x Andrea Raimondo
Les traigo una novela que nos presenta la recreación de una época fascinante de la humanidad, la de los descubrimientos y la atracción por lo desconocido, que trasciende el marco histórico para convertir su escritura deslumbrante en un acto de libertad, transformando el espacio cerrado del calabozo en un arca donde caben el mundo real y el de los sueños. Se trata de “El Turno del Escriba” de las autoras argentinas Graciela Montes y Ema Wolf.
Durante el año 1298, Rustichello de Pisa vive su decimocuarto año como rehén de guerra de los genoveses. Este escribano viejo y cansado alguna vez copió manuscritos para las casas reales más grandes de Europa, pero ningún monarca parece interesado en pagar su rescate. Su destino cambia cuando un nuevo prisionero viene a compartir su celda. Se trata de Marco Polo, el viajero veneciano que llegó a los confines del Oriente. Rustichello adivina enseguida el tesoro que tiene entre manos, y así da comienzo a una epopeya secreta y grandiosa: la redacción, a partir de los relatos de Marco Polo, de una obra que le atraerá de nuevo el favor de los príncipes cristianos, el Libro de las Maravillas del Mundo.
La reflexión acerca del proceso de creación literaria, que este tipo de personajes permite realizar, es uno de los aspectos mejor explotados por las autoras. No por las reflexiones en sí que no son muy profundas, sino por la ironía con que abordan los problemas de la propia novela. Por ejemplo, como cuando Rustichello agobiado por los detalles económicos y cotidianos de los relatos de Marco Polo le explica que los lectores esperan "historias, deleitarse con noticias de milagros y estremecerse con la relación de pecados horrendos".
Con este argumento, las autoras se enredan en copiosas descripciones, hechas con mimo lingüístico, pero que acaban por capitalizar el grueso del libro en detrimento de una historia interesante que vamos conociendo a retazos a través de escasos personajes y parcos diálogos. A cambio obtenemos una información sazonada de lirismo de la época en la que transcurren los hechos, del contexto social y político, y de la geografía de ese puerto genovés en constante conflicto con plazas aledañas.
Estas abundantes y excesivas descripciones dan lugar a una saturación informativa, un desborde de nombres y enumeraciones que poco aportan al relato y que más bien entorpecen la propia narración novelesca. A esto hay que sumar otros problemas: el poco desarrollo de los personajes, la ausencia de diálogos y de una verdadera trama narrativa, o el humor casi infantil que apela constantemente a elementos muy básicos.
La complejidad de la escritura a cuatro manos ha sido sólo cuestión de ponerse de acuerdo y de pulir todo el trabajo hasta conseguir una voz homogénea, según las autoras. Para las autoras lo más fascinante fue recrear una época espléndida de la historia y un momento clave hacia el salto a la Modernidad. Esta recreación ha sido posible gracias a un largo período de investigación para averiguar los hábitos, costumbres y el entretejido político de la Italia del Medioevo.
El corazón de la novela reside en la metamorfosis que sufre Rustichello de Pisa cuando es tocado por el genio de la inspiración. Para Montes y Wolf, Rustichello es el verdadero autor del afamado libro; Marco Polo, en cambio, es una figura más bien gris que no comprendió el valor literario de su odisea hasta que el pisano se lo descubrió. Lo que el lector encontrará en El Turno del Escriba es una verdadera epopeya, aderezada con una muy amena dosis de buen humor, acerca del proceso creativo de quien preservó para la memoria los relatos de Marco Polo.
Las autoras son dos escritoras cercanas a los 60 años de edad, dedicadas durante décadas a la literatura infantil, que solían reunirse en el café bonaerense de Marco Polo para planificar juntas la escritura de una novela histórica que les permita alcanzar el reconocimiento de los lectores adultos y de la crítica. Tras un arduo trabajo de investigación y redacción de cerca de cinco años, este libro obtiene uno de los más importantes premios literarios y convierte a las autoras en celebridades internacionales. Esta es la historia de las escritoras argentinas Graciela Montes (Buenos Aires, 1947) y Ema Wolf (Buenos Aires, 1948), y su libro El turno del escriba, ganador del Premio Alfaguara de novela 2005.
"Siempre usa el poder deslumbrante de cualquier historia para abrir espacios, sendas o caminos a través de la imaginación”.
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