Quería decir algunas pocas líneas sobre The Amazing Spider-Man de Marc Webb en la que Andrew Garfield hace del héroe arácnido. Es inevitable compararla con las películas Spider-Man de San Raimi en las que actuó Tobey Maguire. Me gusta más esta versión de Webb básicamente porque el Peter Parker interpretado por Garfield está mejor logrado que el de Maguire. Pese al éxito de taquilla, creo que la mayor deficiencia de las tres películas de Raimi fue la mala construcción de Peter Parker como personaje. Ése no era el Parker que uno conocía en las historietas, específicamente en los primeros números de la saga que fueron escritos nada menos que por Stan Lee, sino un garabato de él. Parecía que le habían encargado a MAD, revista americana de humor satírico, hacer una burla sobre el personaje.
Es cierto que el Parker de Stan Lee en las historitas era tímido y socialmente algo torpe o inexperto, especialmente cuando relacionarse con chicas se trataba, pero era inteligente, como no podía ser de otra forma tratándose de un geniecillo científico, tenía mucho carácter y era valeroso y altruista en toda circunstancia. Era un personaje muy rico en carácter y personalidad que marcó una gran diferencia con otros personajes de súper héroes coetáneos. El Peter Parker sin traje era muchas veces tanto o más importante que el Peter Parker con el traje de Spider-Man columpiándose entre los rascacielos de Manhattan.
Raimi entendió mal la torpeza de Peter Parker y la llevó al absurdo de presentarlo físicamente torpe, lo cual, como sabemos, es ilógico porque si hay algo que Spider-Man tiene es una habilidad física extrema. La escena de la segunda película de Raimi en la que muestra a un Peter Parker repartidor de pizzas tratando de cerrar la puerta de un depósito y se le caen todas las cosas de adentro (escobas, etc.), es absolutamente patética. Parece una escena más apropiada del Chapulín Colorado. Para colmo de males, el Parker interpretado por Maguire era aburrido, sin gracia y andaba con una cara como quien era el último de enterarse de todo. O sea, sin rasgos de inteligencia. Y cuando sonreía a uno le daban ganas de llorar. Para colmo de males, no había química entre Maguire y Kristen Dunst, quien interpretaba a Mary Jane. No chemistry at all, ni aunque se cuelgue de cabeza de su telaraña y la bese bajo la lluvia (escena que, hay que admitir, quedó para posteridad).
El “nuevo” Parker interpretado por Garfield corrige todos esos defectos y nos muestra a un personaje más acorde con el Parker de las historietas: tímido, pero inteligente; valiente y ameno. Hay, al menos, cierta química entre él y Emma Stone, quien interpreta a Gwen Stacy (por cierto, así como en la última versión cinematográfica, en las historietas es Gwen el primer amor de Parker y no Mary Jane de quien el telarañudo se enamora tras morir Gwen a manos del duende verde).
Visualmente, también, la película de Webb me deja más satisfecho que la del Raimi. Las escenas nos presentan a un Spider-Man más plástico, veloz y ágil. La plasticidad del personaje en esta cinta es un verdadero logro. Obviamente hay todo un aprendizaje a través de los años en el manejo de los efectos especiales que permiten darle mayor plasticidad al personaje y, eso es notorio, pero no deja de ser significativo el progreso en ese respecto de Spider-Man 3 (la peor de la saga de Raimi) a esta película de Webb.
Lo que ninguna de las versiones, ni las de Raimi ni la de Webb, logra es presentarnos a un Spider-Man lo suficientemente irónico y sarcástico como lo era el personaje de historietas cuando peleaba con los malhechores. La ironía de Spidey con sus rivales e incluso consigo mismo era parte del espectáculo y encanto de la saga (Algo que las películas de Iron-Man han aprovechado para construir al Tony Star interpretado por Downey Jr., aunque esa característica estaba ausente de las versiones del Iron-Man de los cómics).
En cuanto al argumento, la historia de la conversión de Parker en Spider-Man está bien hecha. Respeta, en líneas generales, la versión de la historieta y evita inteligentemente repetir escenas harto conocidas que aún resultan frescas debido a la primera película de Raimi. Webb aprovecha, además, la historia que se agregó en los 90s al cómic, de que los padres de Peter eran espías, lo cual no formaba parte de la historia original presentada en los 60s. Todo eso bien en cuanto a la línea argumental del personaje, sin embargo, acá viene lo malo, en cuanto a la historia particular del filme, es decir, aquella con el lagarto, ésta resulta demasiado trillada. Otra vez el tema del malo queriendo convertir a todos en malos. Resulta demasiado pueril y muestra una carencia de recursos. Ya vimos eso en tantas películas (ejemplo, en X-Men) que me pregunto por qué le cuesta tanto a Hollywood hacer una historia más original.
Para concluir, aunque no es una gran película, The Amazing Spider-Man se deja ver y disfrutar por sus seguidores y no seguidores. Creo que no decepciona. A mí, al menos, me alegra que el Peter Parker haya sido mejor construido que en las anteriores versiones y se hayan superado evidentes deficiencias conceptuales del personaje. Creo que la buena factura de cualquier película sobre Spider-Man que se haga no estará en el disfrute visual del personaje columpiándose y haciendo cosas asombrosas que lo alejan de lo humano, sino en la construcción de su alter ego, un Peter Parker sin traje, quien, inmerso en sus reflexiones y dudas existenciales, en su drama cotidiano, queda humanizado ante los ojos del espectador. Ése fue el principal éxito de la saga de historietas creada por Stan Lee y Steve Ditko hace casi medio siglo atrás.
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