viernes, 9 de septiembre de 2011

La Roca que lo cambia todo


x Carlos Tovar


Todos tenemos prioridades en la vida. Es imposible vivir sin algún tipo de orden de importancia de las cosas que realizamos diariamente, por mínimo que éste sea. Por más indiferente, desganada o desidiosa que una persona sea, ésta siempre tendrá un deseo en la vida que alcanzar, y, para ello, un conjunto de acciones que llevar a cabo.

Por un lado, las prioridades pueden cambiar porque cambia nuestra meta y/o visión (la gente puede carecer de visiones –no recomendable-, pero aun así tener una meta en la vida). Dado que las prioridades se acomodan o alinean a nuestras metas en la vida, un cambio en nuestros objetivos resulta en un cambio de prioridades. Por otro lado, no todo cambio de prioridades significa un cambio de metas. La meta puede permanecer igual y, sin embargo, podemos vernos obligados a cambiar nuestras prioridades en la vida. Esto puede ocurrir cuando sucede un cambio de circunstancias en nuestra vida que nos fuerza a cambiar nuestras prioridades, precisamente para asegurar que podamos alcanzar la meta que perseguimos en la vida (esta forma de interpretar las prioridades es equivalerlas a emprender un conjunto de medios para alcanzar un fin). En este sentido vemos cómo un cambio de las circunstancias, y no sólo un cambio de la meta y/o la visión, implica un cambio de prioridades. Si un barco que prosigue un rumbo a un determinado lugar (meta) se enfrenta a un mar calmo (circunstancia), su estrategia será avanzar lo más rápido posible (prioridad). O si el mar está violento (circunstancia), su decisión probablemente sería la de avanzar lentamente y cuidar de no naufragar (prioridad), mientras el lugar permanece siendo el mismo (meta).

Respecto a lo expuesto antes, cabe mencionar, sin embargo, que podemos esperar que se produzca un mayor cambio de prioridades cuando ocurre un cambio de meta y/o visión que cuando se produce un cambio de circunstancias, dado que la meta y/o visión de cada persona constituye en el norte que orienta su vida. Asimismo, la carencia de metas claras hace que la persona no tenga prioridades claramente establecidas en su vida. Por tanto, las acciones de su vida seguirán como un barco sin rumbo, dejado a la suerte del oleaje.

Ahora vamos lo central. El líder requiere de metas y de una visión claras que le permitan ordenar sus prioridades en la vida. Cuando no hay metas claras, las prioridades existen, pero son ambiguas, difusas y cambiantes. Un líder ministerial requiere, como cualquier líder, contar con una meta y una visión claras que le permitan ordenar sus prioridades, reordenarlas según las circunstancias, a fin de asegurar que pueda obtener lo deseado. Ahora bien, cuando conocemos a Jesús ocurren dos cosas: un cambio de nuestra visión y un cambio de nuestras prioridades (ahora alineadas a nuestra nueva visión). El resultado, entonces, debe ser visible hacia nosotros (nuestro interior) y hacia el resto (mundo exterior).

El cambio de visión que se produce cuando conocemos a Cristo, a diferencia de lo que hemos hablado antes, es, o debiera ser, permanente. Él termina siendo la roca sólida en medio de un mar turbulento a la que queremos llegar y que sabemos que nunca se moverá. Este efecto trae una enorme seguridad en nuestras vidas y reordena nuestras prioridades de manera sorprendente. Todo lo demás queda alineado a Él. Luego pueden haber cambios de circunstancias que nos obliguen a cambiar nuestras prioridades, pero seguro ningún cambio tan radical como cuando lo conocemos. Pueden cambiar las circunstancias y prioridades, pero no la meta.

Siguiendo con ejemplo del Barco (nosotros), Jesús viene a ser la roca sólida en medio de un mar agitado, que produce un cambio en nuestras vidas mayor al que cualquier otra cosa podría producir, dado que, como muchos de nosotros hemos experimentado en nuestras vidas, aparece en el mar de nuestras vidas cuando ni siquiera lo teníamos en el mapa o cartografía de nuestro mar. Nos sorprende como un iceberg en pleno mar, pero no para hacernos naufragar (como sucede con los icebergs) sino para a asegurarnos un refugio por siempre.


31 de agosto de 2011

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He estado leyendo tu blog últimamente y me gusta muchos los temas que te interesan, especialmente aquellos que hablan de tu Fe. Respecto a este artículo, es verdad todos tenemos prioridades, y nos regimos bajo un orden, de acuerdo a la importancia que nos toque vivir, como dices por más mínimo que sea, es muy interesante la comparación de una vida con un barco, y es verdad muchas veces tenemos una dirección pero ya sea por una turbulencia o un mar quieto, nuestras prioridades cambiaran.
Definitivamente cuando conocemos a Jesús, nuestra visión cambia, pero como dices, No nuestras metas, es más creo que en el Señor se fortalecen, bueno nuestras prioridades si cambian pues sabemos que es El quien está de nuestra parte y la dirección que pretendíamos seguir, buscan otro rumbo, siempre guiados por Dios.
Como dice en Mateo 7:24-25 “El que escucha lo que yo enseño y hace lo que yo digo, es como una persona precavida que construyó su casa sobre piedra firme. Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Pero la casa no se cayó, porque estaba construida sobre piedra firme”, Jesús es esta Piedra firme (Roca), en donde debemos cimentar nuestras vidas, nuestras metas, nuestros sueños, etc.
Si comparamos nuestras vidas con el rumbo de un barco, pues creo que Jesús, representa la roca que no solo cambia el rumbo de nuestras vidas, sino que da descanso y sana nuestras heridas para seguir por un rumbo ya guiados por El, es lo que siempre agradeceré al Señor, ya que tal vez al igual que a ti, mi vida cambio a un rumbo que tal vez pensé había perdido, pero El no solo se ha encargado de redireccionarlo sino de mejorarlo, y mientras pasan los días, me sorprende pues los mejora, sorprendiéndome pues es mejor de lo que siempre anhele. Mi vida sigue y en El solo puedo decir que estoy a la expectativa de lo que va hacer en mi…Bendiciones!!!

Carlos Tovar dijo...

Jesús lo es todo. Sólo pronunciar su nombre me da paz. Por eso lo amo con todo lo que soy!