martes, 27 de enero de 2009

Los romances de Caissa

Les presento una interesante nota de William Moreno, asiduo colaborador de Nido de erRatas, en la cual nos brinda la lista de los ajedrecistas más devotos y fieles que haya registrado la historia del ajedrez. Según esta lista, Caissa ha tenido cuatro grandes romances, cuatro grandes amantes. Aquellos que, durante el tiempo que duraron sus carreras ajedrecistas, parecían no haber nacido para otra cosa excepto para dedicarse en cuerpo y alma ella. Naturalmente, quedaron fuera grandes jugadores como Morphy, para quien el ajedrez era sólo un pasatiempo; o Capablanca, por su famosa infidelidad a Caissa; o Botvinnik, quien intercaló su ocupación al juego con su carrera de ingeniero electrónico. Algunos, seguro, estuvieron a punto de entrar en esta lista pero quedaron fuera por muy poco; como el genial Kasparov, quien siempre tuvo cierto activismo político además de jugar al ajedrez... la diosa Caissa exige fidelidad absoluta! [Carlos Tovar].

x William Moreno

En 1763 sir William Jones escribió un poema en latín llamado "Caissa". Así cobró vida la musa del ajedrez, quien prometió a Marte, dios de la guerra, corresponderle si lograba inventar un juego sugestivo. Caissa es una metáfora poética del ajedrez y por sus favores grandes maestros de todas las épocas le han consagrado devoción absoluta. A continuación una lista de quienes considero los más devotos adoradores de Caissa, aquellos que dejaron todo para vivir un romance con la diosa del ajedrez.

Alexander Alekhine (1892 - 1946), cuarto campeón mundial, cultivó durante toda su vida el amor a la creación ajedrecística. Su antecesor José Raúl Capablanca tenía un enorme talento pero muy poca pasión por Caissa y en 1927 tuvo que ceder la mano de la diosa a Alekhine, el más ardiente enamorado de ella. Capablanca, el "amante latino del ajedrez", opinaba así de su formidable rival: "Evidentemente, Alekhine posee la más notable memoria ajedrecística que haya jamás existido. Se dice que recuerda de memoria todas las partidas jugadas por los mejores maestros en los últimos 15-20 años". Alekhine desarrolló su talento jugando por correspondencia y analizando partidas a la luz de un candil hasta altas horas de la noche. Cuando murió en Portugal en 1946 aún era el poseedor del título mundial. Lo encontraron sin vida en una habitación de hotel sentado frente a un tablero de ajedrez. Fue el último testimonio de su afición incontenible por el arte regio y la demostración del ilimitado amor que le tuvo a Caissa.

Alekhine: el primer gran enamorado

Bent Larsen (1935 - ...), nacido en Dinamarca, también cayó fascinado por Caissa dejándolo todo por amor a ella. Abandonó sus estudios de ingeniería y se convirtió en un jugador de ajedrez profesional, tal como nos lo cuenta Anthony Saidy en su excelente libro "Las batallas de las ideas en ajedrez". Caissa supo recompensar a Larsen. En la década de los 60, el danés tuvo su momento estelar, con brillantes primeros lugares en torneos internacionales. Consciente del romance que vivía con Caissa, el "Príncipe de Dinamarca" se lució con esta inspirada frase: "El ajedrez es una hermosa amante a la que volvemos una y otra vez, sin que importe las muchas veces que nos rechaza".

Larsen: dejó su carrera por el ajedrez


Robert Fischer (1943 - 2008) fue, durante el tiempo que duró su carrera ajedrecística, un sumo sacerdote en el culto a Caissa. Fue niño prodigio y su devoción a la diosa fue tal que dejó la escuela para dedicarse en cuerpo y alma al estudio de los maestros del pasado y de sus contemporáneos. Alcanzó el título de Gran Maestro a la asombrosa edad de 15 años, en una época en la que era rarísimo ver a alguien de esa edad hacerse con ese título. Por aquel entonces contó con la breve asesoría del danés Bent Larsen. Desde niño Fischer no tuvo otro interés en su vida que el ajedrez. Sólo así este genio pudo doblegar a los colosos soviéticos. Disfrutaba viendo como se desmoronaba el ego de sus rivales mientras los tenía enfrente. Sus resultados así lo confirmaron: 6 a 0 contra Taimanov y Larsen en matches de candidatos. También venció contundentemente a Tigran Petrosian y por último en 1972 a Boris Spassky alcanzando gloria eterna. Caissa retribuyó en amplia medida su completa idolatría. Pareciera que hasta en su muerte Bobby quiso dejar sentada su devoción a Caissa: murió a la edad de 64 años, el mismo número de casillas que tiene el tablero de ajedrez.


Fischer: dejó la escuela para jugar sólo ajedrez

Victor Korchnoi (1931 - ...) es en la actualidad el gran maestro activo más veterano del circuito internacional, un paradigma de amor longevo a Caissa. Toda una vida dedicada a la diosa. Korchnoi exhibe una exitosa carrera de más de 50 años con un palmarés que supera las 4000 partidas disputadas. Su nombre está presente en todos los informadores publicados. Además ostenta el curioso récord de ser campeón de la URSS en 4 ocasiones (1960, 1962, 1964 y 1970), de Holanda una vez (1977) y de Suiza en 3 oportunidades (1982, 1984 y 1985). El "Lasker moderno", como se le conoce a Korchnoi, registra también el mayor número de participaciones en las Olimpiadas de ajedrez. Ha alcanzado el subcampeonato mundial en 2 ciclos sucesivos. Korchnoi es un incansable luchador que se ha medido con representantes de al menos 6 generaciones (desde Levenfish hasta Carlsen). Victor "El Terrible" venera a Caissa como ningún otro profesional de las 64 casillas.


Korchnoi: "hasta que la muerte los separe"


William Moreno Meléndez.

Trujillo, enero del 2009.

sábado, 24 de enero de 2009

Liniers, autor de sensaciones

La primera vez que leí una tira de Liniers me gustó pero, a diferencia de otros autores de historietas que me gustaban, no me resultó fácil expresar porqué.

Pareciera que la mayor parte de sus tiras les falta una viñeta. Como si las cosas quedaran flotando en el aire a la espera de una viñeta que cierre la tira. Pero, precisamente, en eso radica el estilo narrativo que emplea en una buena parte de sus tiras: en dejar flotando en el aire las sensaciones que enfrentan sus personajes, tales como la sorpresa, la vergüenza, el susto, la soledad, desconcierto, etc. Y como muchas de esas sensaciones emanan de situaciones cotidianas, ellas tienen la virtud de ponernos en la piel de los personajes y sentir con ellos vergüenza, soledad, pena, tristeza, alegría, desconcierto y curiosidad. En simple, yo diría que Liniers es un autor de sensaciones.


miércoles, 21 de enero de 2009

Lluvia


La lluvia tiene un significado y encanto especial. Quizás por ello sea fuente inagotable para la creación de poemas y canciones, y sea también usada para recrear pasajes o escenas claves de novelas y películas.

Hay un poema de E. Cummings especialmente inspirado ("Somewhere I have never travelled") que conocí viendo “Hannah y sus hermanas” de Woody Allen (gracias a quien muchos conocemos ese poema), en el cual un hombre le dice a su amada "Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas” (Nobody, not even the rain, has such small hands). Aun sin ser un asiduo lector de poemas (la poesía, por suerte, no se encuentra exclusivamente en los poemas, sino también en canciones, novelas, cine, pintura y en otras formas de expresión artística) es fácil reparar en que la figura de la lluvia es muy usada entre poetas. Incluso algunos como Neruda y Borges han compuesto poemas específicos sobre ella.

Entre las películas hay muchas escenas con lluvia, innumerables, empezando por la famosísima escena de “Cantando bajo la lluvia” (“Singin’ in the rain”, 1952) en la que Gene Kelly canta y baila. Sin embagro, hay dos escenas con lluvia que yo recuerdo especialmente.

La primera, aquella memorable escena final de “Puentes de Madison County” (“Bridges of Madison County”, 1995) de Clint Eastwood, en la que la lluvia cae incesantemente sobre el auto de Robert Kincaid (Eastwood) mientras éste espera que Fracesca Johnson (Meryl Streep) salga de su auto y corra hacia él. (Creo que si juntáramos todas las lágrimas de las personas que lloraron al ver esa escena, podríamos causar un aguacero).

La segunda escena de película que recuerdo es aquella notable escena de “Blade Runner” (1982) película de culto dirigida por Ridley Scott, en la cual, en medio de una abundante lluvia, el replicante Roy (Rutger Hauer) le dice a Decker (Harrison Ford), su cazador: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. Y tras decirlo, muere.

Por cierto, la asociación de la lluvia con las lágrimas resulta bastante común y ha sido dicha de muchas maneras. Resulta casi una asociación natural. Si alguna vez, por la razón que fuese, se te han salido algunas lágrimas en medio de una lluvia, habrás sentido que la naturaleza se vuelve tu cómplice y viene en tu ayuda para ocultar del resto tu emoción. En esa línea, lo más reciente que recuerdo es un inusualmente tierno y altamente recomendable artículo de Beto Ortiz, “Carta a Mamita”, el cual termina así “La lluvia de esa tarde se encargó de camuflar mi breve pero perfecta felicidad. Y ni cuenta se dieron en qué momento entré en desigual competencia con ese cielo encapotado. Total, solamente es agua”.

Y entre los pasajes de novelas que incluyen la lluvia, aquel que más recuerdo es uno del “Anatomista” de Federico Andahazi. Vale la pena recordarlo.

"Mateo Colón, sentado a su pupitre, mira caer la lluvia del otro lado de la luna minúscula que corona la breve cabecera de su cama. Llueve sobre las diez cúpulas gemelas de la basílica y sobre la pradera que se funde en la línea incierta del horizonte. Llueve una lluvia fina que apenas si moja. Llueve una lluvia mansa y persistente que acosa como un mal pensamiento o como una duda. Como una idea. Como un secreto. Llueve, se diría, una lluvia de siglos. Llueve una lluvia pía, descalza. Llueve una lluvia franciscana Llueve con la misma leve materialidad de la que están hechos los pies del santo sobre los techos, sobre los pájaros. Llueve, como siempre, sobre los pobres…".

sábado, 17 de enero de 2009

Bobby Fischer, a un año de su muerte


Hoy se cumple un año de la muerte de Bobby Fischer. He sido un admirador de su juego y su carrera ajedrecística por años, desde cuando me aficioné seriamente al ajedrez.

Hace tiempo leí un artículo cuyo autor decía que Bobby estaba entre sus héroes de infancia, junto a Batman y Superman. Yo no puedo decir menos que eso. Cuando de niño descubrí que existía Bobby Fischer y supe de sus hazañas, sentía exactamente lo mismo. Fischer se convirtió para mí en un héroe de la talla de Spider-Man, mi héroe de ficción favorito desde muy niño. Es que sus hazañas ajedrecísticas parecían sacadas de la imaginación de un delirante guionista de historietas. Eran inauditas. Parecían irreales, pura ficción. Sin embargo, ocurrieron.

¿Cómo era posible que alguien sea capaz de ganar 19 partidas consecutivas contra Grandes Maestros de Ajedrez sin permitirles un solo empate? ¿Cómo era posible que, en las semifinales del título mundial, alguien venza a su rival 6 a 0, sin permitirle un solo empate? ¿Y cómo era posible que en su siguiente match venza nuevamente con el mismo score a otro fortísimo rival? ¿Cómo un ser humano de carne y hueso podría vencer él solo al formidable equipo de analistas soviético durante el campeonato mundial? ¿Cómo podría ser que desde los 15 años ya estaba entre los mejores jugadores del mundo, en una época (hace medio siglo) en la que ver a un niño jugar de igual a igual frente a los mejores del mundo era algo casi imposible de creer a no ser porque ocurría ante los ojos del mundo? ¿Cómo era posible que a los 13 años, contra Donald Byrne, produzca una de las partidas más maravillosas del siglo 20? ¿Cómo era posible que tenga un gran número de partidas donde no era posible detectar el más mínimo error? ¿Cómo era posible que jugando con tal precisión emplease siempre menos tiempo que sus rivales? Hay muchas preguntas más que reflejan el asombro que nos generan sus hazañas.

Las explicaciones, no veo otras, son que estábamos ante una máquina de jugar ajedrez. Alguien que parecía haber nacido y haber sido programado para jugar ajedrez y partir la historia en dos. Una suerte de milagro.

A los 10, cuando yo no tomaba seriamente el ajedrez como afición, sólo había visto su foto en la contratapa de un librillo sobre reglas de ajedrez que tenía mi padre y en la que se decía "Aprenda a jugar la siciliana que usó Bobby Fischer para vencer a Boris Spassky". Se me quedó grabado su nombre y el de su rival, pero no supe más de ellos por años. Es curioso que cuando conocí más detalles sobre Bobby Fischer y reproduje por primera vez sus partidas, él llevaba ya cerca de 12 años alejado de las competiciones oficiales de ajedrez. Mi héroe estaba oculto en algún lugar de los Estados Unidos y me costaba entender cómo era posible que con sólo 29 años, cuando tenía aún muchos años para seguir jugando y perfeccionándose, se retirase del ajedrez. Era algo inaudito.

Fischer no sólo fue el genio de ajedrez cuyo aporte se desbordó sobre el tablero sino fuera de él. Mejoró las condiciones de los ajedrecistas, algo por lo que todos los ajedrecistas le están en deuda. Empezó la profesionalización de este deporte.

Bobby le dio prestigio al ajedrez, trajo espectáculo. Hacía titulares gracias a sus hazañas ajedrecísticas y a su singular personalidad. Tenía una personalidad intimidante. Nadie como él se sentía tan seguro de llegar a la cima, tanto que nunca tuvo reparos en decir que era el mejor jugador de la historia y sería campeón mundial. Desde muy joven, desde que tenía 15 años, no dejó que nada se interponga entre él y el título mundial. Una vez alcanzado, empero, dejó el ajedrez. Ya intenté esbozar las razones de su retiro en un artículo anterior. Es difícil precisarlas y además creo que ya no es necesario hacerlo. Tampoco es ya importante hablar más sobre sus descabelladas ideas políticas, mas bien cabe recordarlo únicamente como el genio que fue.

Este genio, cuyo parangón me resulta difícil encontrar incluso buscando en otras disciplinas deportivas o artísticas, se fue a los 64 años. Como si hubiera sido programado para vivir un año por cada casilla que forma el tablero del ajedrez. Hasta siempre Bobby Fischer.

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Recomiendo ver estas dos entrevistas (en Inglés) que muestran a Bobby en dos momentos de su carrera. A los 15 años y a los 27 años.

En el primer video, Bobby es presentado en un conocido programa de TV americano, como el flamante campeón nacional de ajedrez de Estados Unidos a la edad de 15 años. En este video aparece tímido pero orgulloso de sí.


Fischer a los 15 años en "I've got a secret" (en Inglés)



En este segundo video, Fischer es entrevistado por el mítico Dick Cavett, en Dick Cavett's show. Se muestra contento, seguro de sí y bastante amigable. Acá Bobby le dice a Cavett que el momento que más disfruta es cuando quiebra el ego de su rival, o sea, cuando lo vence. Una declaración suya que pasó a ser muy conocida. También habla que los rusos pre-arreglaban sus resultados.


Fischer a los 27 años con Dick Cavett (en Inglés)


jueves, 15 de enero de 2009

Springsteen y Rourke


Como con su canción “Streets of Philadelphia” que ganó el Oscar a mejor tema de película en 1994, este año, Springsteen se llevó en la misma categoría un Globo de Oro por el tema musical que compuso para la película “The Wrestler” (El Peleador) de Darren Aronofsky.

La letra de la canción es muy buena y le va muy bien al argumento de la película, que narra la historia de Randy "The Ram" Robinson, un peleador de lucha libre acabado, interpretado por Mickey Rourke [Have you ever seen a one trick pony / In the field so happy and free? / If you’ve ever seen a one trick pony then you’ve seen me/ Have you ever seen a one-legged / Dog making his way down the street? / If you’ve ever seen a one-legged dog then you’ve seen me...].

Precisamente Rourke acaba de hacerse con el Globo de Oro a mejor actor por esa actuación. Nada que ver con el personaje de yuppie seductor de nombre John que interpretó en "9 1/2 semanas" (1986) junto a Kim Basinger. Increíble verlo trasformado en un discípulo del Undertaker (Enterrador), el mítico personaje de Wrestlemania. Aunque, Rourke ya lucía como un adicto a los esteroides en "Sin City" (2005), la excelente película dirigida por Frank Miller (autor, también, de la historieta del mismo título y uno de los gurús del cómic americano).

Springsteen "The Wrestler"


Hablando de la premiación de Rourke, me causó mucha sorpresa que todos, incluyendo él mismo, tomen a “The Wrestler” como su regreso triunfal al cine. Yo había asumido que su regreso triunfal fue con “Sin City” (2005). Además, es obvio que el papel que hizo en esa película le valió para interpretar a Randy en "The Wrestler". Bueno, si el propio Rourke lo dice... Por ahora, le llueven ofertas.

El caso de Rourke me hace recordar un poco al caso de Travolta, quien luego de sus éxitos iniciales a fines de los setenta, pasó a trabajar en películas para el olvido como “Mira quien habla” y sus secuelas. Fue Tarantino quien lo puso nuevamente en la cúspide del cine con “Pulp Fiction”, en donde Travolta, además, hizo gala de sus dotes de gran bailarín junto a Uma Thurman, en una escena que se volvió en un clásico instantaneo.

Trailer "The Wrestler" (2008)


sábado, 10 de enero de 2009

Spider-Man protege a Obama

Está muy de moda entre los americanos mostrar su simpatía por Barack Obama, especialmente entre la farándula. George Clooney, Halle Berry, Susan Sarandon, Scarlett Johansson son sólo algunos de los actores y actrices que lo han hecho. En sus recientes visitas a Perú, REM y Duran Duran manifestaron, en pleno concierto, su apoyo a Obama. Ni los personajes de ficción han estado al margen. Homero Simpson, el torpe, egocéntrico y tonto personaje de ”The Simpson” (la familia más famosa de dibujos animados de la historia, la cual ha superado incluso a “The Flinstones”) mostró, no hace mucho, su simpatía por Obama.

Ahora sólo faltaba que un personaje como Spider-Man haga de guardaespaldas de Obama, tal como dan cuenta las noticias. Es parte de la Obamanía que ha surgido en los últimos meses, algo exagerada, porque creo que se están poniendo más expectativas en él (Obama) de las que se deberían poner en un personaje de carne y hueso.

En el caso particular del bicho arácnido parece ser que sus editores quisieron devolverle la gentileza a Obama quien hace unos meses dijo ser fanático de Spider-Man (y que repite también en la ficción, en la primera viñeta de arriba).

La historieta donde sale el encuentro entre ”Spidey” y Obama será publicada el 14 de enero. Espero que Spider-Man sólo se limite a proteger a Obama y no se tire a sus pies. Es que tal actitud no iría con la escéptica personalidad del bicho arácnido... Y porque, de ser el caso, sería más elegante que, como Homero, lo hubiera hecho antes de las elecciones y no después de ellas!

miércoles, 7 de enero de 2009

Aquella nube


“Aquella nube” es una canción que, para todos quienes pasamos los treinta, nos resulta seguramente familiar. Pertenecía a la banda sonora de una de las más recordadas novelas brasileñas de los ochentas, “Baila Conmigo”, la cual tenía como protagonistas a Tony Ramos, Reginaldo Faria y Betty Faria.

Su autor es Gilliard, un cantante brasileño que tuvo un significativo suceso durante los ochestas pero quien dejó su carrera en 1996 tras la muerte Eliete, aparentemente la principal fuente de su inspiración.

El título original de la canción es “Aquela nuvem” (1978) y su letra es tan bella como la melodía. Existe una versión en español que suena casi casi tan bien como la versión en portugués.


Alguien ha tenido la excelente idea de subir esta canción en youtube y con escenas de “Baila Conmigo”. Y lo mejor, con las versiones en español (no sé si con la voz de Gilliard) y en portugués, una a continuación de la otra. Robo esta canción para NdE.

Aquella Nuve (Gilliard)


Aquela nuvem
(Aquella nube)

Aquela nuvem que passa lá em cima sou eu
Aquele barco que vai mar afora sou eu
Aquela folha que vaga pelas ruas sou eu

Buscando você

Como eu queria ser
esse sol que lhe queima
essa roupa que cobre o seu corpo
o vento que lhe possui e essa água que banha você

Só assim eu poderia
me aproximar de você
sem precisa confessar
o que eu tento esconder
e sofro e não é direito
e venho fazendo tudo
pra ninguém saber.


*****************
Aquella nube que pasa por el cielo, soy yo
aquel barco que va mar afuera, soy yo
aquella hoja que vaga por las calles, soy yo
buscándote a ti

Lo que deseo ser es el sol que te quema
es la ropa que cubre tu cuerpo
es el viento que te posee
es el agua con que te bañas tú

Sólo así yo podría
acercarme a ti
sin deber confesar
lo que debe esconder
que sufro y no, no hay derecho
de hacer todo estoy tú sin saber.

lunes, 5 de enero de 2009

Taxistas para todos los disgustos

x Carlos Tovar
No he visto en ninguna otra ciudad latinoamericana más taxis por metro cuadrado que en Lima. Ni siquiera en el DF. Algunas veces he hecho el ejercicio de contar cuántos de una treintena de autos que esperan la luz verde para cruzar una calle son taxis y me he dado con la sorpresa que la mayoría. Resulta fácil ver en cada esquina limeña una gran cantidad de autos de color blanco o amarillo que luchan por hacerse de un pasajero, o si ya llevan a uno, de avanzar lo más pronto posible hacia su destino, a costa incluso de espantar a peatones indefensos.

En Lima, basta levantar la mano, haciendo la típica señal llamando a un taxi, para que, como por arte de magia, antes de tres segundos, al menos un par de taxis pare enfrente tuyo. Con mucha probabilidad serán unos de aquellos autos modelo Station Wagon o, con un poco menos de suerte, un auto Tico. Digo con menos suerte porque los Ticos son autos absolutamente inseguros. Como con el paso del tiempo uno agudiza su instinto de conservación, ahora yo evito, por todos los medios, tomarlos.

Para quienes no los conocen, los Tico son unos autos de un metro de ancho por dos de largo que inundaron la ciudad de Lima durante los noventas y se convirtieron de la noche a la mañana en los preferidos por los taxistas (ahora, afortunadamente, han empezado a ser una especie en extinción). Con toda propiedad, una amiga venezolana los llamaba “zapaticos” por lo pequeños. ¡Y vaya que el tamaño de un Tico va muy a tono con su fragilidad! Su fortaleza es apenas mayor que la de una enorme batea de plástico. Dentro de ellos no hay forma de sentirse a salvo. ¡Y cómo corren los condenados! Tienen un arranque bárbaro. No sé si el resto de limeños tiene la misma impresión que yo, pero a mí me parece que hasta tienen personalidad propia. Como sí todos fueran conducidos por el mismo chofer, el cual, para compensar el complejo que debe producirle conducir un auto tan diminuto, hace gala de una enorme osadía al volante, a costa de la integridad de los peatones y, desde luego, de sus propios pasajeros… porque ni el usar cinturón de seguridad cambiará mucho las cosas si eres pasajero de un Tico, a no ser que si lo usas, y por desgracia el Tico choca, sólo está garantizado que salgas expelido con asiento y todo. Porque, además de ser seguramente la ciudad con mayor número de taxis per cápita en Latinoamérica, Lima es también, con poco margen de duda, la ciudad donde están los peores conductores de la región. Lo digo con cierto grado de chauvinismo y resignación, si cabe una mezcla tan rara de sentimientos.

Recuerdo a un amigo chileno quien me describió su primera experiencia en un taxi limeño como espeluznante. Para su mala fortuna tomó un taxi que condujo por la vía expresa a una hora en la que todo el mundo corre para llegar a tiempo a su destino. Bueno pues, también que en Chile el servicio de taxis es uno de los más seguros de la región (y también uno de los más caros) así que no es de extrañar que mi amigo haya quedado traumatizado después de su experiencia por vías limeñas.

Relatos sobre osadías de conductores hay much0s. Me acuerdo, en una época en la que aún tomaba Ticos, de un taxista que conduciendo uno estos bichos, por su afán de avanzar pronto, no tuvo mejor idea que conducir sobre la acera (A*C*E*R*A). Pero eso no fue todo. Esa maniobra, absolutamente inexplicable para cualquier persona del mundo civilizado o semi-civilizado, tuvo el agravante de ser ejecutada doblando una esquina. Es decir, el chofer no sólo invadió territorio peatonal sino que lo hizo de tal forma que si un peatón se encontraba doblando la acera en sentido opuesto (lo cual, como comprenderán, era plenamente probable) hubiera sido embestido por un auto, en plena vía peatonal, y, seguramente, habría pasado al otro mundo sin siquiera saber cómo lo dejó (Estupefacto, lo único que atiné a hacer es bajarme del taxi para no ser cómplice del conductor)…

La inconciencia de los conductores limeños respecto a la seguridad tiene muchos matices. Recuerdo a un taxista que, cuando le comenté que su auto no tenía cinturón de seguridad, me respondió muy orgullosamente: “No se preocupe joven, yo nunca choco”. ¡Como si chocar dependiera únicamente de él y no también de otro imprudente que ande al volante!

Pero el hecho de ser conductores osados no es lo único característico de los taxistas. Sería injusto reducirlos a eso. También tienen otros defectos.

Me acuerdo mucho de un taxista extremadamente gordo y conversador quien casualmente maneja un Tico. Manejaba y lo vestía, porque su extremada gordura lo hacía dueño de la parte de adelante del Tico sin opción a tener copiloto. Su envergadura era tal, que bien podría haber sacado cada uno de sus brazos por cada una de las ventanas delanteras. Como la mayoría de taxistas se reveló como muy conversador y me contaba una intrincada historia sentimental suya, con un sin número de detalles que, cuando íbamos llegando ya al final de la carrera apenas había pasado del “había una vez”. (Lamentablemente muchos de ellos no han desarrollado la capacidad de síntesis. Al igual que yo, que empecé esta nota con la idea de escribir sólo un par de párrafos). Ese mismo taxista me dijo: “Me acuerdo todos los detalles de lo que pasó porque tengo memoria de elefante”. “Y el cuerpo también”, pensé agregar, pero no me atreví, porque temí que el paquidermo me aplastase con toda su humanidad. No sé en qué consistía su historia porque por un lado la cantidad de detalles me había mareado y, por otro, porque yo trataba, sin éxito, de leer una novela que llevaba conmigo. Para no ser descortés, de vez en vez, le decía, “¿Ah, sí?” y el taxista respondía “Sí, sí joven”, y así repetíamos con cierta frecuencia nuestro “dialogo”. Mientras yo bajaba del taxi, el taxista me dijo: “Otro día te termino de contar, compare”. “Sí, claro, - le dije- terminando la absurda conversación”.

También me he topado con esos taxistas que se ponen a filosofar sobre la pulga del perro. Casi siempre es difícil entender qué dicen. Hablan de la vida, las mujeres y los partiditos de fútbol de fin de semana. De que su equipo favorito perdió por mala suerte. De los maradonas que son jugando al fútbol y de los goles que se les escaparon en su pichanga del último fin de semana. Y cuando hablan de política siempre terminan diciendo “Todos los políticos son iguales, corruptos todos”, pero al rato están sobornando al policía que quiere ponerles una papeleta por haber cometido una infracción de tránsito. Para colmo, muchas veces, estos mismos conductores son aquellos que piensan que quien conduce respetando las reglas no sabe conducir. ¡O peor aun, los que piensan que los hombres son los únicos capacitados para conducir! Aquellos que si una mujer al volante y no hace las osadías que hacen ellos, salen con la conocida frase “¡mujer tenía que ser!”. Y es justamente lo que una vez me dijo uno cuando de pronto un auto que iba delante del suyo, conducido por una mujer, redujo, con toda precaución, la velocidad antes de llegar a un cruce. “¡Avanza tía!” –dijo, previa tocada de claxon. “Mujer tenía que ser ¿no?” –agregó, tratando de hacerme cómplice de su precaria forma de pensar. Cansado de argumentar contra lo mismo, esa vez opté por responder: “No lo sé –pero para provocar su fastidio agregué– “Aunque tiene un auto mucho mejor que el tuyo, ¿no, crees?”. Cosa que no le hizo ninguna gracia.

Los que no son conversadores, se les dan por hacer de DJ, aun cuando sus conocimientos sobre música no pasen de los grupos de moda, como el Grupo 5 o los Hermanos Yaipén. Tienen siempre la radio prendida a todo volumen en los parlantes de atrás, justo detrás de tu oreja. Pero por suerte la mayoría sólo te impone su gusto musical, porque hay unos pocos que se ponen a cantar. Si la canción es buena, la terminan arruinando con su voz. Tal como durante el año pasado me las arruinaba el bendito taxista que me hacía el servicio de taxi durante las mañanas de mi casa al trabajo. Se ponía a cantar todo cuanto la radio que sintonizaba, usualmente una de baladas, le ponía encima (tenía, presumo, una afición incontenible por el Karaoke). Entonces tenía que soplarme la versión taxi de Perales, Mocedades, Camilo Sesto y José José. Y de menos antiguos como Chayane y Arjona (Bueno, si se trataba de este último, yo prefería que el taxista cante porque, con el perdón de los Mayas, no hay cantante más insufrible que el guatemalteco ése). ¡Recuerdo que hasta Myriam Hernández cantaba el condenado taxista! Eso no es todo. Cuando por casualidad la radio pasaba una canción en inglés, hacia una traducción libre de la letra de la canción (Si al menos hubiera sido “Baby, one more time” de Britney Spears, la hacía con 50% de la letra, porque la rubia, la eterna adolescente –porque siempre adolece de algo– repite casi todo el tiempo una misma frase durante toda la canción). Además, el taxista acompañaba sus canciones con el claxon del auto, el cual tocaba al llegar a cada cruce...

Hablando de tocar el claxon, ello se ha convertido en un tic de los conductores y los taxistas lo hacen, además, muy prácticos ellos, para llamar a potenciales pasajeros. Recuerdo de un taxista que no sólo usaba el claxon sino, además, aunque parezca inverosímil, un altavoz. Mismo ambulancia. Se trataba de un taxista loco, obviamente. Un taxi driver. Yo que suelo andar despistado, caí en la cuenta de ello cuando el tráfico se puso complicado y el taxista hizo sonar una sirena de ambulancia y decir por el altavoz “A un lado, a un lado”. Juro que los carros se hacían a un lado. Pero eso no fue todo, cuando el taxista sobreparó en un cruce y vio a una chica parada comiendo tranquilamente un helado, empezó a gritarle por el altavoz “Mamita, mamita, invita tu helado pe”. Mientras, la susodicha volteaba la cabeza de un lado a otro desconcertada buscando averiguar quién le hablaba de manera tan sonora. Imaginarán que fue el viaje en taxi más insólito que he hecho. Por suerte duró poco. Cuando bajé del auto no estaba seguro que lo que había pasado había sido real o no, hasta que tomé conciencia que estaba en Lima. Entonces, me acordé de esa viñeta de Mafalda, quien mirando asustada a los autos, le pregunta a su madre "¿Los autos son seres que atacan al hombre para defenderse de qué?"

domingo, 4 de enero de 2009

La ardilla de "Ice Age" y su asombrosa capacidad expresiva

A inicios del 2008 salió el primer trailer de la tercera película de Ice Age “Dawn of the Dinosaurs” (“Amanecer de los Dinosaurios”), teniendo, como ya es usual, de animadora a la tierna ardilla. A fines del 2008 los productores sacaron un nuevo trailer que está simplemente genial.

Ice Age: Dawn of the Dinosaurs


Las tribulaciones de la ardilla de ojos saltones continúan, esta vez al encontrarse con una ardilla hembra de la cual quedará flechada a primera vista. Esa escena tiene de fondo la conocida canción “You’ll never find another love like me” (1976) en la estupenda voz de Lou Rawls.

Por cierto, el simpático personaje, la ardilla, tiene un rol curioso dentro de la saga “Ice Age”. Es protagonista de pequeñas historias, o cortos, que marchan paralelas a las historias principales de cada una de las películas. Uno podría pensar que la ardilla es un extra, pero no lo es. Es imposible imaginar la saga de Ice Age sin ella. Sus tribulaciones empiezan y dan fin a cada historia.

Las expresiones de la ardilla son un caso aparte digno de toda mención. En este momento me resulta imposible recordar un personaje de animación cuyos gestos faciales hayan alcanzado el grado de expresión que alcanzan los de la ardilla. En este último trailer sus expresiones son incluso mucho más asombrosas que en de las anteriores entregas. Desde el movimiento de sus ojos hasta de sus párpados, hocico, boca, nariz, orejas, etc., todos ellos, en una fracción de segundos, cambian y confluyen para darle una expresión ya sea de angustia, espanto, cólera, avaricia, compasión, felicidad, ternura, amor, etc. El ritmo de la respiración de la ardilla es también notable. Noten los detalles.

Empecemos con una canción...

Este es mi primer post del año y no se me ocurre nada mejor que empezarlo con una buena canción. Se trata de “I’m yours” de Jason Mraz, cantautor nacido en Virginia, Estados Unidos. Esta canción pertenece al album “We sing. We dance. We steal things” que Mraz sacó el año que acaba de terminar.


"I'm yours" de Jason Mraz