Entre las revistas que leía de niño, Condorito tiene una capítulo especial en mis recuerdos de niñez. Mi padre siempre traía un ejemplar a casa y lo disfrutaba enormemente. Y una de las cosas que yo más gustaba de ir voluntariamente a que me corten el pelo era la oportunidad de leer varios ejemplares de Condorito.
Cuando niño me llevó un tiempo saber que aquel personaje que parecía tan peruano (pobre, "recursero", criollo y sinvergonzón) era chileno. Fue una de mis primeras desilusiones con los personajes de ficción. No porque tuviese algo contra los chilenos sino porque para mí Pelotillehue, con toda su encantadora precariedad, sólo podía ser una ciudad peruana. Justamente ahí residió el éxito internacional de Condorito: el que sus personajes y ciudad puedan ser familiares para todos los países de la región.
Leyendo la edición especial de "Condorito: década de los 70s, los mejores chistes", publicada por Ediciones Origo, me entero que en los 70s el personaje sufrió algunos cambios con respecto a sus primeros 20 años -50s y 60s- precisamente para internacionalizarlo. Por ejemplo, se le quitaron los modismos chilenos y se sacó a Condorito de la pobreza extrema para posicionarlo en una clase media que permitiese una mayor identificación con el público latinoamericano. Ademas, Condorito abandonó su clásico cigarrillo para no dar mal ejemplo a los niños que lo leían (yo ni cuenta).
Sea como sea, Condorito y todo su entrañable grupo de amigos y familiares -Coné, Yayita, Don Chuma, Che Copete, "Huevo Duro", "Garganta de Lata", "Cabellos de Ángel", Eungenio, Pepe Cortisona, "Tomatito", Doña Tremebunda, Cuasimodo, entre otros, así como su fiel perro Washington y su loro Matías- forman ahora parte de un mundo de ficción que transcendió las barreras de Chile y se convirtió en un personaje que bien podía ser peruano, boliviano, ecuatoriano, colombiano o argentino. Que más da.