miércoles, 25 de julio de 2012

Unas líneas sobre The Amazing Spider-Man de Webb


Quería decir algunas pocas líneas sobre The Amazing Spider-Man de Marc Webb en la que Andrew Garfield hace del héroe arácnido. Es inevitable compararla con las películas Spider-Man de San Raimi en las que actuó Tobey Maguire. Me gusta más esta versión de Webb básicamente porque el Peter Parker interpretado por Garfield está mejor logrado que el de Maguire. Pese al éxito de taquilla, creo que la mayor deficiencia de las tres películas de Raimi fue la mala construcción de Peter Parker como personaje. Ése no era el Parker que uno conocía en las historietas, específicamente en los primeros números de la saga que fueron escritos nada menos que por Stan Lee, sino un garabato de él. Parecía que le habían encargado a MAD, revista americana de humor satírico, hacer una burla sobre el personaje.

Es cierto que el Parker de Stan Lee en las historitas era tímido y socialmente algo torpe o inexperto, especialmente cuando relacionarse con chicas se trataba, pero era inteligente, como no podía ser de otra forma tratándose de un geniecillo científico, tenía mucho carácter y era valeroso y altruista en toda circunstancia. Era un personaje muy rico en carácter y personalidad que marcó una gran diferencia con otros personajes de súper héroes coetáneos. El Peter Parker sin traje era muchas veces tanto o más importante que el Peter Parker con el traje de Spider-Man columpiándose entre los rascacielos de Manhattan.

Raimi entendió mal la torpeza de Peter Parker y la llevó al absurdo de presentarlo físicamente torpe, lo cual, como sabemos, es ilógico porque si hay algo que Spider-Man tiene es una habilidad física extrema. La escena de la segunda película de Raimi en la que muestra a un Peter Parker repartidor de pizzas tratando de cerrar la puerta de un depósito y se le caen todas las cosas de adentro (escobas, etc.), es absolutamente patética. Parece una escena más apropiada del Chapulín Colorado. Para colmo de males, el Parker interpretado por Maguire era aburrido, sin gracia y andaba con una cara como quien era el último de enterarse de todo. O sea, sin rasgos de inteligencia. Y cuando sonreía a uno le daban ganas de llorar. Para colmo de males, no había química entre Maguire y Kristen Dunst, quien interpretaba a Mary Jane. No chemistry at all, ni aunque se cuelgue de cabeza de su telaraña y la bese bajo la lluvia (escena que, hay que admitir, quedó para posteridad).

El “nuevo” Parker interpretado por Garfield corrige todos esos defectos y nos muestra a un personaje más acorde con el Parker de las historietas: tímido, pero inteligente; valiente y ameno. Hay, al menos, cierta química entre él y Emma Stone, quien interpreta a Gwen Stacy (por cierto, así como en la última versión cinematográfica, en las historietas es Gwen el primer amor de Parker y no Mary Jane de quien el telarañudo se enamora tras morir Gwen a manos del duende verde).

Visualmente, también, la película de Webb me deja más satisfecho que la del Raimi. Las escenas nos presentan a un Spider-Man más plástico, veloz y ágil. La plasticidad del personaje en esta cinta es un verdadero logro. Obviamente hay todo un aprendizaje a través de los años en el manejo de los efectos especiales que permiten darle mayor plasticidad al personaje y, eso es notorio, pero no deja de ser significativo el progreso en ese respecto de Spider-Man 3 (la peor de la saga de Raimi) a esta película de Webb.

Lo que ninguna de las versiones, ni las de Raimi ni la de Webb, logra es presentarnos a un Spider-Man lo suficientemente irónico y sarcástico como lo era el personaje de historietas cuando peleaba con los malhechores. La ironía de Spidey con sus rivales e incluso consigo mismo era parte del espectáculo y encanto de la saga (Algo que las películas de Iron-Man han aprovechado para construir al Tony Star interpretado por Downey Jr., aunque esa característica estaba ausente de las versiones del Iron-Man de los cómics).

En cuanto al argumento, la historia de la conversión de Parker en Spider-Man está bien hecha. Respeta, en líneas generales, la versión de la historieta y evita inteligentemente repetir escenas harto conocidas que aún resultan frescas debido a la primera película de Raimi. Webb aprovecha, además, la historia que se agregó en los 90s al cómic, de que los padres de Peter eran espías, lo cual no formaba parte de la historia original presentada en los 60s. Todo eso bien en cuanto a la línea argumental del personaje, sin embargo, acá viene lo malo, en cuanto a la historia particular del filme, es decir, aquella con el lagarto, ésta resulta demasiado trillada. Otra vez el tema del malo queriendo convertir a todos en malos. Resulta demasiado pueril y muestra una carencia de recursos. Ya vimos eso en tantas películas (ejemplo, en X-Men) que me pregunto por qué le cuesta tanto a Hollywood hacer una historia más original.

Para concluir, aunque no es una gran película, The Amazing Spider-Man se deja ver y disfrutar por sus seguidores y no seguidores. Creo que no decepciona. A mí, al menos, me alegra que el Peter Parker haya sido mejor construido que en las anteriores versiones y se hayan superado evidentes deficiencias conceptuales del personaje. Creo que la buena factura de cualquier película sobre Spider-Man que se haga no estará en el disfrute visual del personaje columpiándose y haciendo cosas asombrosas que lo alejan de lo humano, sino en la construcción de su alter ego, un Peter Parker sin traje, quien, inmerso en sus reflexiones y dudas existenciales, en su drama cotidiano, queda humanizado ante los ojos del espectador. Ése fue el principal éxito de la saga de historietas creada por Stan Lee y Steve Ditko hace casi medio siglo atrás.
PD: Artículo relacionado en Nido de Erratas:

sábado, 14 de julio de 2012

Señales de humo


Hace unos días me pasó un incidente. Salí de mi casa con dirección a trabajar y, llegando al edificio de mi trabajo, pensando en qué desayunaría para empezar el día, me acordé que había olvidado una cacerola prendida en la cocina. Había pasado cerca de una hora ya. Regresé a casa confiando en Dios, en que nada iba a pasar. Llegando, Alejandro, quien cuida el edificio donde vivo, me recibió diciéndome que estaba saliendo mucho humo por la ventana de mi cocina. Subí apresurado y entré a mi departamento. Cuando abrí la puerta, el humo salió a recibirme. La cocina era un sauna, pero no había fuego. Apagué la cocina y recorrí todo mi departamento con aromatizador en mano. Me dediqué a abrir las ventanas. El humo estaba por todo sitio. Me pregunté como una pequeña cacerola podía causar tanto estrago. Entré finalmente a mi biblioteca, aquel lugar que he puesto todo, mis libros, historietas y discos, con el mayor detalle posible. Aquel espacio que contiene muchos recuerdos felices, desde mis 8 años en que empecé como lector de historietas. Todo olía a humo. Abrí las puertas del balcón para dejar salir el humo invasor, miré hacia mis queridos libros y me dije: “Ojalá que ustedes nunca tengan que arder”.

martes, 3 de julio de 2012

Un alto para disfrutar de aquello que nos gusta


Hace poco, paseando por primera vez por las calles de Quito en compañía de un buen amigo, vinieron a mi mente cosas que tanto me gustan y que he disfrutado siempre, desde adolecente, y algunas desde niño. Me encanta, primero que nada, una buena conversación, incluso con aquellas personas con las que, teniendo perspectivas distintas de la vida, te desafían a esforzarte en tus reflexiones y argumentaciones. Encuentro muy placentero la batalla de ideas y de la lógica cuando es bien llevada (el Ajedrez es el caso perfecto de esa batalla, por eso es que lo amo tanto, porque en él, como dijo un gran ajedrecista ya fallecido, ¡la retórica no sirve de nada porque se ve desnuda ante la belleza de la lógica!). Disfruto, más aun, conversar caminando, así, casi erráticamente, casi sin dirección.

Aun cuando hay varias cosas simples de la vida que podemos disfrutar día a día, compruebo que, muchas veces, nos escudamos en que tenemos demasiadas responsabilidades y terminamos dejándolas de lado. Ése ha sido, un poco, el ritmo de mis actividades durante los últimos dos años, debido a la carga de trabajo y otras responsabilidades. Estando un día de paseo, he reparado en lo saludable que resulta darse un tiempo para descansar y tomar distancia de nuestras responsabilidades y hacer cosas que nos hagan disfrutar de las cosas que Dios puso a nuestro alrededor, sin ningún afán de por medio (El Señor mismo se tomó un descanso tras la Creación y, estoy convencido de esto, no fue porque estuviera cansado sino para darnos el ejemplo que necesita el hombre, que sí se fatiga, de tomar un descanso y disfrutar de lo que es capaz de producir).

Pensando en ello, recordé que desde niño y adolescente el Señor hizo de mí una persona que le gustaba disfrutar de varias cosas. Una persona que amaba leer comics (que he dejado de lado por el pretexto del tiempo), practicar al ajedrez (que había dejado de lado por la misma perenne excusa, pero que, ¡al fin!, he vuelto a retomar ya regularmente, aunque sea contra un oponente computarizado), leer una buena obra literaria (cuya lectura he dejado de lado, también por falta de tiempo), ir al cine (al que he dejado de ir con la regularidad de antes, también por la excusa del tiempo), dibujar (no llegué practicarlo con regularidad, pero formó parte de mi ilusión adolecente de ser dibujante de historietas) y escuchar música (esto, debo decir, no lo he dejado nunca, sino cambiado un poco de bandas y géneros musicales, ¡aunque igual fui a ver Charly García ahora que vino a Lima!). Mucho tiempo después descubrí que también me hacía feliz escribir y, aunque no tengo la habilidad que quisiera, me hace definitivamente muy, pero muy dichoso. Esto también he dejado de hacer con la regularidad de hace un par de años.

Una vez, hace años ya, una querida amiga, que tenía el encanto de saber disfrutar de las cosas de una manera que yo admiraba, me dijo: “Mira las cosas que están a tu alrededor y sé feliz”. Se refería a eso, a disfrutar de las cosas simples de la vida que tengo alrededor mío, al alcance de mi mano. No tengo que escalar una enorme montaña para eso, tan solo la calzada de mi voluntad. No sé si podré hacer todo lo que quisiera, pero empezaré tomándome una noche a la semana para ir al cine y un par de horas del fin de semana para leer un buen comic del cúmulo de ellos, de buen calibre, que descansan en mi biblioteca. Sé que si el Señor puso esa capacidad de disfrute e interés en todas estas cosas, lo hizo para darme alegrías. Yo quiero hacer todas esas cosas otra vez, pero, a diferencia de antes, saber encontrarlo a Él en cada una de esas cosas. Saber que Él me dio esa capacidad de disfrute es un primer paso para empezar a encontrarlo también en ellas. Total, el Señor Jesús, como dice la Palabra, lo cubre todo en todo :)