miércoles, 21 de enero de 2009

Lluvia


La lluvia tiene un significado y encanto especial. Quizás por ello sea fuente inagotable para la creación de poemas y canciones, y sea también usada para recrear pasajes o escenas claves de novelas y películas.

Hay un poema de E. Cummings especialmente inspirado ("Somewhere I have never travelled") que conocí viendo “Hannah y sus hermanas” de Woody Allen (gracias a quien muchos conocemos ese poema), en el cual un hombre le dice a su amada "Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas” (Nobody, not even the rain, has such small hands). Aun sin ser un asiduo lector de poemas (la poesía, por suerte, no se encuentra exclusivamente en los poemas, sino también en canciones, novelas, cine, pintura y en otras formas de expresión artística) es fácil reparar en que la figura de la lluvia es muy usada entre poetas. Incluso algunos como Neruda y Borges han compuesto poemas específicos sobre ella.

Entre las películas hay muchas escenas con lluvia, innumerables, empezando por la famosísima escena de “Cantando bajo la lluvia” (“Singin’ in the rain”, 1952) en la que Gene Kelly canta y baila. Sin embagro, hay dos escenas con lluvia que yo recuerdo especialmente.

La primera, aquella memorable escena final de “Puentes de Madison County” (“Bridges of Madison County”, 1995) de Clint Eastwood, en la que la lluvia cae incesantemente sobre el auto de Robert Kincaid (Eastwood) mientras éste espera que Fracesca Johnson (Meryl Streep) salga de su auto y corra hacia él. (Creo que si juntáramos todas las lágrimas de las personas que lloraron al ver esa escena, podríamos causar un aguacero).

La segunda escena de película que recuerdo es aquella notable escena de “Blade Runner” (1982) película de culto dirigida por Ridley Scott, en la cual, en medio de una abundante lluvia, el replicante Roy (Rutger Hauer) le dice a Decker (Harrison Ford), su cazador: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. Y tras decirlo, muere.

Por cierto, la asociación de la lluvia con las lágrimas resulta bastante común y ha sido dicha de muchas maneras. Resulta casi una asociación natural. Si alguna vez, por la razón que fuese, se te han salido algunas lágrimas en medio de una lluvia, habrás sentido que la naturaleza se vuelve tu cómplice y viene en tu ayuda para ocultar del resto tu emoción. En esa línea, lo más reciente que recuerdo es un inusualmente tierno y altamente recomendable artículo de Beto Ortiz, “Carta a Mamita”, el cual termina así “La lluvia de esa tarde se encargó de camuflar mi breve pero perfecta felicidad. Y ni cuenta se dieron en qué momento entré en desigual competencia con ese cielo encapotado. Total, solamente es agua”.

Y entre los pasajes de novelas que incluyen la lluvia, aquel que más recuerdo es uno del “Anatomista” de Federico Andahazi. Vale la pena recordarlo.

"Mateo Colón, sentado a su pupitre, mira caer la lluvia del otro lado de la luna minúscula que corona la breve cabecera de su cama. Llueve sobre las diez cúpulas gemelas de la basílica y sobre la pradera que se funde en la línea incierta del horizonte. Llueve una lluvia fina que apenas si moja. Llueve una lluvia mansa y persistente que acosa como un mal pensamiento o como una duda. Como una idea. Como un secreto. Llueve, se diría, una lluvia de siglos. Llueve una lluvia pía, descalza. Llueve una lluvia franciscana Llueve con la misma leve materialidad de la que están hechos los pies del santo sobre los techos, sobre los pájaros. Llueve, como siempre, sobre los pobres…".

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