(Ilustración del Corto Maltés dibujado por Hugo Pratt)
Terminó el año 2010 y pensando en los momentos para mí inolvidables, he recordado aquéllos de ese año con los que me quedaré por mucho tiempo, o siempre si la memoria me funciona como hasta ahora. Me quedo con muchos momentos gratos, momentos que me traen un sentimiento de alegría y de gratitud.
Me quedo con las clases de la RED y con aquella noche en casa de Ma, donde pude conocer un poco más de cada uno de mis compañeros y aprender de ellos. Me quedo con las clases por las noches del Seminario, que tanto he disfrutado, donde seguiré, si el Señor quiere, tres años más de mi vida, hasta terminar. Me quedo con todo lo aprendido en clase, con los tiempos de alabanza. Me quedo con una foto. Me quedo con esas conversaciones y comidas con Ju, tras las clases. Me quedo con su amistad. Me quedo con aquellos dos domingos de visitas a los presos al Luri, con el ejemplo de aquellos héroes de fe que integran el ministerio de cárceles de Camino, quienes hacen horas de cola para visitar presos, personas a quienes nunca antes conocieron, movidos sólo por el amor de Cristo. Me quedo con los jueves de santa cena y domingos de culto de Camino, donde he aprendido tanto, mucho más de lo que, por ahora, soy capaz de dar.
Me quedo con todas las horas que pasé con mi madre, hermanas y hermanos, y con mis pequeños sobrinos y sobrinas. Me quedo con esos abracitos de mi sobrinita Gr, quien me ha dicho muchas veces “tío, te quiero”. Me quedo con las sonrisas de todos mis sobrinos, con el gusto de verlos crecer.
Me quedo con mi afán casi infantil de ir, invitado o aceptado por mi amigo Ja (gran dibujante de historietas y de humor gráfico) a almorzar en Barranco con Giménez, autor de Paracuellos y uno de mis dos grandes ídolos del cómic mundial, con un grupo de personas que terminó siendo tan pequeño como que sólo éramos Giménez, su novia, un funcionario del CCE, mi amigo Ja y yo. Me quedo con la graciosa sensación de haberme sentido medio “groupie” porque parecía que lo único que me importaba era estar allá, almorzando con Giménez, aun cuando apenas pude charlar con él debido a la estruendosa música del lugar. Me quedo, desde luego también, con la cena en el Patagonia con Giménez y con un pequeño y privilegiado grupo de amigos del Colectivo con quienes, entonces sí, pude disfrutar de la conversación de Giménez.
Me quedo con aquel paseo en el atardecer por Paris en bicicleta y con aquella noche con Ju y Ve yendo a cenar al barrio de Montmartre. Me quedo con mi excursión en solitario por Sacré-Coeur y con aquellas tres horas que pasé en la librería de Comics BD SPIRIT, en Montmartre, viendo y comprando historietas. Me quedo con aquella tarde con Ju en la que nos sentamos en una cafetería, en un exclusivo barrio de París, a contemplar la gente pasar, tal como, según mi amigo, suelen hacer los parisinos. Me quedo, cómo no, con el paseo por Barcelona con Me y Ch (amigo peruano que por esas casualidades de la vida estaba de viaje por allá) y su hermana; con esa subida y descenso al Montjuic acompañado de un bello atardecer. Me quedo con aquella noche de cine solo en Madrid y la incursión en la sección de historietas de Fnac (en la que completé mi colección de “Barrio” de Giménez).
Me quedo con aquella noche en Santo Domingo jugando, de pronto e inesperadamente como antaño, con esas mismas ganas de antes, ajedrez rápido contra una decena de fanáticos dominicanos. Me quedo con el gusto, un poco travieso, de responderles “no, en mi país no soy nada en el ajedrez”, ante la pregunta que me hicieran “¿es usted maestro de ajedrez en Perú?” luego de que les ganara varias partidas con relativa facilidad.
Me quedo con los reencuentros, los cuatro, con las calles de DC, ciudad donde si no dejé ningún recuerdo fue porque todos los llevé conmigo, dentro de mi corazón y mi memoria, incluso el tiempo de los intentos, en los que dejé gran parte de mí. Me quedo con la dicha de estar en el último culto de Grace en su ahora antiguo local y la suerte de estar en el primer culto de su nuevo local en Virginia. Me quedo con el saludo del Ps Jo y su gentil frase “We love you too, Carlos” y el saludo del Ps De, quien, con una amplia sonrisa, al verme llegar a Grace en mi primer viaje simplemente me dijo “Hi, Carlos, nice to see you man”, como si me hubiera visto hace muy poco, lo que me hizo dar cuenta que, en realidad, nunca he salido de Grace. Me quedo con la sensación de que esté en DC o en Lima, en Grace o en Camino, me siento en casa gracias al Señor Jesús, quien es, finalmente, quien ha estado en todos mis “me quedo” del 2010 y está en todo lo que espero para el 2011.
Me quedo con las clases de la RED y con aquella noche en casa de Ma, donde pude conocer un poco más de cada uno de mis compañeros y aprender de ellos. Me quedo con las clases por las noches del Seminario, que tanto he disfrutado, donde seguiré, si el Señor quiere, tres años más de mi vida, hasta terminar. Me quedo con todo lo aprendido en clase, con los tiempos de alabanza. Me quedo con una foto. Me quedo con esas conversaciones y comidas con Ju, tras las clases. Me quedo con su amistad. Me quedo con aquellos dos domingos de visitas a los presos al Luri, con el ejemplo de aquellos héroes de fe que integran el ministerio de cárceles de Camino, quienes hacen horas de cola para visitar presos, personas a quienes nunca antes conocieron, movidos sólo por el amor de Cristo. Me quedo con los jueves de santa cena y domingos de culto de Camino, donde he aprendido tanto, mucho más de lo que, por ahora, soy capaz de dar.
Me quedo con todas las horas que pasé con mi madre, hermanas y hermanos, y con mis pequeños sobrinos y sobrinas. Me quedo con esos abracitos de mi sobrinita Gr, quien me ha dicho muchas veces “tío, te quiero”. Me quedo con las sonrisas de todos mis sobrinos, con el gusto de verlos crecer.
Me quedo con mi afán casi infantil de ir, invitado o aceptado por mi amigo Ja (gran dibujante de historietas y de humor gráfico) a almorzar en Barranco con Giménez, autor de Paracuellos y uno de mis dos grandes ídolos del cómic mundial, con un grupo de personas que terminó siendo tan pequeño como que sólo éramos Giménez, su novia, un funcionario del CCE, mi amigo Ja y yo. Me quedo con la graciosa sensación de haberme sentido medio “groupie” porque parecía que lo único que me importaba era estar allá, almorzando con Giménez, aun cuando apenas pude charlar con él debido a la estruendosa música del lugar. Me quedo, desde luego también, con la cena en el Patagonia con Giménez y con un pequeño y privilegiado grupo de amigos del Colectivo con quienes, entonces sí, pude disfrutar de la conversación de Giménez.
Me quedo con aquel paseo en el atardecer por Paris en bicicleta y con aquella noche con Ju y Ve yendo a cenar al barrio de Montmartre. Me quedo con mi excursión en solitario por Sacré-Coeur y con aquellas tres horas que pasé en la librería de Comics BD SPIRIT, en Montmartre, viendo y comprando historietas. Me quedo con aquella tarde con Ju en la que nos sentamos en una cafetería, en un exclusivo barrio de París, a contemplar la gente pasar, tal como, según mi amigo, suelen hacer los parisinos. Me quedo, cómo no, con el paseo por Barcelona con Me y Ch (amigo peruano que por esas casualidades de la vida estaba de viaje por allá) y su hermana; con esa subida y descenso al Montjuic acompañado de un bello atardecer. Me quedo con aquella noche de cine solo en Madrid y la incursión en la sección de historietas de Fnac (en la que completé mi colección de “Barrio” de Giménez).
Me quedo con aquella noche en Santo Domingo jugando, de pronto e inesperadamente como antaño, con esas mismas ganas de antes, ajedrez rápido contra una decena de fanáticos dominicanos. Me quedo con el gusto, un poco travieso, de responderles “no, en mi país no soy nada en el ajedrez”, ante la pregunta que me hicieran “¿es usted maestro de ajedrez en Perú?” luego de que les ganara varias partidas con relativa facilidad.
Me quedo con los reencuentros, los cuatro, con las calles de DC, ciudad donde si no dejé ningún recuerdo fue porque todos los llevé conmigo, dentro de mi corazón y mi memoria, incluso el tiempo de los intentos, en los que dejé gran parte de mí. Me quedo con la dicha de estar en el último culto de Grace en su ahora antiguo local y la suerte de estar en el primer culto de su nuevo local en Virginia. Me quedo con el saludo del Ps Jo y su gentil frase “We love you too, Carlos” y el saludo del Ps De, quien, con una amplia sonrisa, al verme llegar a Grace en mi primer viaje simplemente me dijo “Hi, Carlos, nice to see you man”, como si me hubiera visto hace muy poco, lo que me hizo dar cuenta que, en realidad, nunca he salido de Grace. Me quedo con la sensación de que esté en DC o en Lima, en Grace o en Camino, me siento en casa gracias al Señor Jesús, quien es, finalmente, quien ha estado en todos mis “me quedo” del 2010 y está en todo lo que espero para el 2011.
1 comentario:
¡Cuánta nostalgia! Ahora que estamos en otoño, pienso en las cosas con las que me quedaría y las personas de las que no me quisiera separar. Siempre estoy de paso, quizás alguna vez decida quedarme en la vida de alguien para siempre, claro está si me aceptan y me reciben con el mismo cariño, entraría en su vida llevando de regalo mi amistad y mi corazón fiel en la mano. Si tan solo quedara una sola hoja en el árbol al volver la primavera.
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