[No faltará quienes lean el siguiente relato, de Rafael Mendoza, y su historia les resulte familiar. Es que todos conocemos a algún ludópata y sabemos que cada uno de ellos tiene un optimismo desbordante y, principalmente, una obsesión compulsiva por el azar. Sus amigos, claro, pueden ser cómplices de él o elegir no serlo. Espero disfruten el relato como yo. Carlos Tovar]
Buenos Amigos
x Rafael Mendoza Lozano
Marco hizo su cálculo. Invirtiendo treinta soles por día, jugando caballitos en el casino, podría no sólo vivir sino hacer dinero. Cada golpe devolvería 10 veces el dinero invertido, y cada día golpearía al menos una vez antes de perder los treinta soles. Un genio, carajo. Eso sí, únicamente en el Arcadia, los otros casinos tenían ajustadas las máquinas para evitar los golpes. Qué lindo.
Hay que ser un profesional del casino, en eso todos estamos de acuerdo. Lo malo es que Marco recién iba tres años jugando, así que le faltaban dos más para graduarse. Y esos dos años que le faltaban podrían ser muy onerosos porque no jugaba bien al casino, sino que apostaba todo lo que tenía en el bolsillo y generalmente lo perdía todo. Sacando cuentas, en sus años de casino había perdido 10.000 dólares. Nada mal para alguien que gana 500 al mes.
Como era de esperarse, su temperamento le jugó mal la semana pasada, y perdió los 900 soles del mes en una noche, larga, muy larga noche. También le iba mal en el trabajo, o sea lo botaron, y mejor aun, acababa de jugarse los últimos 900 soles de su liquidación. Brillante.
Había algunas cosas buenas, como que el casino quedaba cerca de su casa; así que de cualquier forma podía caminar de ida y de vuelta. Su madre le proveía de la comida y la casa donde dormir. No hay para qué desesperar. Además era optimista, siempre lo fue, y ciegamente optimista. También colérico, afanador compulsivo, aprista, desubicado, con floro barato pero poco efectivo. Mujeres ni una, salvo haciendo memoria.
El problema estaba allí delante nuestro: Marco y el casino. “Marco, ¿dónde vas a conseguir la plata para el casino?”, dije yo. “Un golpe al 999 con 10 soles y me recupero, y estoy arriba” —dijo Marco. “Eso es casi imposible” —intervino esta vez Renzo. “Nada es imposible en esta vida, muchachos” —siempre optimista. “Sí para ti”, dije yo. “Sí, ¿no? Nunca golpeo y me endeudo más, hasta quedar en la miseria, sin chamba y sin nada. El casino se llevó mi vida. Es más, quien me ha llevado a la miseria tiene nombre propio: el Arcadia. Vamos 5-6... esta máquina está arreglada, no paga”.
“Ustedes, Rafael, han perdido un huevo de plata en la bolsa. Tu esposa nomás. Sólo para darte un ejemplo, voy a decir lo que tú mismo dijiste, Rafael: es una sanguijuela chupa sangre agarrada a tu piel extrayéndote los recursos sin parar —y engordando, agregó Renzo—. O sea, la verdad es que todos hemos invertido mal”. “Sólo que unos peor que otros”, dijo de nuevo Renzo. Pero Marco no se inmutaba, más bien disfrutaba estar allí y ser el centro de atención.
Ayer nos avisó que su viejita estaba mal. Necesitaba dinero para la operación porque el Seguro sólo podía cubrir la mitad. País de mierda, ¿no? La gente aporta toda su vida, manda a los hijos a colegios privados (pagas impuestos pero no haces uso de los servicios estatales por lo malos que son), votas en cada elección, discutes de política en la calle, en la casa, todos los días. Me pregunto si hay un país donde se viva más la política que en Perú. Pero claro, el Seguro Social no tiene plata.
Como siempre andaba misio, excepto para el casino, ayer para variar le pagamos su cuarto de pollo, como siempre hacíamos cada vez que salíamos en grupo, y nos contó con detalles lo mal que se había puesto su mamá. Nos acompañó a jugar al casino. Muchas veces sólo miraba y recomendaba. “Vamos 5-6” era nuestra muletilla, para él su cabala. Cuando tenía plata iba solo, y solo perdió gran parte de su dinero. Una vez lo vi perder 300 soles una noche. A mí me sacaron de la mesa del derby por no jugar más de 10 soles y Marco casi ni se dio cuenta. Los de seguridad me hubieran sacado a rastras y él ni se habría inmutado. Qué concentración en el juego. Admirable.
Pero ayer estaba tranquilo y no jugó nada. Necesitaba el dinero, en serio, en serio. Su vieja tenía que ser operada para vivir. Le dije que no. Yo no apuesto a perdedores.
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