetonio (70-140 DC), secretario jefe del emperador Adriano (quien gobernó entre 117 y 138 DC); o Plinio el Joven (62-114 DC), gobernador de Bitinia al noroeste de Turquía, quien escribe al emperador Tarjano sobre los cristianos. No obstante, Vallejo arguye que «Sobra seguir citando a Suetonio, a Tácito y a Plinio el Joven, que eran romanos y no judios, que no vivieron en Palestina, que escribieron después del año 100 en latín (…)» (Pág. 107). ¿Acaso, me pregunto, hay que nacer en el lugar de los hechos narrados, en el tiempo que ellos ocurrieron y escribirlos en la lengua hablada en el lugar de los sucesos para ser historiador? ¡De ser así, no existirían historiadores!

Sobre la exactitud del Nuevo Testamento es probable que pocos lectores conozcan que existen alrededor de cinco mil manuscritos griegos del Nuevo Testamento. De lejos muchas más copias de la que puede exhibir cualquier libro de la antigüedad. Luego del Nuevo Testamento, el libro antiguo con más copias manuscritas es la Iliada, con menos de 650 manuscritos griegos de ella. Además, las copias manuscritas más tempranas de la obra de Homero que se poseen datan del siglo II DC, cuando la obra original fue compuesta aproximadamente 800 AC, es decir, ¡existe una diferencia de casi un milenio! [11]. En contraste, las copias manuscritas griegas más tempranas del Nuevo Testamento datan de inicios del segundo siglo, es decir, una brecha de 70 años entre los manuscritos griegos y los originales (escritos alrededor del año 50 o 60 DC [12]). El Nuevo Testamento es por mucho margen el libro de la antigüedad con mayor grado de confiabilidad que existe [13].

Lo anterior no es mencionado por Vallejo, quien dicho sea de paso afirma erróneamente que el fragmento más antiguo disponible corresponde a una copia del evangelio de Mateo de alrededor del año 200 DC. El fragmento más antiguo corresponde al Evangelio de Juan que contiene material del capítulo 18. Este fragmento fue hallado en 1920 en Egipto e identificado como tal en 1934 en Inglaterra. Paleógrafos prominentes consideran que la fecha de este papiro es anterior al año 150, por lo menos al reino del emperador Adriano (117-138 DC) o incluso al emperador Trajano (98-117 DC) [14]. Vallejo pretende hacer creer que la prueba física más antigua que se posee del Nuevo Testamento data del año 200 DC y con ello ampliar la fecha entre las copias que se poseen y la fecha en que fueron escritos los originales (alrededor del año 50 y 60 DC). ¿Por qué? porque mientras más cerca del siglo I DC, más difícil es sostener la hipótesis que los evangelios fueron inventados. La razón es simple: a fines del primer siglo y a comienzos del segundo hubo, entre la generación de cristianos, muchos que habían sido evangelizados por discípulos que habían conocido personalmente a los apóstoles o a los primeros discípulos de éstos, lo que hacía difícil adulterar los libros del Nuevo Testamento o inventarlos estando aún viva dicha generación.

El supuesto calco de deidades pre-cristianas

Naturalmente, el punto más efectista de lo que sostiene Vallejo para desacreditar la historicidad de Jesús es que no existió, que es un invento, una copia de deidades pre-cristianas. Veamos que dice Vallejo: «Cristo es un engendró fraguado por Roma, centro del Imperio y del mundo helenizado, a partir del año 100, juntando rasgos tomados de los mitos de Atis de Frigia, Dionisio de Grecia, Buda de Nepal, Krishna de la India, Osiris y su hijo Horus de Egipto, Zoroastro y Mitra de Persia y toda una serie de dioses y redentores del género humano que lo precedieron en siglos y aún en milenios y que el mundo mediterráneo conoció a raíz de la conquista de Persia y la India por Alejandro Magno. El cristianismo de los primeros tiempos tuvo que competir con varios de los misterios de Asia Menor y en especial del mitraísmo, la gran religión del Imperio de la que tanto tomó y a la que sólo se pudo imponer con el apoyo de Constantino y sus sucesores, ya bien avanzado el siglo III. Cristo nació el 25 de diciembre de una Virgen, y en la misma fecha, que es el solsticio de invierno, nacieron Atis, de la Virgen Nana; Buda, de la virgen Maya; Krishna, de la Virgen Devaki; Horus, de la Virgen Isis, en un pesebre y en una cueva. También Mitra nació el 25 de diciembre, de una virgen, en una cueva y lo visitaron pastores que le trajeron regalos. Y de una virgen también nació Zoroastro o Zaratustra» (Pág. 101).

Una primera cosa que llama poderosamente la atención es que Vallejo sostenga por un lado que Cristo es un engendro fraguado del año 100 y por otro diga que el libro más antiguo del Nuevo Testamento fue escrito alrededor del año 200 [15]. ¿En qué quedamos? ¿Acaso Vallejo quiere convencer a alguien que se estuvo fraguando el mito Cristiano durante un siglo? Me pregunto, si Cristo fue fraguado a partir del año 100 DC ¿cómo es posible que la historia registre la persecución de cristianos en Roma a manos de Nerón (37-68 DC) quien gobernó entre los años 54 y 68 DC? ¿O es que acaso Vallejo sugiere una especie de teoría de la conspiración? De ser el caso, sería la única conspiración en la historia en la que el grupo conspirador es una minoría desprovista de poder que, producto de su invento conspirador, es perseguida, asesinada y marginada durante casi tres siglos con la única esperanza en que en el siglo tercero (313 DC) un emperador romano se convierta a su credo.

Volvamos a la cita de Vallejo. Esa es la parte que probablemente haya sido más reproducida en el Internet. Aunque su libro no menciona sus fuentes es relativamente fácil saber que Vallejo extrajo sus principales ideas de Tom Harpur, quien en el 2005 publicó su libro “El Cristo Pagano”. En ella Harpur sostiene que Cristo no existió y que fue construido sobre la base de mitologías de deidades pre-existentes a la fe Cristiana, señalando los supuestos paralelos antes mencionados. Tom Harpur se basa en la obra de tres historiadores prácticamente desconocidos, Higgins, Massey y Khan, quienes hace aproximadamente un siglo sostuvieron que Jesús tenía un origen supuestamente pagano. Estas afirmaciones no fueron respaldadas por pruebas históricas válidas y quedaron desechadas. Ahora tampoco tienen aceptación ni entre historiados seculares. No hay evidencia arqueológica que respalde esa teoría.

La forma como Vallejo presenta la información confunde. Primero porque Jesús NO nació un 25 de diciembre, por tanto, no puede haber paralelismo ahí. No hay nada en el Nuevo Testamento o fuera de él que indique que fue así. Se sabe que esa fecha fue escogida por la Iglesia Católica recién alrededor del siglo IV DC para “cristianizar” una celebración pagana. Tampoco hay tres reyes magos, los evangelios sólo mencionan que tras el nacimiento de Jesús «llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del oriente» (Mateo 2:1). Para contar con mayor aceptación, la Iglesia Católica flexibilizó sus creencias iniciales y mezcló las creencias propiamente cristianas con cultos paganos. La veneración a los santos, por ejemplo, sirvió para reemplazar el culto a los dioses. Antes había un dios para cada cosa, ahora un santo para cada una de ellas. En fin, muchas cosas conocidas desde siglos atrás. Pero la tesis de Harpur va más allá y dice que las ideas de la resurrección de Jesús, su nacimiento de una virgen, etc., etc., fueron tomadas de mitologías de deidades pre-cristianas.

Con respecto a la resurrección, hay que indicar, en primer lugar, que en varios de los mitos de dioses antiguos ésta estaba asociada a los rituales de la siembra y la cosecha, lo que no guarda ningún parecido con la resurrección de Cristo. En ellos, el dios anual de la vegetación muere y vuelve a la vida en el ciclo de las cosechas [16]. En segundo lugar, con respecto a la resurrección de Atis, el Adonis frigio, si bien una deidad anterior al nacimiento de Jesús, recién en el siglo II DC se introduce la idea de la resurrección en su mitología. No hay prueba de que dicha idea sea anterior y por tanto posibilidad de calco.

En caso de Mitra, con quien supuestamente existen más paralelos, éstos son forzados, aparecen con posterioridad al Cristianismo, o simplemente no existen. La influencia del Mitraísmo persa llega a Roma recién a fines del siglo I DC, desarrollándose lo que se conoce como Mitraísmo romano, el cual fue especialmente popular entre los soldados romanos dado que ofrecía «una fuerza sacramental que capacitaría a sus iniciados no sólo para combatir victoriosamente en el campo de batalla, sino también contra sus propias pasiones y tentaciones. Con ayuda de una comida ritual y al término de una serie de ascensiones, los adeptos llegaban al fin a la esfera celestial, donde les recibía Mitra, el guerrero invicto (sol invictus), que nunca envejecía ni perdía su valor» [17]. Quienes en su momento sostuvieron que había similitudes entre el Cristianismo y el Mitraísmo vieron en la comida ritual, instituida en el culto romano a Mitra aparentemente recién en el siglo II DC, un parecido con la conmemoración de la última cena de Jesús con sus apóstoles. Es obvio que por la fecha en la que apareció la comida ritual en el Mitraísmo romano (siglo II DC) no es posible que el Cristianismo haya copiado de éste la comida sacramental asociada a la última cena. Y, más importante aun, porque la conmemoración de la última cena está más bien basada en la Pascua, celebración judía que data de los tiempos de Moisés. La existencia de relación entre el Mitraísmo y el Cristianismo fue debatido en los 70s por expertos mitraicos reunidos en el Segundo Congreso de Mitraísmo realizado en Teherán, llegándose a la conclusión de que no existía evidencia de que el Mitraísmo había influenciado al Cristianismo [18].

En el caso de Osiris, su supuesta resurrección no es propiamente una resurrección. La mitología egipcia cuenta que luego de que Seth matara a Osiris, cortara su cuerpo en catorce pedazos y los esparciera por Egipto, Isis, la diosa egipcia, se abocó a buscar esos pedazos, logrando reunir trece de éstos. Tras ello, Isis embalsamó las trece partes del cuerpo de Osiris, convirtiéndolo así en la primera momia de Egipto. Lo más similar a una resurrección en la mitología sobre Osiris es que en un ritual conmemorativo que se celebraba cada año en la ciudad de Busiris, se representaba el desmembramiento de Osiris y se elevaba a continuación un pilar, simulando la idea de que Osiris volvía a la vida [19].

Es fácil notar que las supuestas resurrecciones en las mitologías de antiguas deidades o no son tales o no guardan ningún parecido con la resurrección de Jesús. Si acaso sólo el hecho, nada sorprendente, de que algunas creencias incluyan la idea de que sus dioses subsistían a la muerte, ¡porque después de todo por algo eran dioses! Por otro lado, los supuestos nacimientos de una virgen de deidades pre-cristianas no son propiamente tales. Por ejemplo, la historia de Buda no cuenta que él naciera de una virgen, sino que mientras su madre, la reina Maya, dormía, Buda entró en su cuerpo en la forma de un elefante blanco recién nacido. Para entonces la reina Maya, una de las esposas del rey Suddhodana, estaba casada con él varios años, y ambos, ella y el rey, llevaban esperando por mucho tiempo que ella quede embarazada por lo que no cabe la idea de que Buda haya nacido de una virgen [20]. Volviendo a Mitra, según su mitología, este dios nació de una roca, no de una virgen. Horus, de una diosa (Isis), no de una virgen.

Respecto a Horus, quien dicho sea de paso tuvo varias versiones a lo largo de su historia, resulta interesante notar que no tiene ningún parecido con Cristo. La creencia egipcia decía que Horus, hijo de Osiris e Isis, se consideraba a sí mismo un halcón que había sobrepasado a los dioses del cielo, que se alzaba en vuelo y que no había dios que pudiera hacer lo que él [21]. ¿De qué hubiera servido a la causa cristiana tomar características de una deidad extremadamente tan disímil de Jesús? ¿A quién hubieran captado con ello?

Sobre el profeta persa Zoroastro (Zaratrusta en persa), primero que nada, hay que indicar que la mayor parte de la información que se posee de él proviene del libro sagrado de la religión zoroástrica, el Avesta, pero éste, en su forma actual, no fue escrito sino hasta el siglo VI DC [22]. Con respecto a su nacimiento, la leyenda sobre Zoroastro no cuenta que haya nacido de una virgen. Lo que cuenta es que Dughdov, madre del profeta, casada ya con Purushasp, padre de Zoroastro, recibió el cuerpo físico de éste bebiendo una mezcla de planta de haoma triturada y leche de vacas jóvenes. En todos los casos se puede notar que los supuestos paralelismos o no existen, o son forzados, o se incorporaron después del inicio de la era cristiana, o contradicen los propios mitos oficiales de las deidades de las que se supone el cristianismo inventó a Cristo. En cualquier caso, es ingenuo pensar que el sincretismo religioso se dio en una dirección. Así como en un momento de su historia, la Iglesia Católica tomó ideas de cultos paganos, éstos también tomaron ideas de la Iglesia Católica y por ende del Cristianismo. Por ejemplo, cuando emigrantes africanos vinieron a América, la religión Vudú, de origen africano, influenciada por el cristianismo, incorporó en su credo la idea de la trinidad, del Mesías y sus doce apóstoles, entre otras creencias. ¡Es obvio que nadie se le ocurriría decir que Cristo fue un invento basado en la religión Vudú!

Pablo de Tarso, el apóstol Pablo, antes de convertirse en cristiano era un judío ortodoxo que perseguía cristianos, a quienes consideraba contrarios a la fe judía. Pablo era además un ciudadano romano que había recibido la mejor de las educaciones de su época. Una persona sumamente instruida, conocedora con seguridad de las distintas religiones paganas que existían en su época. Tras su conversión a la fe cristiana, Pablo empezó a predicar el evangelio convirtiéndose en el más prolijo escritor de los apóstoles. Sus nuevas creencias le valieron ser perseguido, encarcelado, torturado y finalmente asesinado. Es obvio que si el Cristianismo habría estado basado en mitos de deidades pre-cristianas, sin lugar a dudas Pablo tenía que haberlo sabido, y si era así, él era parte de la farsa, pero en ese caso ¿cómo se explica uno que haya muerto por algo que él sabía que era una mentira? Pero él no fue el único. Es comúnmente conocido que todos los apóstoles de Jesús, con excepción de Juan, fueron perseguidos y murieron por difundir el evangelio de Jesús [23]. Es difícil creer que ellos hayan muerto por algo que sabían que era una farsa...

Al terminar de escribir este artículo me pregunto: ¿Qué tendrían que decirse entre ellos, si estuvieran sentados a la mesa, Harpur (saco a Vallejo de la mesa y pongo a su fuente, me parece más justo) quien sostiene que Jesús no existió y es sólo una copia de deidades pre-cristianas; Dan Brown, quien elucubra (basado en historias que circulaban muchos años antes de su novela) que Jesús tuvo una larga vida que terminó en Europa; y James Cameron, quien sostiene haber encontrado la tumba de Jesús como prueba de que no resucitó y que, en lugar de ello, murió y fue enterrado como un profeta más? ¿Se pondrían de acuerdo en algo? Al menos estarían de acuerdo en un punto: Con cerca de la tercera parte del mundo que se autocalifica como cristiana, escribir un libro polémico sobre Jesús o hacer un documental, aunque carezca de sustento histórico o arqueológico, vende y vende bien.
 __________________________________________________ 

Notas al pie:

[1] Según cuenta Vallejo, el título de su libro lo toma de la forma en que los albigenses llamaban a la Iglesia de Católica según expresión similar del Apocalipsis. Los albigenses o cátaros fueron un movimiento religioso contrapuesto a la Iglesia Católica y que fue exterminado por ella en el siglo XIII, durante el papado de Inocencio III. El versículo aludido del libro del Apocalipsis, el cual, a diferencia de los otros libros del Nuevo Testamento, es un libro profético, dice (Apocalipsis 17:1-2): «1 Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas se me acercó y me dijo: “Ven, y te mostraré el castigo de la gran prostituta que está sentada sobre muchas aguas.2 Con ella cometieron adulterio los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su inmoralidad”. 3 Luego el ángel me llevó en el Espíritu a un desierto. Allí vi a una mujer montada en una bestia escarlata. La bestia estaba cubierta de nombres blasfemos contra Dios, y tenía siete cabezas y diez cuernos.4 La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena de abominaciones y de la inmundicia de sus adulterios.5 En la frente llevaba escrito un nombre misterioso: "La Gran Babilonia Madre de las Prostitutas y de las Abominables Idolatrías de la Tierra"».

[2] En la carta a los Efesios 4:15, el apóstol Pablo dice: «15 Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo».

[3] «A pesar de que ahí vivían judíos, Roma no era el centro del judaísmo. En realidad, se sabe que alrededor del año 50, “Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma” (Hechos 18:2). Además, por los primeros quince capítulos de Hechos y del libro de Gálatas sabemos que el ministerio de Pedro, por lo menos hasta el año 49, fue en Medio Oriente: Jerusalén, Judea, Samaria, Galilea y Antioquia. Si Pedro estableció su ministerio en Roma en alguna fechas más tarde, uno pensaría que Pablo lo habría mencionado en su carta a los Romanos. En esta carta que fue escrita alrededor del año 58, Pablo no dirige la carta a Pedro ni hace mención alguna de él, a pesar de que saluda a otras veintiséis personas en Roma por nombre (Romanos 16:1-16). Pablo tampoco se refiere a Pedro en ninguna de sus cartas escritas desde una prisión romana alrededor del año 61: Efesios, Filipenses, Colosenses, Flemón. En su ultima carta desde Roma, escrita alrededor del año 66, Pablo escribe “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta” (2 Timoteo 4:16). En la fecha en que escribió esta carta, Pablo dice: “Sólo Lucas esta conmigo” (2 Timoteo 4:11)». McCarthy, James, 1996, “El evangelio según Roma”, p. 208.

[4] Gózales, Justo, 1994, “Historia del Cristianismo”, Tomo 1, pp. 64-86.

[5] Maier, Paul, 1999, “Eusebio, historia de la Iglesia” p. 35.

[6] La aparición de Jesús a Pablo (Saulo) es narrada de esta manera en Hechos 26:12: «12 En uno de esos viajes iba yo hacia Damasco con la autoridad y la comisión de los jefes de los sacerdotes.13 A eso del mediodía, oh rey, mientras iba por el camino, vi una luz del cielo, más refulgente que el sol, que con su resplandor nos envolvió a mí y a mis acompañantes.14 Todos caímos al suelo, y yo oí una voz que me decía en arameo:"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Qué sacas con darte cabezazos contra la pared?" 15 Entonces pregunté: "¿Quién eres, Señor?" "Yo soy Jesús, a quien tú persigues —me contestó el Señor—». En Mateo 17:2 se dice: «Allí se transfiguró en presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz».

[7] Veamos cómo empiezan ambos Libros de Lucas. El Evangelio de Lucas (Lucas, 1:1-4) dice: «1Muchos han intentado hacer un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, 2 tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra. 3 Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente, 4 para que llegues a tener plena seguridad de lo que te enseñaron». Por su parte, el libro Hechos de los Apóstoles empieza haciendo una evidente referencia al Evangelio de Lucas. Así (Hechos, 1:1-2) dice: «1 Estimado Teófilo, en mi primer libro me referí a todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar 2 hasta el día en que fue llevado al cielo, luego de darles instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido».

[8] Traducción tomada de la Nueva Versión Internacional.

[9] «Por este tiempo vivió un hombre sabio llamado Jesús, y su conducta era buena, y era sabido que era virtuoso. Muchos de entre los judíos y de las otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que habían venido a ser sus discípulos no abandonaron el discipulado. Informaron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo». Maier, Paul, 1994, “Josefo, las obras esenciales” p. 269. Cuando Vallejo menciona a Josefo usa la versión controvertida, la cual efectivamente se sospecha que pudo haber sido adulterada: «Por esta época Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre pues fue el artífice de obras maravillosas, y maestro de quienes quieren recibir la verdad. Tuvo muchos seguidores judíos y helenizados. Fue el Cristo y cuando Pilatos, por instigación de los principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que lo querían no lo olvidaron pues se les apreció vivo al tercer día según lo habían anunciado los profetas divinos junto con otras mil cosas maravillosas más referentes a él; y la tribu de los cristianos, así llamados por él, continúa hasta la fecha». La razón de la sospecha es que Josefo siendo judío difícilmente iba a reconocer el carácter mesiánico de Jesús, siendo la versión del primer párrafo de esta nota de pie la versión con mayor credibilidad, la cual, además, ha sido confirmada por el descubrimiento de un manuscrito árabe del historiador melquita Agapio, del siglo X (ver Maier, Paul, 1994, p. 283). Usando la versión cuestionada, Vallejo saca partido para argumentar que toda la cita es falsa.

[10] Las “abominaciones” atribuidas a los cristianos estaban basadas en rumores originados en las reuniones privadas que ellos celebraban todas las semanas. En ellas eran sólo admitidos quienes habían sido iniciados en la fe. «[L]os cristianos se llamaban “hermanos” entre sí, y no escaseaban los casos de hombres y mujeres que decían estar casados con sus “hermanos” y “hermanas”. Sobre la base de estos hechos, se fueron tejiendo rumores cada vez más exagerados y muchos llegaron a creer que los cristianos se reunían para celebrar una orgía en la que se daban reuniones incestuosas». Asimismo, «sobre la base de la comunión surgió otro rumor. Puesto que los cristianos hablaban de comer la carne de Cristo, y puesto que también hablaban del niño que había nacido en un pesebre, algunos entre los paganos llegaron a creer que lo que los cristianos hacían era que escondían un niño recién nacido dentro de un pan, y lo colocaban ante una persona que deseaba hacerse cristiana. Los cristianos entonces le ordenaban al neófito que cortara el pan, y luego devoraban el cuerpo todavía palpitante del niño. El neófito, que se había hecho participe de tal crimen, quedaba así comprometido a guardar el secreto». Gózales, Justo, 1994, “Historia del Cristianismo”, Tomo 1, p. 68.

[11] Por no mencionar a las “Guerras Galas” de Julio Cesar, obra de la que sólo se tiene 9 copias, siendo la más temprana de esas copias de mil años después de que la obra original fue escrita [Ver Geiser, Norman y Ron Brooks, 1995, “Apologética, herramientas valiosa para la defensa de la fe”, pp. 193-194].

[12] Craig Blomberg, experto sobre el Nuevo Testamento, entrevistado por Lee Strobel señala: «Podemos respaldarlo al mirar el libro de Hechos, que fue escrito por Lucas. Hechos termina aparentemente inconcluso; Pablo es la figura central del libro y está bajo arresto domiciliario en Roma. Ahí termina el libro. ¿Qué le sucede a Pablo? No lo sabemos por Hechos, probablemente porque se escribió antes de que Pablo fuera ejecutado (…) Eso significa que Hechos no se puede fechar más allá del año 62 DC. Después de establecer esto, podemos regresar en el tiempo a partir de ahí. Dado que Hechos es la segunda parte de una obra de dos, sabemos que la primera parte, el Evangelio de Lucas incorpora partes del Evangelio de Marcos, eso significa que Marcos es aun anterior (…) Si se concede quizá un año para cada uno, concluye con que Marcos se escribió a más tardar alrededor del año 60 DC, quizás a finales de la década del cincuenta » [traducción propia]. Strobel, Lee, 1998, “El Caso de Cristo”, p. 38.

[13] Strobel, Lee, 1998, “El Caso de Cristo”, pp. 67-71.

[14] Ibid, p. 70.

[15] «Ya aludimos al papiro p77, que consiste en sólo nueve versículos de una copia del Evangelio de Mateo de cerca al año 200, la más antigua conservada. ¿Y cómo no sabemos que es un pedazo de una copia y no del original? E igual respecto al pergamino 0189, la copia más antigua conservada de los Hechos de los Apóstoles, fechada hacia el año 200. Los escritores cristianos del siglo II no conocen esta obra. Por lo tanto ese pergamino bien podría ser el mismísimo original de este libro que empieza su relato donde terminan los evangelios» Vallejo, Fernando, 2007, “La Puta de Babilonia”, Pág. 85.

[16] James, Edwin, 2006, “Historia de las Religiones” Alianza Editorial, p. 53.

[17] Ibid, p. 188

[18] Edwin Yamauchi, una autoridad en el tema, con un PhD en Estudios Mediterráneos, entrevistado por Lee Strobel señala: «Hay relativamente pocos textos de Mitraístas mismos. Hay algunos graffities e inscripciones, así como también descripciones de la religión de sus oponentes, incluyendo neo-Platonistas y Cristianos. Mucho de lo que ha sido circulado acerca del Mitraísmo ha sido basado en las teorías del estudioso belga llamado Franz Cumont. Él fue líder académico del Mitraísmo en sus días y publicó su famoso libro, Misterios de Mitra, en 1903. Su trabajo condujo a la especulación, por parte de la Historia de la Escuela de Religiones, de que el Mitraísmo había influenciado al Cristianismo naciente. Mucho de lo que Cumont sugirió, sin embargo, terminó revelándose como bastante infundado. En los 70s, los académicos de El Segundo Congreso de Mitraísmo en Teherán criticaron a Cumont. (…) El Congreso produjo dos volúmenes de documentos. Un académico llamado Richard Gordon de Inglaterra y otros concluyeron que la teoría de Cumont carecía de evidencia y, de hecho, las interpretaciones de Cumont han sido ahora analizadas y rechazadas en sus principales puntos» [traducción propia]. Strobel, Lee, 2007, “The Case for the Real Jesús”, p. 168.

[19] «En Busiris, una ciudad del Delta, se celebra un festival anual en el que se representaba el desmembramiento del cuerpo de Osiris. Aparentemente, el pilar llegaba a estar recto por su columna vertebral (…), y en ese festival era levantado como pare ritual. Sarcófagos del Reino Medio tenían el pilar pintado en la base como una sugerencia de que el cuerpo se convertía en Osiris cuando su columna vertebral se unía con la pintada». Armour, Robert, 2004, “Dioses y mitos del Antiguo Egipto”, Religión y Mitología, Alianza Editorial, p. 103.

[20] «De súbito, el magnifico ejemplar de elefante comenzó a galopar sobre las nubes del coral y cogió con su hábil trompa un esplendido nenúfar. Fugaz como un rayo, se colocó en el palacio dorado sobre la montaña de plata, entró en la cámara de la reina y, convirtiéndose en un refulgente haz de luz, penetró por el costado de Maya, recorrió sus entrañas y se alojó en su útero. Cuando la reina volvió a estado mental ordinario, estaba profundamente emocionada e impresionada por la visión que había tenido (…) La reina le contó el sueño al monarca, pero ambos se sentían incapaces de interpretarlo. Por eso se convocó a los setenta y cuatro brahmanes más sabios de todo el reino, los grandes custodios de la sabiduría espiritual (…) uno de los más venerables brahmanes tranquilizó al rey y le dijo: “(…) La reina está encinta, serás padre de un niño muy especial, quien (…) Si optase por reinar, sería monarca universal, pero si renuncia a la vida mundana, será un completo iluminado”. Las palabras del brahmán originaron una gran angustia en el monarca. Llevaba tiempo deseando que su bella esposa quedara encinta y ahora, que por fin el maravilloso evento había sucedido, le decían que su hijo podía un día renunciar a la vida palaciega y convertirse en un santo. No él no se lo permitiría. Necesitaba un sucesor» Calle, Ramiro, 1994, “BUDA, príncipe de luz, su vida y su enseñaza”, p. 44.

[21] «El Horus victorioso pensaba de sí mismo que era dios principal: “Yo soy Horus, el halcón que está sobre las almenas de la mansión de aquel cuyo nombre está oculto. Mi vuelo elevado ha alcanzado el horizonte, yo he sobrepasado a los dioses del cielo, ye he hecho mi posición más prominente que la de los Primigenios… Mi lugar está alejado de Seth, el enemigo de mi padre Osiris… Me alzo en vuelo y no hay dios que pueda hacer lo que yo hago he hecho… Yo soy Horus, nacido de Isis, cuya protección comenzó del huevo”» Armour, Robert, 2004, “Dioses y mitos del Antiguo Egipto”, Religión y Mitología, Alianza Editorial, p. 110.

[22] Vesta Sarkhosh Curtis, directora de la revista Irán, publicada por el Instituto Británico de Estudios Persas, dice que el Avesta originalmente escrito en oro sobre pieles de buey tratadas y almacenadas en Istakhr fue destruido por Alejandro y «Aunque se supone que las partes del texto sagrado volvieron a ser escritas durante el período de parto, en los siglos I y II DC, el Avesta no existió en su forma completa probablemente hasta el siglo VI DC, bajo el reinado de los sasánidas. Desgraciadamente esta versión no se ha conservado. El Avesta que nosotros conocemos data de los siglos XIII o XIV DC y contiene tan sólo una pequeña parte del original». Curtis, Vesta Sarkhosh, 1993, “Mitos Persas, el pasado legendario”, Ediciones Akal, p. 9.

[23] Las versiones más fidedignas señalan que Pedro, Andrés y Natanael murieron crucificados; Jacobo decapitado; Felipe apedreado; Tomas atravesado con una lanza; Mateo quemado. Ver MacArthur, John, 2002, “Doce hombres comunes y corrientes”, 10ma edición.

miércoles, 2 de abril de 2008

Recordando a "El hombre Par"

Jaime Bedoya, cronista de la revista Caretas, admirado por muchos lectores y respetado por varios de sus colegas, -no pocos de los cuales lo consideran la mejor pluma peruana de su generación (Jaime Bayly y Beto Ortiz dixit)-, concede su primera entrevista en la segunda entrega que hace Pedro Salinas de “Rajes del Oficio”, libro constituido por una serie de entrevistas a diez periodistas peruanos; influyentes, más o menos influyentes, pero en cualquier caso muy conocidos.

Bedoya cuenta que era admirador del “Hombre Par” (Paa-man), personaje de dibujos animados japonés, nacido, para variar, de un manga (historieta) de los 60s. El Hombre Par, en realidad un niño de nombre Mitsuo, combate el crimen gracias a los superpoderes que adquiere de una capa y un casco.

Recordemos a Mitsuo y a Número 2, su monito acompañante. También al robot-copia, el cual tomaba la apariencia de Mitsuo cuando éste le tocaba la nariz, lo que le permitía ausentarse de casa sin dejar sospechas. Sólo falta Michiko, la Mujer Par de esta serie.



Video introductorio de la serie