domingo, 17 de mayo de 2009

Dame ese monte

Cuenta la historia judía que, una vez habiendo liberados del yugo egipcio, en su travesía por el desierto, Moisés envió a doce hombres a reconocer la tierra prometida, en el territorio de Canaán, allá en lo alto de un monte. La tierra se encontraba habitada y debía ser conquistada.

Cuando los hombres enviados por Moisés regresaron, dijeron desalentados: «el pueblo que allí habita es poderoso, y sus ciudades son enormes y están fortificadas». La comunidad israelita, desalentada, empezó a murmurar contra Moisés y su hermano Aarón diciendo: «¡Más nos valdría morir en este desierto! (…) ¿No sería mejor que volviéramos a Egipto?» (Números 14:2-4). En medio de ese desaliento, Josué y Caleb, dos de las personas que habían sido enviadas por Moisés, el último un hombre de cuarenta años, dijeron: «La tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena. Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella (…) porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo!» (Números 14:7-9). No obstante, el temor y la duda prevalecieron entre los israelitas y no les permitieron conquistar la tierra prometida.

Luego de 45 años de ese episodio, Caleb, ya un hombre de 85 años, se acordaba de la promesa que Dios le había hecho y se presentó ante Josué, quien había sucedido a Moisés, reclamando el monte que le correspondía diciéndole: «Aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con vida! Y todavía mantengo la misma fortaleza que tenía el día en que Moisés me envió. Para la batalla tengo las mismas energías que tenía entonces. Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión» (libro de Josué, 14:10-12). Y Caleb, con más de ochenta años, conquistó y heredó la zona de Hebrón en la que se situaba el monte que 45 años atrás había visitado...

La historia de Caleb nos habla que en cualquier edad, por mayor que uno sea, uno puede tener la fortaleza y firmeza para cumplir los sueños que tuvo de joven. Aunque la gente nos diga que desistamos de ellos. De eso nos habla esta linda canción de Daniel Santoy, quien la canta junto a Jesús Adrián Romero. Aún no llego a la base cuatro pero cuando escuché esta canción me gustó mucho y me hizo pensar en que, gracias a Dios, aún conservo los sueños que tenía de joven. La comparto.


Dame ese monte

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