sábado, 28 de septiembre de 2013
Conversaciones Absurdas (6)
- Deja ya de estar posteando fotos en el instagram.
- Un toque, que posteo sólo una pic más...
- El instagram hace creer a la gente que es fotógrafa y el face, que tiene amigos...
- ¡Espera! Me gustó esa frase...
- ¿Qué haces?
- ¡La estoy posteando en mi face!
jueves, 12 de septiembre de 2013
Lo visible de lo invisible
x Carlos Tovar
Durante las últimas décadas, los agujeros negros han sido motivo de gran estudio por parte de la ciencia, permitiendo tener una mayor compresión del Universo. Se conoce, por ejemplo, que concentran una gran masa la cual que genera alrededor suyo una enorme gravedad que atrae todo aquello que pasa dentro de su radio de atracción. Ni la luz, que parece indetenible con respecto a su recorrido, puede evitar ser atraída por un agujero negro.
Si bien son tan reales como los cuerpos celestes que observamos en el Universo, lo curioso es, sin embargo, que los agujeros negros son invisibles. Y no porque no tengan color o alguna forma, sino porque no pueden ser observados por el ojo humano. Resulta imposible que una persona pueda ver, aun con la ayuda del telescopio más potente del mundo, un agujero negro, porque no podría estar lo suficientemente cerca para hacerlo, sin que antes esté lo suficientemente próxima como para ser absorbida por su descomunal gravedad.
Entonces, la pregunta que surge es ¿cómo se sabe que los agujeros negros existen si nadie los ha visto jamás? Simplemente por los fenómenos que ocasionan a su alrededor. Por ejemplo, la luz tiende a curvarse cuando “pasa cerca” de un agujero negro. Podemos, también, deducir que son negros porque al tener una enorme gravedad, la luz no puede salir ni escapar de ellos, quedando absorbida en sus “profundidades”. El resultado es la ausencia total de luz; la negrura. Así, a través de sus efectos, lo inobservable de un agujero negro se hace observable… Lo invisible se hace visible…
Vemos pues que aun cuando nadie los ha visto, la ciencia no tiene ningún problema en aceptar la existencia de los agujeros negros. Entonces, pregunto, ¿por qué a la ciencia le resulta difícil aceptar la existencia de Dios por el hecho de que no pueda observársele?
Puedo contemplar la creación y ver, a través de ella, el poder y esplendor de Dios. Un diseño impresionante que no puede ser resultado de lo casual, de lo fortuito. Un Universo en el cual la fuerza de gravedad se encuentra justo en un rango que permite que haya vida en él (rango que representa el 0.0000000000000006% del total de valores posibles que podría tomar la gravedad); un Universo en el cual si su velocidad de expansión no tuviera una precisión de 1/100,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000, la vida en él sería prácticamente imposible; un Universo en el cual si la fuerza fuerte (que mantiene unidos los protones de un núcleo atómico) se redujera en apenas 1/10,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000 de fracción, sólo existiría hidrógeno en el Universo y la vida en él sería imposible; un Universo en el cual si se incrementara la masa del neutrón en apenas 1/700 no habría fusión en las estrellas y ello la energía necesaria para la vida; un Universo en el cual si la fuerza electromagnética fuese ligeramente más fuerte o más débil, la vida en él sería imposible; un Universo en el cual la posibilidad de que existan todas las condiciones necesarias para la vida en el planeta son apenas 1/1000,000,000,000,000. Un Universo que requiere que existan cerca de 30 parámetros perfectamente calibrados para que pueda existir vida al menos en algún lugar en él.
El apóstol Pablo escribió: “Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa” (Romanos, capítulo 1, versículo 20).
La majestuosa creación habla del Creador, nos canta, desde lo más lejano y cercano del Universo, en lo más macroscópico y microscópico de él, que hay un Hacedor, un Diseñador. Pese a toda esa abrumadora evidencia, sin embargo, la mayor prueba de la existencia de Dios no es lo maravillosamente diseñado que resulta el Universo, sino Su obra en nuestras vidas, expresada en una vida cambiada, restaurada y feliz. Una vida justificada que Dios va perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús (Filipenses, capítulo 1, versículo 6). Hasta el día que lo invisible se haga visible y tengamos esa gloria, de la que alguna vez el ser humando fue testigo, en frente de nosotros. Cuando tengamos a Jesús delante nuestro, al alcance de nuestras pupilas. Un Jesús completamente observable, visible; Señor y salvador.
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